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Las mujeres de Kimt

Madrid, junio de 2006

Por Ana Alvarez

La exposición “Gustav Klimt 1862 – 1918. Mujeres” ha sido traída a Madrid por la Fundación Mapfre, y constituye un buen paso para adentrarse en el complejo mundo femenino que tanto gustó a este pintor simbolista austriaco

La exposición se inauguró el 15 de junio y estará abierta hasta el 3 de septiembre. Es comisaria Annette Vogel. Está en la sala de exposiciones de la Fundación Mapfre (Avd. General Perón, 40, Madrid)

La muestra presenta un centenar de dibujos de Gustav Klimt, centrados exclusivamente en la imagen de la mujer. La mayor parte de ellos son desnudos, con un carácter fuertemente erótico.

Las bellas mujeres dibujadas comparten el espacio con desnudos demujeres ancianas y embarazadas y con estudios preparatorios para sus grandes lienzos. La exposición se completa con un conjunto de retratos femeninos

Los dibujos representan una parte esencial de la obra de Gustav Klimt; permiten asistir al proceso de creación de sus obras más importantes y, gracias a ellos, compartimos con el artista sus anhelos, sus rectificaciones y sus hallazgos.

Gustav Klimt representa, sin duda, el capítulo más brillante del arte vienés de finales del siglo XIX e inciios del XX. Nació en el entorno de Viena, ciudad en la que estudió, en la escuela de Artes y Oficios, y donde también aprendió artes decorativas

fundador de la Secesión, Klimt acostumbra a pintar mujeres desnudas o recubiertas por curiosos elementos decorativos en los que no falta la profusión del oro, flores y misteriosas geometrías. Esas mujeres, un tanto hieráticas y etéreas, parecen a veces semidiosas, bañadas por ese extraño y colorista oropel.

Amado y criticado –especialmente por una sociedad que veía obscenidades y subversiones en su arte, fue el máximo exponente vienés del Art Nouveau. Su pintura combina un exquisito preciosismo con intelectualidad y hondura en el sentimiento. Sus lienzos, escrupulosamente preparados, aún consiguen conmovernos profundamente, quizás porque son la expresión más sincera del momento histórico que le tocó vivir: un periodo de tensiones, y de cambios, del que nacerá el mundo moderno, y en el que también se transformará el arte y la percepción del mismo.

Si sus lienzos llaman la atención por su aire preciosista, mural y decorativo, los dibujos destacan por su inmediatez y espontaneidad. Resultan, por tanto, la expresión más sincera del temperamento apasionado del artista.

El carácter fuertemente erótico de la mayor parte de sus dibujos le valió en muchos momentos el apelativo de artista obsceno. De hecho, en sus dibujos aparecen de forma explícita buena parte de los tabúes sexuales de la época. Esto propició una infinidad de leyendas en torno al ambiente de relajación sexual que se respiraba en el taller del artista, e incluso provocó que el propio Klimt se alejara de la vida pública.

Sin embargo, los dibujos de Klimt son mucho más que una mera representación del profundo erotismo que se respiraba en los ambientes artísticos de la Viena finisecular (Es una Viena también en la que Freud aporta sus análisis en los que el sexo es un motor primario de la acción humana).

El recorrido por la exposición comienza con un conjunto de dibujos al carboncillo, que responden al periodo más académico de Klimt. Un segundo grupo de obras significativo está compuesto por dibujos preparatorios para sus grandes lienzos. Cabe destacar un espléndido boceto para uno de los personajes de La Medicina, uno de los polémicos paneles que Klimt realizó para la Universidad de Viena, así como otro estudio preparatorio para Tragedia.

Klimt prestó una inusitada atención a la belleza femenina en decadencia. Así, destacan diversos dibujos de mujeres ya ancianas, con los cuerpos ajados, muchos de los cuales le servirían como ensayo para Las tres edades de la mujer.

También retrató, con extrema delicadeza, una serie de mujeres embarazadas, algunas de las cuales remiten a su famoso lienzo Esperanza.

Los retratos femeninos, que ocupan una parte fundamental de la producción pictórica del artista, se plantean sobre el papel a través de una serie de mujeres sentadas con poses que denotan una fuerte libertad. Los rostros, apenas esbozados, destacan los labios carnosos, y permiten adivinar la impenetrabilidad de estas mujeres.

Los desnudos ocupan, sin duda, el grupo de mayor importancia. La obra sobre papel de Klimt está protagonizada por mujeres desnudas, de pie o tumbadas, distantes y ensimismadas, abandonadas a su intimidad más absoluta. No miran al espectador, salvo excepciones, aparecen naturales y lejanas a la vez, tal vez sorprendidas en su desnudez por el artista convertido en voyeur

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