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León, Zamora y La Cepeda

Vicente Angel Pérez, destacado periodista de ABC publica un bello artículo sobre La Cepeda, en el que recuerda que hasta hace sólo unos años La Cepeda era desconocida no sólo en España sino en su propia provincia. Tanto es así que...

Madrid, 3 de junio de 2001

Vícente Ángel Pérez Hay en Madrid una calle, llamada del Pez, por la que desde hace medio siglo han transitado los leoneses camino del balneario que aliviara sus nostalgias, sus morriñas y sus soledades capitalinas. Es fama que el leonés es pueblo orgulloso de su tierra y de su coterráneos, amante de sus tradiciones y pregonero para quien quiera oírle, o no, de las virtudes y excelencias de sus paisajes y de sus gentes. Nada que ver con esas identidades nacionalistas que nacen de oscuros complejos y portan el veneno de la soberbia y de la xenofobia. Lo del leonés se asemeja a lo del gallego; quizá porque ambos han sido pueblos viajeros, aventureros, arrieros, marineros, peregrinos, y allá, por las lejanas tierras, por muy bien que les fueran sus negocios en Argentina o sus pescaderías en Madrid, comprendieran aquello de que como en casa en ningún sitio; es decir, que viajando y viajando comenzaron a apreciar lo que habían dejado atrás: su tierra y sus gentes.
Pues ocurre que, por esa necesidad vital de calentar los pies en el brasero del hogar, los leoneses levantaron en la calle del Pez la Casa de León cuando nacía la década de los 50 en aquel Madrid de una España todavía ajironada; en aquel Madrid puerto, y a menudo acantilado, de tantas esperanzas; en aquel Madrid de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). Hoy, en este Madrid de más de tres millones de cadáveres (según las últimas estadísticas) por la calle del Pez siguen transitando los leoneses en busca del brasero de sus inviernos y de sus vidas. Y allí sigue, mírala, mírala, la Casa de León viendo pasar el tiempo.

Y el tiempo pasa, vuela, los malos y los buenos tiempos, se suceden, como los vientos, y ahora soplan de esperanza en la Casa de León, sólo hace cuatro años sumida en un expediente de quiebra emocional. Corre el ánimo ahora entre los viejos salones del hogar de la calle del Pez, regresa a la cocina el olor del cocido y las tertulias nocturnas intentan recuperar el sabor de las palabras. En el empeño está ahora el nuevo presidente Rafael Álvarez, un leonés que ejerce de tal allá donde se halle, siguiendo el camino de su antecesor, Antonio García, un cepedano de pro que ha abanderado la nueva época de la Casa de León en Madrid.

Los cepedanos, como el anterior presidente de la Casa de León, son originarios de La Cepeda, comarca leonesa lindante con la de La Maragatería. Tal vez esta explicación huelgue en unos tiempos en los que La Cepeda tiene hasta su página web en Internet, e incluso pueda herir susceptibilidades.

Pero no es menos cierto que hasta hace sólo unos años, La Cepeda era desconocida no sólo en España sino en su propia provincia. Tanto es así que en aquellos libros de Geografía de antaño, cuando en España se estudiaba Geografía, los bachilleres sólo aprendían que las comarcas de León eran El Bierzo, La Maragatería y Tierra de Campos. Es más, a Eugenio G. de Nora, uno de los mayores poetas y críticos españoles, nacido en el pueblo cepedano de Zacos, sus estudiosos lo provincializaban zamorano y así aparecía en las reseñas y comentarios impresos.

Lo que necesitaba La Cepeda para empezar a salir del olvido era un cronista y lo ha encontrado, precisamente, en uno de los directivos de la Casa de León en Madrid. Se trata de Tomás Álvarez Domínguez, periodista de raza, es decir, de agencia, que ha publicado la historia de ese «territorio agrario, decadente y bello». Tomás Álvarez se ha embarcado en airear La Cepeda para «fomentar el conocimiento y el interés por la historia de esta comarca que está perdiendo población de forma acelerada, y que tiene el peligro de perder también su memoria histórica». Y hay que suponer que se ha embarcado también en la nave de la madrileña calle del Pez con idéntica pretensión.

Con afanes semejantes puede llegar el día en el que los viejos muros de la Casa de León en Madrid recobren la vitalidad, y que ningún crítico sitúe en Zamora al gran Eugenio G. de Nora (¿cuándo esa España que se dice intelectual y letrada le va a rendir el homenaje debido?). Los zamoranos ya tienen a su gran Claudio Rodríguez y Las Edades del Hombre, aunque, hoy por hoy, si su provincia está de moda es gracias a David Sánchez, un chaval de la tierra, de la zamorana y de la tenística, que a sus 23 años está asombrando al mundo del deporte con sus gestas parisienses.

Artículo de la sección de Opinión de ABC, edición Castilla y León. Domingo 3 de junio de 2001

Crucero en Villamejil. Foto guiarte. Copyright

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Rueda de Molino, al lado de antigua moldera. guiarte. Copyright

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