Sería el librero Felipe Roberto quien publicase en Tarragona el “Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus aventuras, compuesto por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas”
La segunda parte del Quijote de Miguel, escrita por Miguel de Cervantes, aparecería un año más tarde, y en ella ya hay alusiones al Quijote de Avellaneda
Alonso Fernández de Avellaneda -sobre cuya identidad perduran todo tipo de dudas, trató en todo momento de ajustarse a los contenidos y personajes cervantinos. Y no sólo se apropió del contenido de la primera parte del Quijote, sino de la estructura y el estilo. Al igual que Cervantes, intercaló relatos cortos, y copió multitud de giros, expresiones, citas y dichos.
En la obra de Avellaneda, Don Quijote acabó en un manicomio de Toledo y Sancho como servidor de un aristócrata de Madrid. En la obra se anunciaba incluso una tercera parte.
En la actualidad, en general se menosprecia al Quijote apócrifo, pero es bueno recordar que esta obra, que se publicó en Tarragona, tuvo tal éxito en toda España que en el mismo 1614 se hizo una reimpresión, y que el propio Miguel de Cervantes se “apropió” de personajes de Avellaneda cuando dio a la luz la última parte de la vida del “ingenioso hidalgo”.
El Quijote apócrifo también fue traducido al francés y gozó de cierto éxito.
La obra de Avellaneda no sólo disgustó, sino que condicionó a Cervantes en varios aspectos. La mutación más conocida que hizo Miguel de Cervantes fue la de cambiar el itinerario de la Segunda parte, a fin de llevar al hidalgo y al escudero a Barcelona, con objeto de no coincidir en la historia de las justas de Zaragoza descrita por Avellaneda. Pero hay también incluso una mutación en la identidad de los propios viajeros e incluso en el ritmo de la narración.
Sin duda, todos estos temas serán motivo de estudio en este centenario del Quijote de Avellaneda
Portada del llamado Quijote apócrifo o Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote, de Alonso Fernández de Avellaneda.
Una de las escenas del Quijote debidas a Gustavo Doré (1863)