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El Galeón de Manila

Ciudad de México, 17 de julio de 2013
Entre dunas que mudan con el viento, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) mexicano buscan las pistas del “San Felipe”, el galeón de Manila que hace 437 años, en el verano de 1576, varó en las costas de Baja California con toda su tripulación diezmada por el escorbuto.

La tragedia de una de las primeras naos de China, de las más célebres de la historia naval, así como el rastreo que hacen arqueólogos e historiadores náuticos mexicanos y estadounidenses, llegó a la pantalla en el II Ciclo de Documentales de Arqueología Subacuática, en el Museo Nacional de Antropología.

según informa el INAH, entre la arena de una desolada playa bajacaliforniana, se encuentran láminas de plomo que forraban el navío, monedas de la Corona española, figuras de bronce y también fragmentos de grandes ánforas llamadas de Martabán y de porcelana china de la Dinastía Ming, esta última decorada con figuras de ave fénix, plantas, flores y dragones.

Desde 1999, más de millar y medio de estos materiales, muchos de ellos tesoros asiáticos que nunca llegaron a puerto, han sido recuperados por un equipo de investigadores de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, en colaboración con reconocidos especialistas, como el historiador náutico Edward Von der Porten.

Un Galeón de Manila, documental de la Dirección de Medios de Comunicación del INAH, lleva al espectador en un viaje por el Océano Pacífico, de las Islas Filipinas al puerto de Acapulco, para luego contar la historia del infortunado buque “San Felipe” y su tripulación.

El Galeón de Manila o de Acapulco (como también se le conocía) no sólo era un barco, sino el nombre de una ruta que durante 250 años, de 1565 a 1815, convirtió a la Corona española en cabeza del comercio, no sólo con América sino también con Asia.

El arqueólogo Roberto Junco, investigador que dirige este proyecto de la SAS, repara en este punto, porque si el tornaviaje de fray Andrés de Urdaneta inauguró en 1565 este largo trayecto, “el San Felipe representa uno de los primeros naufragios de los galeones de Manila, los cuales son muy escasos, por lo que esta iniciativa cobra interés internacional”.

Los fragmentos de fina porcelana, la gruesa superficie de los martabanes, bloques de cera, figurillas de Perros de Fo en bronce, todo ello “nos habla de la amplia conexión en esta parte del Pacífico, entre chinos, japoneses, pueblos de Siam y otros, que confluían en Manila con cargamentos tan variados y ricos”.

El documental Un galeón de Manila narra cómo el “San Felipe” fue construido en un astillero de la Nueva España y luego arribó a Filipinas, donde se rearmó la embarcación; contaba con tres mástiles y medía 115 pies de largo (alrededor de 35 m).

Partió de Filipinas rumbo a Acapulco, llevado por corrientes traicioneras y una tripulación que comenzó a padecer males dietéticos, explicó el maestro en arqueología Roberto Junco.

En el sitio, ubicado al sur de Tijuana y al norte de Cabo San Lucas —refirió Junco—, “tenemos ambas cosas, el cargamento y pequeñas partes de lo que fue el casco de este galeón de Manila”.

Lo que más abunda “es parte del cargamento, la porcelana, la cera, algunos objetos suntuarios, pero también tenemos parte del buque, láminas de plomo que recubrían el casco, pernos y clavos de hierro, y un poco de madera fosilizada”.

La exploración en un sitio como éste no es fácil porque las dunas se modifican por efecto del viento, por lo que se extimpa que los restos más completos pueden hallarse a mayor profundidad de la analizada actualmente.

Restos del San Felipe y su cargamento, aparecen en la costa de la Baja California, cuatro siglos después del desastre. Fuente INAH/Mauricio Marat

Restos del San Felipe y su cargamento, aparecen en la costa de la Baja California, cuatro siglos después del desastre. Fuente INAH/Mauricio Marat

Restos del San Felipe y su cargamento, aparecen en la costa de la Baja California, cuatro siglos después del desastre. Fuente INAH/Mauricio Marat

Restos del San Felipe y su cargamento, aparecen en la costa de la Baja California, cuatro siglos después del desastre. Fuente INAH/Mauricio Marat

Puerto de Acapulco en un dibujo anónimo de 1730. Archivo de Indias. Sevilla.

Puerto de Acapulco en un dibujo anónimo de 1730. Archivo de Indias. Sevilla.

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