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Sala Reservada

El Museo del Prado ha abierto una magnífica exposición titulada “La Sala reservada”, con los desnudos que antaño no podían ver mas que los magnates del reino.

Obras maestras de Durero, Tiziano, Veronés, Rubens, Reni o Goya, enlazadas todas con la temática del desnudo, permiten demostrar varias cosas: arte, la inmensa potencialidad y riqueza del Museo, y cómo en la Edad Moderna hubo un “diálogo” entre artistas en temas concretos como este.

El amor al desnudo Los monarcas españoles, tendidos como fieles servidores del ideal católico, amaron tradicionalmente la pintura de desnudos, entre ellos el propio y austero Felipe II.

Pero fue Felipe IV quien se hizo con la más rica colección conocida, por herencia, encargos y compras. El rey, muy amante de la pintura, no dudó en decorar los salones más íntimos de su palacio, entre ellas el salón al que se retiraba inmediatamente después de comer para gozar… con una siestecilla; una sistecilla rodeado de cuadros mitológicos de Tiziano, en los que destacaban los desnudos.

El propio rey engrandeció su gran colección con lo mejor de la obra de Rubens, después de que este falleciera en 1640. Fue así como cuadros llenos de belleza femenina, como Las tres gracias, El rapto de Paris o Diana y Calixto.

Fue así como se fue haciendo la gran colección, que cuenta con obras excepcionales de Durero, Tiziano, Tintoretto, Veronés, Carraci, Reni, Rubens, Furini y Goya.

Uno de los sucesores de la corona, Carlos III, no tuvo tanto cariño a estas obras e incluso pensó en destruirlas. El pintor Mengs y el ministro Esquilache le hicieron mudar de opinión, para gloria de los propios fondos del Museo del Prado.

La Sala Reservada En 1762, Carlos III, una vez que desistió de quemar los desnudos, decidió encerrarlos en dependencias cercanas a los palacios reales. Treinta años más tarde, la Real Academia de San Fernando solicita el envío de las colecciones de desnudos para que sirvan de “estudio de colorido”. Los desnudos pasan a Salas Reservadas, que sólo podían ver determinadas personas, básicamente altas jerarquías.

Sólo en 1838 desapareció el concepto de Sala Reservada, porque los cuadros se integraron definitivamente en las distintas “salas nacionales” del Museo Real.

La colección presentada Son 23 cuadros lo que integran la actual selección realizada por el Museo de El Prado, del 28 de junio al 29 de septiembre, organizada por Javier Pertús

Entre las sorpresas, la contemplación del cuadro de Adán y Eva de Tiziano, al lado de la copia que del mismo hizo Pedro Pablo Rubens, una copia fiel en algunos aspectos y profundamente innovadora en otros, que nos sirve para comprar a ambos genios.

De Durero, se presentan las tablas de Adán y Eva, hechas en 1507, regaladas a Felipe IV, obras que Carlos III pensó en quemar, por reflejar un temprano desnudo, afrontado de forma sumamente directa.

De Tiziano hay una colección magnífica: La Bacanal (1523); Venus recreándose en la música, Adán y Eva, Dánae y Venus y Adonis; todas ellas de una notabilísima calidad.

De Jacopo Tintoretto se muestran La dama que descubre el seno, Susana y los viejos y José y la mujer de Putifar.

De Veronés está Venus y Adonis, de una temática habitual en el ámbito amatorio. De Annibale Carraci también hay un bellísimo Venus, Adonis y Cupido, en la que destaca la carnalidad de los personajes. Por su parte, de Guido Reni está el magnífico Hipómenes y Atalanta, en el que destacan los movimientos corporales de ambos protagonistas del cuadro.

Rubens es, con Tiziano, eje de la muestra. Están las obras de El rapto de Europa, Adán y Eva, Ninfas y sátiros, El juicio de Paris, Las tres Gracias, Diana y Calixto y Andrómena y Perseo.

Del florentino Francesco Furini está el cuadro Lot y sus hijas, una obra de gran interés por el planteamiento de la misma y la carnalidad de las jóvenes.

Finalmente, de Francisco de Goya, se presenta sus majas: la maja vestida y La maja desnuda, cuadro inmortales del genio aragonés y siempre polémicos (el de la desnuda) en los tiempos en los que la represión moral arrecia.

En la presentación de la muestra, Javier Portús, comisario de la misma, recalcó que los pintores de los siglos XVI o XVIII tenían conocimiento de lo que hacían sus contemporáneos y –aún viviendo en países distintos, mantenían un dialogo artístico por encima de las fronteras.

En este sentido, destacó la relación de las obra de la muestra entre sí, aunque en los planes expositivos de los museos no se pongan juntas, porque primar los criterios de las escuelas nacionales.

También expuso la calidad de las obras y dijo que la pintura del desnudo es un arte por excelencia, porque estudia los gestos, la anatomía y el color. De forma que un pintor que realice de forma acertada la coloración de un desnudo es –como se ha demostrado- perfectamente válido para tratar acertadamente el cromatismo de cualquier otra realización.

Tiziano: Adán y Eva, en el Museo del Prado.

Tiziano: Adán y Eva, en el Museo del Prado.

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