Uno de los grandes artistas españoles de la segunda mitad del siglo XX nos dejó calladamente, en el inicio de este verano del año 2022: Rosendo García Ramos, conocido artísticamente como Sendo.
Por Tomás Alvarez
Leonés de origen y sentimiento, universal en su vida y concepción artística, Sendo alcanzó relevancia hacia la década de los setenta, cuando se le consideró como unos de los pintores destacados de la vanguardia artística del País Vasco, donde residía entonces. Su retorno a la tierra de origen (ubicó su residencia en San Justo de la Vega, León) le alejó de los centros de arte, aunque él siguió creando con una calidad fuera de lo común.
Hoy, cuando su taller quedó definitivamente silencioso, nos queda el recuerdo de su carácter y una obra extraordinaria, en la que se aprecia un enorme dominio técnico visible en su creación que oscila entre el realismo y la abstracción, pero que tiene una maestría especial en la captación del movimiento.
Una vida dedicada al arte y al diseño
Nacido en San Justo de la Vega, en 1948, Sendo estudió en la Escuela de Arquitectos Técnicos y en Bellas Artes en Madrid y Bilbao, y ha sido catedrático de Dibujo, tarea ejercida en España y en Lisboa, donde fue docente del Instituto Español.
Siempre fue un personaje inquieto, ansioso por conocer el mundo, las vanguardias y los territorios. Un dato confirma esa vocación viajera: su larga marcha por Europa a lomos de una Vespa, hace medio siglo, visitando centros artísticos y contactando con diversos personajes del arte o la literatura.
Sendo expuso en salas e instituciones de diversos puntos de España, Francia, Chequia, Polonia, Portugal, México y Japón, etc. Su obra se halla en destacados centros e instituciones, tales como el museo de Bellas Artes de Bilbao, la Biblioteca Nacional de España, el museo de Diseño del Papel Pintado de Múnich, así como en colecciones de España, Francia, México Portugal, y otros países.
Un personaje quijotesco
De carácter amigable, Rosendo García Ramos era un personaje, austero y silencioso, de rostro afilado, ojos vivarachos y bigote daliniano. Su figura, de aire quijotesco, se coronaba habitualmente con un sombrero negro, a juego con su sobria vestimenta.
Era parco en el hablar, y cuando lo hacía, el interlocutor encontraba en él no sólo al artista sino al hombre culto, viajero y poeta, una poesía que se muestra tanto su trazo violento, gestual, como en las obras realizadas con mayor serenidad, en las que emana la innegable armonía musical del color, otra de las características de sus trabajos.
El pintor habitaba en una colina de las cercenías de Astorga, al lado de la senda que conduce a los peregrinos hacia Compostela. Era un rincón querido, la Judiega, donde sentía el latido de los viajes y el calor de su propia historia, a la vez que contemplaba el pueblo donde nació, San Justo, y un horizonte montañoso dominado por el monte Teleno, el Olimpo de los antiguos dioses astures.
la hoguera de Queimoss
En la cima del otero en el que se asienta la casa se alza un crucero desde donde los peregrinos contemplan las montañas que han de cruzar en dirección al Finisterre atlántico; un crucero ubicado en el punto en el que, en el siglo V, el santo obispo Toribio se despidió llorando de su sede de Astorga, por mor de las disensiones religiosas con los priscilianistas.
Ese crucero es también parte de la historia de Sendo. Ante él, en 1987 montó una acción artística dramática y genial titulada Queimoss. Las imágenes tomadas de aquel evento, hace ahora más de treinta años, han quedado obsoletas técnicamente. Pero el rudimentario testimonio de Art-acción resulta sobrecogedor para el amante del arte.
Se inicia la imagen con una exposición de cuadros de gran formato en medio del campo. Declina la tarde a la par que la música se hace dramática, estridente. Mientras el sol avanza hacia el ocaso, se presentan los cuadros, unos magníficos trabajos de colores vivos y trazo kandinskiano. Lentamente, los cielos se tornan rojinegros, hasta que la oscuridad de la noche engulle al paisaje. Y entones surge la luz: es el fuego que devora el arte e ilumina los rostros de los paisanos del lugar que han acudido a la cima del otero para contemplar aquella “salvajada” de un pintor que se acerca a la cuarentena y que ya ha recorrido medio mundo.
Cuando le comenté el dolor de ver quemada aquella obra, Sendo respondió jocoso: “Era obra inacabada, le faltaba la pincelada final del fuego”
Espíritu neoexpresionista
Sendo, aparentemente cauto, esconde un espíritu propio del neoexpresionismo: furia provocadora, lenguaje pictórico agresivo, crudo, encaminado a despertar el nivel emocional dormido en el alma del espectador, las más de las veces aturdido por los mensajes alienantes de la sociedad de consumo. Su actitud recuerda a la de neoexpresionistas como Báselitz que no dudan en terminar una escultura de madera desfigurando el modelo a machetazo limpio.
Como los neoexpresionistas, Sendo gusta de presentar cuadros en los que conviven en un equilibrio inestable los elementos figurativos y los abstractos, generando unas composiciones de un intenso vigor emocional.
Como amigo, he sentido la marcha del pintor hacia los míticos Campos elíseos; como amante de la pintura, lamento que su obra siga desconocida para la mayoría de los amantes del arte...
Sendo. Don Quijote auxilia a Sancho, cuando este vomita el bálsamo de Fierabrás. Ilustracion para el libro Cosas de la Bucólica. La Gastronomía del Quijote. 2017
Sendo. Lucha libre. Carbón sobre tela, 1981.
Vendedor de periódicos IV. de la serie La letra pintada. Oleo sobre Lienzo. 2003
Sendo. Peregrino sediento. Bronce en la senda del Camino de Santiago. San Justo de la vega, León