En 1816, Goya puso a la venta esta serie gráfica compuesta por 33 estampas taurinas. No fue un éxito comercial; el público no estaba acostumbrado a una visión tan rotunda y dramática del mundo de los toros.
En realidad, Goya realizó una serie mayor, pues se conservan otras siete planchas en los reversos de otros tantos cobres, y que él descartó; así como otros cinco trabajos, de los que sólo se conocen las pruebas de estado, con lo que el conjunto de estampas taurinas estaría en cuarenta y cinco.
Frente a la visión tradicional del ámbito taurino, costumbrista, amable y placentera, Goya resaltaba los claroscuros, la tensión, el drama, lo siniestro. El material quedó casi todo en manos del autor. Su nieto Mariano fue quien vendió aquellos trabajos, a partir de 1854, y sobre todo a coleccionistas franceses, donde el pintor español ya había adquirido una notable fama, como referente básico de la pintura del XIX.
La serie fue realizada en la misma época en la que Goya hizo otra serie famosa, Los desastres de la Guerra, en la que también plasma la hondura del drama bélico. Es un tiempo en el que el autor está desencantado de la sociedad, tras conocer a fondo la miseria humana y la muerte (en la guerra) y la censura y la escasez económica (en la restauración de la monarquía absolutista).
En la serie se presentan estampas alusivas a la historia del toreo y a los lances taurinos de su época, con las innovaciones y extravagancias de alguno de los toreros de entonces, para finalizar con las alusiones a la muerte, donde destaca la del matador Pepe Hillo, cuya cogida conmocionó a la sociedad de inicios del XIX.
No estamos ante una serie de estampas en las que se habla de historia sino de drama. El pintor –según se puede apreciar en los bocetos- empieza a presentar una escena general y a medida que avanza la obra va abandonando figuras y utilizando las sombras para centrar la imagen en el enfrentamiento entre el animal y el hombre, un hecho alocado, irracional, violento y trágico. Al final no prevalece la muerte del astado, sino la del héroe popular. Un análisis nada ortodoxo de “la fiesta”.
Según algunos estudiosos, Goya –aficionado a los toros desde juventud- con esta serie entró en el debate sobre la legitimidad de la tauromaquia, un tema recurrente en los círculos ilustrados y con distintos intelectuales opuestos al espectáculo. En un momento de censura, el pintor –ya maduro- recurrió al tema de la fiesta para aportar obra al casi inexistente mercado de estampas de Madrid, con una serie sin carácter político o ideológico, pero no fue capaz de dejar sin expresar sus sentimientos de repulsión hacia la violencia.
El proceso creativo.
El Prado –con el patrocinio de Wintertur- ha dividido el ciclo en dos parte. La primera la exposición de “La Visión Crítica de la Fiesta”; la segunda – que se presenta del 9 de octubre al 7 de enero- el análisis de “El proceso creativo de la Tauromaquia”.
La exposición propone un recorrido a través de los procesos de elaboración de la serie: dibujos preparatorios, pruebas de estado y estampas definitivas, en el que se comprueban los aspectos técnicos y el hilo conductor “perfeccionista” de la obra de Goya.
Para recrear este proceso ha habido que buscar las pruebas de estado en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Petit Palais de París. Estas se comparan con los ejemplares de la primera edición, del Museo del Prado, y a fin de ver el proceso completo se aporta una de las láminas de cobre, de la Calcografía Nacional.
Toda esta visión se complementa con conferencias a cargo de los historiadores Martínez Novillo y José Miguel Medrano; del pintor Eduardo Arroyo y –como colofón y novedad- del matador de toros Luis Francisco Esplá, primer torero que pronuncia una conferencia en la gran pinacoteca.
Un trabajo de orfebre.
La muestra pretende llamar la atención en cómo Goya "desde el primer momento tenía las ideas muy claras. A diferencia de otros artistas, hacia pocos dibujos preparatorios y en ellos se aprecia lo esencial de la imagen final", opina José Manuel Matilla, comisario de la muestra.
Goya –dice- trabajaba con la minuciosidad de un orfebre y realizaba durante el proceso de creación unas correcciones muy sutiles "pero nunca gratuitas, destinadas básicamente a conseguir mayor expresividad y a mostrar la violencia entre toro y torero”.
La muestra forma parte de un conjunto de iniciativas destinado a examinar a fondo las series de grabados de Goya y que ha supuesto un trabajo de cuatro años. En toda ella destaca su importante contenido didáctico.
Miguel Zugaza, director del museo, señaló que con esta exposición concluye un ambicioso programa que ha permitido la revisión de importantes fondos del museo y destacó precisamente como uno de los méritos del ciclo de exposiciones la labor didáctica llevada a cabo.