Ciudad Rodrigo defiende su obra de Juan de Juni
Por Jose Ignacio Marín Benito.
El Centro de Estudios Miroborigenses de Ciudad Rodrigo, está presionando para conseguir la devolución de un grupo escultórico de Juan de Juni a la ciudad, donde estuvo desde su creación en 1556 hasta 1997, año este último en el que el Ministerio de Cultura lo compró y lo trasladó al Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Ante las protestas ciudadanas, el Ministerio prometió su vuelta y hacer en Ciudad Rodrigo un Museo Nacional. Hoy es el día que aún no ha regresado y siguen las promesas. El C.E.M., y con él muchos artistas, profesores e historiadores, entiende que no se puede despojar del patrimonio cultural a los centros históricos y que la centralización musivaria no se comprende cuando de lo que debe tratarse es de promocionar, precisamente, esos centros históricos: Ciudad Rodrigo lo es desde 1944.
La historia de la obra
El grupo El Calvario fue tallado por Juan de Juni para la capilla funeraria que don Antonio del Águila, a la sazón obispo de Zamora, levantaba en el convento de San Francisco de Ciudad Rodrigo, de donde era natural. Hijo de una de las más ilustres familias mirobrigenses -era hijo del alcaide Antonio del Águila-, fue dean de la catedral civitatense; en 1536 fue consagrado obispo de Guadix y en 1546 trasladado a la sede de Zamora. Siendo obispo de esta ciudad intervino en el Concilio de Trento.
El contrato entre D. Antonio del Águila y Juan de Juni se firmó el 6 de julio de 1556, por el que el escultor se comprometía a entregar al prelado: tres figuras, la una de Cristo crucificado en la cruz y calvario, y otra de Nuestra Señora y la otra de San Juan Evangelista....
Durante la guerra de la Independencia, y ante el peligro que corría el convento -extramuros de la ciudad- la obra fue trasladada al interior de la ciudad, concretmente a la capilla del palacio de los Águila. Valorada como parte importante del patrimonio cultural de la ciudad, llegó a procesionar en alguna Semana Santa. En la capilla del palacio de los Águila estuvo hasta los últimos días de 1997, año en que fue comprada por el Ministerio de Cultura y entregada al Museo de Escultura de Valladolid.
Ante las protestas ciudadanas por el traslado a Valladolid, la entonces ministra Esperanza Aguirre y el Secretario de Estado de Cultura -Miguel Ángel Cortés- prometieron su devolución, a la vez que se comprometieron a crear en Ciudad Rodrigo un Museo Nacional. Recientemente, el Ministerio ha descartado esta última posibilidad y han condicionado la vuelta del Calvario a lo que decida el Patronato del Museo vallisoletano.
En Ciudad Rodrigo se piensa que el M.E.C. ha engañado y está engañando a los ciudadanos y que no tiene ningún interés en devolver las esculturas a su ciudad de origen. Cuando de lo que se trata es de potenciar y proyectar socialmente los centros históricos –y Ciudad Rodrigo lo es, declarado conjunto histórico-artístico en 1944-, no se entiende la reciente actuación del Ministerio; tampoco se entiende que la decisión sobre el futuro del Calvario la deba tomar el patronato del M.N.E. Eso suena a lavarse las manos de algo en lo que el Ministerio de Cultura tiene toda la responsabilidad y competencia.
El “TROFEO” del Calvario
Las voces que se han levantado contra la nueva decisión del Ministerio de Educación y Cultura de que el palacio de los Águila de Ciudad Rodrigo no sea sede o subsede del Museo Nacional de Escultura, con lo que queda en el aire la vuelta del grupo escultórico El Calvario de Juan de Juni, han coincidido en el término expolio para denunciar la situación. El D.R.A.E. de la Lengua define a esta acción como botín del vencedor. En un sentido más amplio expoliar es prender, arrebatar. Todos recordamos el famoso cuadro del Greco El Expolio, presidiendo la sacristía de la catedral de Toledo: Cristo arrebatado, prendido por sayones y soldados.
Pero, ¿por qué El Calvario de Juan de Juni está corriendo esta suerte? ¿Por qué se arrebata a Ciudad Rodrigo esta obra singular para llevarla a un museo central, el de Escultura de Valladolid?. Conviene señalar algunas claves. El M.N.E. es deficitario en obras del escultor renacentista, sobre todo si lo comparamos con las obras que el Museo posee de las otras dos grandes figuras de los siglos XVI y XVII: Alonso Berruguete y Gregorio Fernández. Cada vez se ve más claro que el Ministerio de Cultura adquirió el Juni para enriquecer los fondos del Museo de Valladolid. ¿Pero eso es hoy, en estos tiempos, una práctica justificada?. Sinceramente creo, mas bien, que se trata de una práctica anacrónica, no exenta de cierta prepotencia que conlleva, además, una afrenta colectiva.
El comercio del Arte ha sido una práctica generalizada a lo largo de la Historia y lo será siendo. Pero una cosa es el comercio y otras muy distintas son la piratería, la rapiña y el despojo (en los relieves del Arco de Tito los soldados romanos procesionan con los trofeos procedentes del templo de Jerusalén; asimismo, muchos de los obeliscos de los templos egipcios fueron llevados también como trofeos a Roma). Durante el siglo XIX, comienza el despegue de los grandes museos nacionales: el British Museum, el Louvre, el Prado... Entonces, muchos de ellos enriquecieron sus fondos. El español, sobre todo, con colecciones reales-. Por su parte, el londinense lo hizo con piezas griegas, egipcias, asirias, persas..., hoy reclamadas por sus respectivos estados –en aquel momento territorios bajo la dominación de potencias coloniales extranjeras-. Así ocurrió con los mármoles del Partenón de Atenas, que fueron adquiridos por Sir Thomas Bruce, VII conde de Elgin durante su estancia como embajador en Turquía (1799-1802). Atenas y toda Grecia formaban parte entonces del Imperio otomano y Sir Thomas arrancó de los frisos y metopas las famosas esculturas y las envío a Londres, junto con una cariátide del Erecteion y otras obras. Hoy, como es sabido, los mármoles de la Acrópolis son el principal contencioso que enfrenta al Reino Unido con Grecia, ambos, países de la Unión Europea.
Durante muchos años también los Museos Nacionales Españoles fueron incorporando a sus fondos, piezas de diversa procedencia. En aquellos tiempos: siglo XIX y, al menos durante la primera mitad del siglo XX, la concentración podía justificarse por el intento de salvar determinadas piezas que, por su valía, corrían el riesgo de desaparecer. Hoy, en verdad, esto ya no tiene mucho sentido. Primero, la propia configuración del Estado ha roto con la administración centralista; segundo, existe una mayor conciencia social y una mayor protección legal del patrimonio y, tercero, la proyección social de los centros y lugares históricos no puede llevarse a cabo si se menoscaba su contenido patrimonial.
Por eso, cuando de lo que se trata es de potenciar y proyectar socialmente los centros históricos –y Ciudad Rodrigo lo es-, no se entiende la reciente actuación del Ministerio; tampoco se entiende que la decisión sobre el futuro del Calvario la deba tomar el patronato del M.N.E. Eso suena a lavarse las manos de algo en lo que el Ministerio de Cultura tiene toda la responsabilidad y competencia. Pero lo peor es que suena a una auténtica excusa, me temo que para perpetrar y consumar una decisión previamente tomada hace años (a pesar de las muchas palabras de promesa): que el Calvario de Juan de Juni se quedará en Valladolid y no volverá a Ciudad Rodrigo. Contra esta decisión entiendo que no hay que resignarse (pues nos asiste la fuerza de la razón) y seguir reivindicando la ubicación en el palacio de los Águila de esta obra, creada en 1556 para Ciudad Rodrigo, ciudad en la que debe estar.
José Ignacio Martín Benito. Presidente del Centro de Estudios Mirobrigenses.
Web del Centro de Estudios Mirobrigenses:
http://www.centrodeestudiosmirobrigenses.com/
Fotografia del Departamento de Arte de la Universidad de Salamanca, cedida por la web del centro de Estudios Mirobrigenses