Adios a Eduardo Chillida
San Sebastián, España, 20 de agosto de 2002.
Desde el martes, 20 de agosto de 2002, El cuerpo de Eduardo Chillida uno de los mayores genios de la escultura moderna descansa bajo un magnolio, en un recoleto espacio de Chillida Leku, en territorio-museo del artista, en el País Vasco.
El silencio, el respeto, la amistad y la música de Bach le dieron un cariñoso adios. La familia del escultor cumplió ayer con la voluntad del artista, enterrando sus cenizas en el lugar de Zabalaga, donde la naturaleza arropa una gran muestra de su obra escultórica.
Chillida tenía 78 años, y murió en su casa de San Sebastián. Escultor y académico honorario de la Real de Bellas Artes de San Fernando, Chillida ha recibido los premios más prestigiosos del mundo y es uno de los artistas vascos más importantes de la segunda mitad de sigloXX. En su obra están impresos no sólo un profundo conocimiento del espacio y la forma, sino también del espíritu con el que inspiró toda su obra. “En todas las esculturas, el tiempo está presente si hay un ser vivo que las mira. En una escultura, el tiempo es añadido”, dijo en una ocasión señalando su obra
Según una crónica de Isabel M. Pita, Eduardo Chillida Juantegui nació en una tierra proclive al refinamiento y a la belleza, como es la capital de Guipúzcoa, San Sebastián, el 10 de enero de 1924; y en el seno de una familia de claras inclinaciones artísticas. Tercer hijo de Pedro Chillida y la soprano Carmen Juantegui, realizó el bachillerato en el colegio de los Marianistas y en la academia de Malax-Echeverría.
Ser jugador de fútbol fue la primera vocación de Eduardo Chillida y con ese propósito, a los dieciocho años, debutó como guardameta de la Real Sociedad, actividad que se vio obligado a abandonar a causa de una lesión producida en un encuentro celebrado en Valladolid.
“La portería es el lugar tridimensional del campo, es donde ocurren todos los fenómenos complejos del fútbol, cosas que tienen que ver con la geometría: por ejemplo, todas las salidas del portero en busca del que viene son para hacer más pequeña la portería; o lo del penalti, yo tenía la astucia de colocarme desplazado del centro y paraba penaltis por eso. Hay mucha gente que no sabe que a mí quisieron ficharme el Barcelona y el Real Madrid, ya lesionado, con cinco operaciones en la rodilla, pero mi padre se opuso. Tuve suerte, si no, ahora sería entrenador”, dijo en una ocasión.
En 1943 se trasladó a Madrid. Se dedica al dibujo y se acostumbra a practicar esta actividad con la mano izquierda para que "su mano fuera un instrumento al servicio de todo lo demás", según sus palabras.
Escultor de vocación tardía, Chillida realizó su primera obra: “un jinete arcaizante”, en 1948. Es en esa época cuando comienza a tallar torsos en bloques de yeso, influido por las esculturas del arte griego arcaico. En trabajos posteriores utilizó ya la fragua, el hierro, granito, madera, hormigón, tierra, alabastro y acero.
Durante dos años (1948-1950) residió en Francia y allí expuso por primera vez -un torso- en el Salón Mayo de París en 1949 y al año siguiente participó en la exposición "Les mains éblouies" de la galería Maeght.
En 1950 regresa al País Vasco, donde se casa, el 28 de julio, con Pilar Belzunce, a la que conoció cuando ambos eran muy jóvenes. Fue en la baranda de La Concha cuando la vió, tenían quince años, y Eduardo Chillida pensó para sí: “Mi mujer”. Contaba Pilar que ya entonces, aunque Eduardo ni lo supiera, su novio nunca llevaba dinero en el bolsillo: “Me invitaba al cine, llegábamos a la taquilla y resulta que no podía pagar, no entendía qué era el dinero”.
El matrimonio tiene ocho hijos: Guiomar, Pedro, Ignacio, Carmen, Susana, María, Luis y Eduardo y 23 nietos. Tras su vuelta a España, el artista, junto a su esposa, se instala en Hernani, donde comienza a colaborar con el herrero José Cruz Iturbe con quien realiza su primera obra abstracta en hierro "Ilarik", 1951, que significa “Piedra funeraria” en euskera.
Más tarde, la pareja se instalaría definitivamente en su ciudad natal, en Intzx Enea, situada en el Monte Igueldo, junto a la Bahía de La Concha de San Sebastián, una casa sobre roca de mar, situada encima de su escultura “El Peine de los Vientos” (1977).
Durante diez años trabajó en hierro, incluidas las puertas de la basílica de Aranzazu (1954) y hacia 1960 volvió a las grandes esculturas de granito. Su primera exposición la presentó en Madrid en 1954 en la galería Clan y, rápidamente se sucedieron trabajos y éxitos.
Entre los reconocimientos obtenidos destacan, en el año 54, el premio Kandinsky concedido en 1960 por parte de Nina Kandisnsky; en 1981 fue condecorado en Madrid con la medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes y en 1983 fue nombrado académico de la Royal Academy of Arts de Londres. Ese año, el Gobierno francés le concedió el Prix National des Beaux Arts pour la Sculpture y en Estrasburgo recibió el Premio Europa. En 1987 recibió el Premio Príncipe de Asturias. y en 1988 fue condecorado en Bonn con la Orden para el Mérito de la Ciencia y la Cultura.
Galardonado además, con el Anillo Imperial de la ciudad de Goslar (Alemania), sus obras se encuentran repartidas por América y Europa. Ciudades como San Sebastián, Vitoria, Madrid, París, Dusseldorf, Houston o Washington tienen alguna de sus creaciones.
Reconocido nacional e internacionalmente, lo más florido de su obra (57 esculturas) se expuso en 1980 en una gran muestra antológica en el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid, y en diciembre de 1984 recibió, en París, el Premio Nacional Francés de Escultura, siendo la primera vez que esta distinción recaía en un español.
“Chillida leku” y “tindaya”, sus grandes sueños.
En junio de 2000 Bilbao homenajeaba al artista vasco dando su nombre a una plaza en la que se ha instalado su obra "Lugar de encuentros IV". Dos meses más tarde, los reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, inauguraron en la localidad guipuzcoana de Hernani el Museo "Chillida Leku", en un acto al que asistieron, entre otros, el presidente del gobierno, José María Aznar, el canciller alemán Gerhard Schroeder y el lehendakari vasco, Juan José Ibarretxe.
El museo al aire libre "Chillida Leku" se encuentra en el término municipal de Hernani, a diez kilómetros de San Sebastián, en un viejo caserío del siglo XVI llamado Zabalaga que la familia adquirió en 1982 para que el artista pudiera presentar de forma permanente al público su obra.
Después de ver cumplido así el sueño de tener un museo al aire libre, el escultor esperaba ver materializado su otro deseo escultural: horadar artísticamente la montaña de Tindaya, en Fuerteventura.
El proyecto, aprobado en octubre de 1998 por el Gobierno de las Islas Canarias, y cuestionado por sectores ecologistas y políticos de la isla, consiste en la excavación en el interior de la montaña de un cubo de 40 metros de lado y una galería de acceso de 16 por 16 metros de sección y una longitud aproximada de 100 metros con pozos de iluminación y ventilación.
Mientras, el artista vasco continuaba divulgando su obra. En marzo de 2001 vio cumplido otro de sus aspiraciones al exponer junto a su hijo pequeño, el pintor Eduardo Chillida Belzunce, en Madrid, la muestra conjunta titulada "Relevos".
Recientemente, en enero de 2002, el Museo Wilhelm Lehmbruck de Duisburg (noroeste de Alemania), acogió una muestra de 141 obras del insigne donostiarra bajo el título de "El espacio es un misterio". El artista es muy querido por el público alemán, sobre todo desde que una de sus obras, titulada "Berlín" y símbolo de la reunificación germana, se ubicó en la entrada de la Cancillería en Berlín.
Pensamiento y obra del artista.
En un primer período de su vida artística, Chillida centra su obra en esculturas metálicas, las puertas de la basílica de Aránzazu son de esta época, para más tarde utilizar el granito como material para su obra. Al mismo tiempo realiza una labor prolífica en dibujos y grabados, generalmente relacionados con el mundo de la literatura.
Su concepción de la escultura está íntimamente relacionada con el espacio, un espacio al que concede atributos simbólicos y materiales, un entorno en el que el artista talla y transfigura la idea en obra de granito o acero. Buen ejemplo de ellos son los Peines del Viento, en donde tres grandes piezas de acero (de 10 toneladas cada una) se colocan al final del paseo Ondarreta, en pleno acantilado, actuando de verdaderos peines del viento constante de San Sebastián. “En esta y en todas las esculturas, el tiempo está presente si hay un ser vivo que las mira. En una escultura, el tiempo es añadido”, dijo en una ocasión señalando su obra.
La geometría con la que dibuja ese aire y le concede su expresión destila metafísica, no en vano el artista se impregnó de los místicos europeos: Eckhart, Henri Suso, Jacob Bohème, San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, de Lao-Tsé, de la poesía de Rimbaud, Baudelaire, Bachelard, René Char, de los poetas Bonnefoy, Octavio Paz, Jorge Guillén, de los románticos como Novalis o filósofos: Bergson, Heidegger y sobre todo uno de sus grandes maestros ha sido Juan Sebastián Bach.
“Bach y la mar son mis maestros, nunca diferentes, pero nunca iguales”. Un gran músico y uno de los cuatro elementos de la naturaleza para inspirar la labor creativa de un inmenso artista, que nunca dejó de ser humilde ni de preocuparse por los designios humanos y divinos. No en vano, en su concepción del arte, Eduardo Chillida nos dejó no sólo una frase bien dicha sino el pensamiento trascendente de un hombre que dedicó su vida a explorar los estados inalcanzables del ser humano:
“El arte está ligado a lo que no está hecho, a lo que todavía no se crea. Es algo que está fuera de ti, que está más adelante y tienes que buscarlo. Soy un hombre que trata de hacer lo que no sabe hacer”.