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Guggenheim Bilbao. París, Fin de siècle

Bilbao, 12 de mayo de 2017
El Museo Guggenheim Bilbao aborda la escena artística parisina centrándose en las vanguardias francesas más importantes de finales del siglo XIX. Una ocasión excepcional para contemplar obras de la vanguardia francesa de finales del siglo XIX pertenecientes a algunas de las figuras más destacadas de estos movimientos, tales como Pierre Bonnard, Maurice Denis, Maximilien Luce, Odilon Redon, Paul Signac, Henri de Toulouse-Lautrec o Félix Vallotton.

Las aproximadamente 125 piezas, pertenecientes a fondos europeos privados, incluyen pinturas al óleo y al pastel dibujos, grabados y estampas, y son un claro reflejo de la situación política y socialmente agitada del momento, y presentan visiones utópicas de paisajes interiores y costeros, imágenes introspectivas y fantásticas, y retratos descarnados de la vida social.

El fin de siglo en París fue un período marcado por turbulencias políticas y transformaciones culturales. La crisis económica y los problemas sociales estimularon la formación de gran variedad de movimientos artísticos, y a finales de la década de 1880 emergió una generación de artistas que incluían a los neo-impresionistas, los simbolistas y los nabis, cuyos temas seguían siendo similares a los de sus antecesores impresionistas.

La ambición por capturar de manera espontánea momentos fugaces de la vida contemporánea dio lugar a trabajos anti-naturalistas en sus formas y ejecución, que buscaban provocar emociones en el espectador. En una visión de conjunto, esta agitada época muestra un terreno complejo de estéticas y teorías filosóficas divergentes, al tiempo que delinea los acontecimientos turbulentos en el umbral de un nuevo siglo.

Neo-Impresionismo
El Neo-Impresionismo hizo su debut en 1886, en la Exposición Impresionista de París liderada por Georges Seurat. Ese mismo año, Félix Féneon, crítico de arte y paladín de ese grupo, forjó el término “Neo-Impresionismo”. Al fallecer Seurat, Paul Signac tomó su lugar como líder y teórico del movimiento. A los principales neo-impresionistas —Henri-Edmond Cross, Maximilien Luce, Seurat y Signac— se unió Camille Pissarro, y otros artistas con similares intereses de países cercanos, como el pintor belga Théo van Rysselberghe. Estos pintores usaron teorías científicas sobre el color y la percepción para crear efectos ópticos, inspirados en nuevos métodos ópticos y cromáticos desarrollados por científicos.

Esta aproximación moderna y revolucionaria a la pintura se caracterizó por la yuxtaposición de pinceladas individuales de pigmentos para crear el efecto visual de un color intenso y único. Disponiendo colores complementarios y usando formas difusas, los neo-impresionistas producían composiciones en las que representaban el impacto de la luz sobre el color al ser refractada sobre el agua, filtrada a través de las condiciones atmosféricas, o propagada a través del campo. Sus opiniones políticas izquierdistas se hacían evidentes en representaciones de la clase obrera. Pese a todo, los neo-impresionistas no se guiaban por objetivos explícitamente políticos, y en sus representaciones deslumbrantes de urbes, suburbios, costas o campos, se reflejaba una búsqueda formal de lo armonioso.

Simbolismo
El Simbolismo empezó como un movimiento literario en la década de 1880. Su ideario fue resumido en 1886 con la publicación del “Manifiesto Simbolista” del poeta Jean Moréas en Le Figaro. Las filosofías idealistas y las cualidades formales del lenguaje no tardaron en infiltrarse en el campo de las artes visuales. El término “Simbolismo” se aplica a una variedad de artistas que comparten las mismas metas anti-naturalistas. Una de las figuras más importantes fue Odilon Redon, en cuyas representaciones encontramos cabezas flotantes e incorpóreas, insidiosas arañas, escenas desancladas de la realidad con significados enigmáticos y atrapadas en el silencio.

La mayor parte de los artistas conectados con el Simbolismo consideraban que las ciencias habían fracasado en su intento de remediar los males de la sociedad moderna. El espiritualismo y los estados mentales alterados empezaron a ganar terreno, poniendo de relieve el valor de imágenes evocadoras y oníricas. En estas obras se infiltró un lenguaje inspirado por los diseños orgánicos y formas arabescas del Art Nouveau.

El arte simbolista abrazó las narrativas legendarias, la temática religiosa, el mundo macabro de las pesadillas, lo fantástico, el drama de los paisajes psicológicos, lo espiritual, y lo etéreo. El Simbolismo buscaba sonsacar sensaciones abstractas y transmitir una experiencia universal en un suscitado deseo por la búsqueda de lo transcendental.

Los nabis y la cultura del grabado en los años 1890
La técnica del grabado vivió un renacimiento en Francia a raíz de la exposición de estampas japonesas en la Escuela de Bellas Artes en 1890. Los responsables de este renacimiento fueron los nabis, junto con el artista Henri de Toulouse-Lautrec. El arte de los nabis estaba influenciado por los colores planos y uniformes y la disposición de trazos del Sintetismo de Paul Gauguin, al igual que por las delineaciones y composiciones bidimensionales de los grabados japoneses.

La obra de los nabis estaba presente en medios como grabados, posters e ilustraciones de periódicos. Estos artistas se sentían atraídos por la libertad que la técnica del grabado ofrecía al ser considerado como un arte “popular” exento de las reglas académicas de la pintura. Los nabis experimentaron con las posibilidades que ofrecía el duro contraste de los grabados sobre madera, y testaron los límites de la litografía en color de innumerables maneras.

Destaca la figura de Toulouse-Lautrec, que centrando sus energías en el arte del cartel, representó de manera incisiva y reduccionista la realidad urbana, plasmada en creaciones de gran tamaño, atractivas y brillantes, que presentaban retratos caricaturescos de la vida bohemia de París: los cafés-concierto de Montmartre o los famosos actores, incluyendo La Goulue y Jane Avril. Esa vida animada, a menudo poco convencional, que celebran sus estampas y carteles, acabó por definir el París del fin de siglo.

Pierre Bonnard. La pequeña lavandera (La petite blanchisseuse). 1896.

Pierre Bonnard. La pequeña lavandera (La petite blanchisseuse). 1896.

Maurice Denis. Abril (Las anémonas). Avril (Les anémones). 1891.

Maurice Denis. Abril (Las anémonas). Avril (Les anémones). 1891.

Georges Seurat. Portera (Concierge). 1884.

Georges Seurat. Portera (Concierge). 1884.

Theóphile-Alexandre Steinlein. La muy ilustre compañía del Chat Noir (La très illustre Compagnie du Chat Noir). 1896.

Theóphile-Alexandre Steinlein. La muy ilustre compañía del Chat Noir (La très illustre Compagnie du Chat Noir). 1896.

Félix Vallotton. El extranjero (L´étranger). 1894.

Félix Vallotton. El extranjero (L´étranger). 1894.

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