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¡Ojo al ozono!

El 16 de septiembre se celebró el día Internacional de Protección de la Capa de Ozono con expectativas poco halagüeñas. Aunque el Protocolo de Montreal para reducir el ataque químico es un paso adelante para su recuperación, la actividad humana sigue retrasándola.

Las sustancias destructoras de la capa de ozono emitidas en décadas pasadas (CFC, HCFC y bromuro de metilo), unidas a las que se siguen emitiendo, están acumuladas en la estratosfera haciendo que este problema siga existiendo. Además, según las últimas investigaciones científicas, existe el riesgo de que el problema se agrave con el cambio climático. Incluso se teme que, en los próximos 20 años, pueda formarse otro agujero sobre el Polo Norte.

Este agujero podría tener la misma superficie que el actual y emitiría niveles de radiación ultravioleta sin precedentes sobre 700 millones de personas y el medio ambiente.

Según de "Environment Canada"*, ya está demostrado que el cáncer de piel tipo no-melanoma es consecuencia de las radiaciones UV-B. Los estudios estiman que a un ritmo de crecimiento del agujero de la capa de ozono de un 10%, los casos de este tipo de cáncer aumentarían un 26% (unos 300 mil casos nuevos al año en el mundo) y se producirían unos 2 millones de casos nuevos de cataratas al año.

Dice Greenpeace que "sólo si todos los países cumplen con el Protocolo de Montreal, el agujero de la capa de ozono comenzará a recuperarse a partir del 2050. Es urgente eliminar la fabricación y uso de todas las sustancias destructoras de la capa de ozono, como el CFC, el HCFC y el bromuro de metilo y sustituirlas por tecnologías respetuosas con la capa de ozono como Greenfreeze, que utiliza amoníaco e hidrocarburos".

Para WWF, después de 17 años de la adopción del protocolo de Montreal, el tratado medioambiental internacional destinado a la protección de la capa de ozono, "los resultados del trabajo conjunto de 188 países que lo ratificaron están empezando a notarse", aunque, aseguran, "aún quedan retos por conseguir".

El director ejecutivo del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas (UNEP), Klaus Toepfer, denunció en un comunicado que existen "significativas lagunas de conocimiento" en los niveles verdaderos del uso mundial de bromuro de metilo, una de las sustancias químicas "más nocivas" para la capa de ozono. El uso de este pesticida se está retirando, en cumplimiento del Protocolo de Montreal, del ámbito agrícola, pero no se controla en el tratamiento de mercancías animales o vegetales que van a ser exportadas.

Un problema grave

El Día Mundial del Ozono conmemora la firma del Protocolo de Montreal en esa misma fecha -16 de septiembre- de 1987, que institucionalizó a nivel universal la preocupación por ese gas que limita la radiación ultravioleta del sol.

La mayor parte del ozono se encuentra en la atmósfera, dentro de la estratosfera, en lo que se conoce como capa de ozono y que contiene el 90 por ciento de este gas. La presencia de esta capa limita la dosis de radiación ultravioleta procedente del Sol que alcanza la superficie terrestre.

A mediados de los años 70 se descubrió que la liberación a la atmósfera de algunos componentes químicos creados por el hombre para uso industrial podían destruir el ozono presente en esa capa, provocando su adelgazamiento. Este hecho podía ocasionar, entre otras cosas, un aumento de los casos de cáncer de piel y de cataratas en los ojos, de modo que los investigadores Mario Molina y F. Rowland alertaron sobre el papel de los Compuestos Clorofluorcarbonados (CFCs) en la desaparición del ozono estratosférico y, en 1995, por sus investigaciones sobre la materia ambos fueron distinguidos con el premio Nobel de Química.

La preocupación por estos hechos llevó a los gobiernos del mundo a acordar la Convención de Viena en 1985 con el fin de tomar las medidas adecuadas para proteger la capa de ozono y, dos años más tarde, a la elaboración de un texto conocido como el Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas.

El protocolo marcaba unos plazos para la prohibición de la fabricación de las sustancias que propiciaban el deterioro del ozono en la estratosfera, y potenciaba la investigación, desarrollo y fabricación de sustancias que lo preservasen. En los años 80 los investigadores antárticos descubrieron que a comienzos de la primavera y sobre la Antártida los niveles de ozono en columna comenzaban a disminuir, alcanzándose niveles alarmantemente bajos durante un corto periodo de tiempo. El fenómeno fue conocido como el agujero de la capa de ozono y la información fue publicada por la revista "Nature" en mayo de 1985 por un equipo de científicos del Reino Unido.

El problema, con diferentes oscilaciones, ha ido en aumento, ganando en extensión la zona abarcada por el fenómeno y en duración el tiempo que tarda en recuperarse hasta los niveles normales.

Los resultados de los modelos de predicción globales apuntan a una recuperación de los niveles de ozono presentes en la década de los setenta hacia la segunda mitad del siglo XXI (2050-2060). Sin embargo, continúan existiendo incertidumbres sobre el ritmo de recuperación ligadas a los efectos del cambio climático: aumento del contenido del vapor de agua en la estratosfera, aumento del metano o enfriamiento de la parte baja de la estratosfera, entre otros factores.

Por Artemio Artigas

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