México, en Girona
Por Tomás Alvarez
El centro cultural de Caixa Girona ha aportado al ambiente cultural de esta bella ciudad catalana una nueva exposición, en este caso sobre los tipos, actividades y costumbres en México, a la luz de la pintura.
La pintura es un testigo fundamental que nos revela los múltiples aspectos de la sociedad mexicana. La muestra “Pintura y vida cotidiana en México, siglos XVII al XX” es un magnífico ejemplo para comprobarlo.
El centro cultural de Caixa de Girona, activa institución financiera catalana, acoge esta muestra que permite hacer un recorrido por más de 300 años de la historia de México a través de su pintura, mostrando cómo éste ha sido un territorio de un notable vigor cultural, donde a una avanzada civilización prehispánica sucedió una fecunda cultura caracterizada por las implantaciones culturales occidentales.
Esta exposición podrá verse en Girona hasta el 2 de febrero del 2003 y llega patrocinada por Fomento Cultural Banamex, A.C., la Fundación El Monte de Sevilla y la Fundación Caixa de Girona. Empezó a gestarse hace 5 años, y es el resultado de un exhaustivo trabajo de investigación realizado por 4 historiadores de la Universidad de filosofía y letras de la Universidad Autónoma de México.
Su objetivo, era localizar, estudiar y enseñar obra pictórica de gran calidad estética que ilustrara y facilitara un análisis riguroso de la vida cotidiana de México describiendo la formación de su cultura, heredera de tradiciones indígenas y occidentales milenarias y creadora de una manera propia de ver y disfrutar la vida.
Las obras expuestas, que han sido cedidas por 35 museos y diferentes colecciones institucionales y particulares, son una selección de las más de 200 pinturas que integraron la exposición que, bajo el mismo título, se presentó en 1999 en el Palacio Itúrbide de Ciudad de México.
En total se exponen 59 obras que muestran escenas de la vida pública, la vida religiosa, el trabajo, los actos festivos, la arquitectura, el mobiliario o el vestuario, entre otras, que han sido representadas por pintores "novohispanos" y mexicanos que han dejado, con sus obras, un legado artístico e histórico inestimable.
Lejos de centrarse en grandes personajes y hechos históricos, esta exposición explica la crónica diaria de México, dando a conocer la personalidad histórica y social de lo que ha sido y de lo que es hoy este gran país.
La responsable de la exposición, Conchita Fernández, ha explicado que "los temas abordados hablan por si mismos, es una exposición, en términos generales, de sencilla lectura".
Las pinturas de la exposición engloban el periodo histórico comprendido entre 1650 y 1952, son creación de 39 artistas y 13 anónimos y están expuestas de modo que muestran cómo han ido cambiando las costumbres y la personalidad del país.
Entre las obras incluidas en "Pintura y vida cotidiana en Méjico: Siglos XVII al XX" pueden citarse las de José Clemente de Orozco, Antonio Ruíz "El Corcito", Rufino Tamayo o David Alfaro Siqueiros. De Siqueiros se pueden contemplar dos obras y una de ellas, "El diablo en la Iglesia" (1947), está considerada una de las obras estrella de la colección del Museo de Arte Moderno de Ciudad de México.
La exposición está dividida en diferentes áreas temáticas relacionada cada una de ellas con los grandes temas que marcan y definen la vida cotidiana en México, los ciclos de la vida, la familia, el ámbito doméstico, el baile, los lenguajes de amor, los caminos, el deseo, la represión, la reclusión, el trabajo, entre otros.
Dentro de esta división temática se han ordenado por periodos históricos que van desde el Virreinado a los siglos XIX y XX. Con ello se consigue examinar cómo ha variado la vida de las gentes de la calle y de las elites directivas a lo largo de los últimos siglos.
La exposición explica aquellos caracteres específicos que identifican las formas más auténticas de la cultura "novohispana" y mexicana y como los artistas han ido reflejando estos caracteres en sus obras durante el paso del tiempo.
Las obras de los grandes pintores de esta muestra son, según Conchita Fernández, "un retrato decidido a representar la realidad social, muchas llevan una segunda lectura, tienen calidad artística, pero también son documentos históricos de los periodos que tratan".
Este montaje propone además otra visión que está marcada por los colores que hacen de soporte a las pinturas. Las obras que parten de temas relacionados con la vida privada se han colocado en plafones pintados con diferentes gamas de azules, y los temas de carácter público o social, están sobre gamas de rojos amarronados.
La exposición enseña a mirar y a entender la pintura no únicamente como un espejo de la realidad, sino como productora de una realidad concreta.
En el magnífico catálogo, Gustavo Curiel y Antonio Rubial analizan los ritos públicos y usos privados en la pintura virreinal. Comienzan señalando que durante los tres siglos de dominación española México fue escenario de “un fenómeno único en el mundo: hombres y mujeres de todas las latitudes de Europa, Asia y Africa se mezclaron entre sí y con los habitantes y civilizaciones aborígenes para producir una de las experiencias humanas más excepcionales de las que se tiene noticia en la historia. Sin negar el hecho de que tales encuentros fueron ocasionados por una violenta conquista militar y el traslado forzosos de poblaciones esclavizadas, no se puede pasar por alto que lo que se produjo fue una cultura novedosa, de gran variedad y vitalidad.”
La pintura virreinal reflejó ese mosaico social y la evolución de la vida cotidiana, aunque en muchos casos el objetivo de la obra no fuere específicamente el representar el ámbito de la vida diaria. En retablos, retratos, pintura de biombos o en las novedosas temáticas de la Ilustración, más volcada a un afán clasificador y búsqueda de lo exótico, se pueden ver hábitos, rasgos, vestimentas, mercados, fiestas, paisajes, etc.
Angélica Velázquez Guadarrama analiza las pervivencias novohispanas y el tránsito a la modernidad, reflejando cómo la Ilustración y el pensamiento liberal que condujo a las Leyes de Reforma, en la mitad del XIX, vinieron a alterar las costumbres tradicionales de una sociedad estamental que tenía ya sus propias formas de entender la vida, la muerte, el trabajo, la intimidad o las relaciones interpersonales.
También refleja como la fundación de la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos de la Nueva España, entre 1781 y 1785 marcó el inicio del cambio de la posición del artista en la sociedad. En paisajes y escenas costumbristas se va viendo el paso a la modernidad y el ascenso de una nueva clase burguesa y rectora
Finalmente, Fausto Ramírez analiza “Los saldos de la modernidad y la revolución”, donde se refleja la evolución de la primera mitad del siglo XX, cuando el arte pierde identidad objetiva con la vida social, y pasa a ser reinterpretado y reconstruido por el pintor, mediante técnicas y simbologías.
Es éste un periodo en el que ve la pugna urbano-rural, la mutación de modas, la mercadotecnia y la eclosión de la comunicación y la industrialización, todo lo cual modifica costumbres y comportamientos tradicionales e incluso religiosidad. Lo religioso se sustituye por lo pagano y comercial. Cristo queda agonizando “mientras las modernas sirenas, prisioneras en sus leves maillots, dejan oír su canto, doran sus cuerpos por el sol y baten sus recortadas cabelleras las brisas marinas, rompiendo con la tradición y marcando una nueva época”, según una “instantánea” de El Cronista de Guadalajara, escrita en abril de 1935.
Antonio Becerra Díaz. Los hacendados de Bocas, en la exposición de Caixa Girona