Por Tomás Alvarez.
La ciudad de Évora está incluida en el listado de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. En la Edad Media competía con Lisboa por la primacía del reino portugués e incluso durante los siglos XV y XVI fue capital del país. Entonces se llenó de palacios y conventos, muchos de los cuales, por desdicha, fueron desapareciendo, a medida que la urbe se sumía en una dorada decadencia.
En la actualidad, Évora sólo tiene unos 50.000 habitantes, pero es un lugar para visitar y permanecer unos días, disfrutando de los apacibles y ondulados espacios alentejanos –con una inmensa riqueza en yacimientos megalíticos- y en la hermosa ciudad, en cuya cima se alza orgulloso el bimilenario templo romano de Diana.
De la época dorada de Évora, quedan diversos palacios y templos. El más notable el catedralicio. De los tiempos regios –cuando la población crecía, al amparo de una monarquía enriquecida por los negocios de ultramar- pervive otro de los monumentos más característicos, la iglesia de San Francisco, correspondiente a un antiguo convento franciscano.
El templo, visto desde el exterior, tiene un aspecto poco llamativo, pero es una excelente edificación gótica, con destacados elementos manuelinos y ricas capillas barrocas, entre las que sobresale la de la Orden Tercera.
Junto a la Capilla Mayor, sendas ventanas permitían la contemplación del culto a los miembros de la familia real, pues este era, en el siglo XVI, el templo palatino de los monarcas lusos, que tenían su Palacio Real al lado.
El convento franciscano fue destruido casi en su totalidad, y del conjunto, perviven algunas dependencias, entre ellas una sumamente conocida: la famosa Capilla de los Huesos, que tiene toda la superficie interior cubierta de calaveras y restos humanos, un recordatorio de la fragilidad de la existencia.
La colección de belenes
Pero en estas antiguas dependencias franciscanas se alberga otro contenido relativamente poco conocido: la colección de belenes.
Se trata de un conjunto reunido por la familia Canha da Silva que posee un gran repertorio belenista procedente de diversos continentes, realizado en diversos materiales y distintas épocas.
Hay belenes de cerámica, madera, corcho, metal, cristal, de conchas… Algunos tienen mecanismos de movimiento, otros de música… y se pueden ver de distinto tamaño, desde figuras casi de tamaño real a miniaturas.
La visita al museo concluye ante un excelente mirador sobre la iglesia de San Francisco que permite al espectador contemplar la sinfonía de tejados rojos que coronan el blanco caserío arracimado en la colina sobre la que se edificó hace dos mil años la ciudad Ebora Liberalitas Julia.
Merece la pena visitar Évora, y en esa visita no se debe olvidar este complejo del templo de San Francisco.
Belenes de Évora. Guiarte.com
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Belenes de Évora. Guiarte.com
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