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Rubens, en Navidad

El Prado presenta una muestra especial en la que une el interés por la Navidad y el arte. “Rubens. La adoración de los Reyes Magos” es un buen final para el año dedicado al gran pintor de Amberes.

Se incluyen también otras obras de Rubens que ayudan a contextualizar La Adoración de los Magos, y a explorar la creatividad del maestro flamenco. En los cuadros Santo Tomás y San Pablo, del entorno de 1613, se observa la costumbre de Rubens de repetir modelos: los dos santos muestran los mismos rasgos que dos de los magos que aparecen en La Adoración.

Los cuadros Filopomenes descubierto y La Inmaculada Concepción presentan también el estilo de Rubens en las dos fechas en que se pintó La Adoración de los Magos: Las figuras del primer cuadro son similares al aspecto que debió de tener La adoración en 1609, mientras que el cuadro de La Inmaculada fue pintado en Madrid en 1628-29, en el mismo momento en que tuvo lugar la transformación de La adoración.

El cuadro Paisaje con Psique y Júpiter fue pintado originalmente por Paul Brill, un paisajista flamenco afincado en Roma amigo del pintor. La decisión de Rubens de repintar parcialmente este cuadro demuestra que la transformación de La Adoración no es una excepción, sino un ejemplo de su forma de actuar como artista.

El pintor y la obra
Rubens es uno de los grandes genios que ha estado más de actualidad en el año 2004. Desde Nueva York a Viena se programaron muestras relativas a esta maestro. Tal vez la más destacada fue la de Lille, Capital Europea de la Cultura 2004.

El pintor nació en Westfalia, en 1577, pero sus padres eran de Amberes, a donde pronto volvería con ellos. Su educación fue muy amplia. Inició estudios de pintura en el taller de Verhaecht, y luego pasó al lado de otros dos maestros locales. Cuando cumplió la veintena ya se le consideraba en Amberes como un excelente artista.

Su estancia en Italia le reportaría una intensa experiencia en sus visitas a Mantua, Venecia, Génova y Roma, período en el que recibió la influencia de gentes como Tiziano, Tintoretto y Caravaggio. En esta época italiana, como enviado del duque de Mantua, estuvo por primera vez en Madrid, donde pasó largo tiempo estudiando los excelentes tizianos de la corte.

Vuelto en 1608 a Amberes, se casó con Isabel Brandt y empezó a atender a una gran clientela de la burguesía local. Su fama se multiplicó por toda Europa. Dominaba seis idiomas y era una especie de gran maestro de la cultura, por ello Amberes le confió el ornato urbano con ocasión de la llegada del cardenal-infante, don Fernando, el nuevo gobernador español de Flandes, quien poco antes había vencido en la batalla de Nцrdlingenen a una coalición de tropas de territorios protestantes.

La cortes europeas, principalmente España, Francia e Inglaterra, le encargaron importantes trabajos.

María de Médicis, reina de Francia, encargó al pintor dos serie de cuadros para el palacio de Luxemburgo; también realizó cuadros para Carlos I de Inglaterra, y -sobre todo- recibió una petición colosal del rey de España: 122 cuadros, para su pabellón de caza de Madrid (en esta tarea, Rubens contaría con la ayuda de Jacob Jordanes).

También hay una importante veta religiosa en su actividad. Rubens pinta inspirado por la Contrarreforma. Precisamente Flandes era la frontera católica, ante los territorios protestantes. Rubens también hizo cartones para tapicerías.

El pintor falleció en la propia ciudad de Amberes en 1640. Diez años antes se había casado por segunda vez, con Elena Fourment. Era un ser enormemente vital, arrollador, que desplegaba una inusual actividad. Fue incluso diplomático al servicio de la corona española. Contó con magníficos colaboradores para hacer su extensísima obra, llena de exuberancia y barroquismo, en la que destacan sus figuras plenas de luz y carnalidad.

Rubens acababa de volver de Italia, cuando recibió del Ayuntamiento de Amberes en 1609 el encargo de realizar La Adoración de los Magos, con la que la ciudad deseaba decorar la sala donde los representantes de España y de las Provincias Unidas del Norte de los Países Bajos firmaron la Tregua de los Doce Años. Tres años después, Amberes regaló la obra a Rodrigo Calderón, embajador extraordinario del rey de España. Caído éste en desgracia y ejecutado, en 1621 la pintura fue confiscada por la Corona. En 1628-1629, durante su segunda visita a España, Rubens decidió repintar el cuadro.

El cuadro
Gabriele Finaldi, director adjunto de conservación del Prado, escribió un interesante comentario sobre esta obra en los días en que se restauró:

En 1609 Peter Paul Rubens tenía 32 años. Acababa de regresar a su Amberes natal tras un periodo en Italia, rebosante de energía y deseando demostrar de lo que era capaz. Afortunadamente pronto le llovieron las oportunidades, entre las que se encontraba el encargo de pintar una gran Adoración de los Magos para el Ayuntamiento de Amberes. Su respuesta fue una obra de suntuosidad espectacular en la que sintetizaba todo lo aprendido en Italia. Este es el cuadro que se encuentra actualmente en el Museo del Prado. O, al menos, parte de él, como veremos más adelante.

Durante los ocho años que pasó en Italia, Rubens se dedicó a viajar y a estudiar. Visitó Venecia y fue designado pintor de la corte del Duque de Mantua, en cuya calidad realizó un viaje a España en 1603, donde pintó el magnífico retrato ecuestre del Duque de Lerma (Madrid, Museo Nacional del Prado).

En Roma realizó dibujos basados en obras de la antigíedad y en las de Miguel Angel y Rafael, empezando ya a concretar hasta donde llegaría su ambición como pintor. Ejecutó retablos de gran formato para los Jesuitas de Génova y para los Oratorianos de Roma, donde seguramente conoció a Annibale Carracci, a Orazio Gentileschi y al Caballero de Arpino, y posiblemente a Caravaggio, cuya obra tenía en gran estima.

Cuando los Capuchinos de Santa Maria della Scala rechazaron el retablo de la Muerte de la Virgen, realizado por Caravaggio, tachándolo de falto de decoro (se decía que la modelo que posó para la Virgen había sido una prostituta), Rubens convenció al Duque de Mantua para que lo comprara. Era íntimo amigo del pintor alemán, Adam Elsheimer, cuyas preciosas escenas nocturnas de pequeño formato adquirió para su colección personal, y formaba parte del círculo internacional de litterati, arqueólogos y clérigos eruditos, con quienes compartía la admiración por la antigíedad clásica y, en particular, por los escritos de Séneca, fascinación que le acompañó durante toda su vida.

Rubens pintó la Adoración de los Magos como un nocturno. San José y la Virgen aparecen a la entrada de un templo en ruinas, que simboliza la extinción del antiguo régimen pagano y el anuncio de la nueva Ley, para presentar al Niño Jesús a los tres Magos. Según San Mateo (el único de los evangelistas que recoge su visita) se trataba de hombres sabios procedentes de Oriente, pero para Rubens (como para gran parte de los pintores occidentales) eran Reyes. Visten magníficos atavíos regios, bordados en oro y forrados de pieles y se adornan con joyas preciosas, y van acompañados de un séquito real de pajes, soldados y esclavos.

De acuerdo con la tradición pictórica, Rubens los representa de razas diferentes: se entendía que los reyes significaban las naciones de la Tierra reconociendo a Cristo como Rey universal, y personificaban los tres continentes conocidos de Europa, Africa y Asia. En los Países Bajos era costumbre materializar a los reyes de diferentes edades, insinuando que representaban las Tres Edades del Hombre, volviendo a poner así de relieve la naturaleza representativa y universal de su homenaje.

Rubens hizo especial hincapié en los presentes que portan. El rey que está arrodillado ofrece un recipiente de oro lleno de monedas; el Niño, curioso, coge una de ellas. El regalo del oro se interpretaba como la majestad de Cristo, pero el Niño sostiene la moneda como si se tratase de la Sagrada Forma. Es quizás una alusión intencionada a su misión sacerdotal, que viene igualmente indicada por la estola que cuelga por un lado del pesebre. El rey negro porta un incensario como reconocimiento a la divinidad del Niño, y junto a él un paje sopla las brasas para mantenerlas encendidas. El rey que está de pie, ataviado con una espectacular túnica de seda escarlata, como un venerable senador veneciano, lleva una caja de oro llena de mirra, una esencia de savia de árbol que se usaba para embalsamar a los muertos, lo que se interpretaba como una alusión al futuro sacrificio y muerte de Cristo.

La Adoración de los Reyes fue pintada para el salón donde se acababa de firmar, en abril de 1609, la tregua de doce años entre España y las provincias protestantes disidentes del Norte de los Países Bajos. La tregua trajo una interrupción temporal de la guerra atroz que llevaba cuarenta años bañando en sangre las ciudades y los campos de los Países Bajos.

El tema del cuadro era susceptible de una interpretación política: los reyes, gobernantes políticos de su época, acuden a rendir homenaje a Cristo, Príncipe de la Paz, y en pos de ellos viene la salud y el bienestar. La paz trae consigo la prosperidad. Este es el tema central de las representaciones de Rubens y va unido a su posterior actividad como diplomático, durante la cual dedicó denodados esfuerzos para llevar la reconciliación a los estados litigantes.

Su cuadro de gran formato Minerva protege a la Paz de Marte, más conocido como "Paz y Guerra" (Londres, National Gallery), fue pintado en 1629-30, cuando Rubens se encontraba en Londres, para demostrar visualmente a Carlos I que era necesario para los intereses de Inglaterra y de España que él y Felipe IV llegaran a la reconciliación, pues de otra manera Marte aplastaría a la Paz desterrando a los beneficios de ésta – la prosperidad y las artes -.

A finales de la década de 1630 pintó Los Horrores de la Guerra (Florencia, Palazzo Pitti) y se lo envió a los Médici en Florencia; en carta dirigida a su compatriota Justus Suttermans, que era pintor de aquella corte, explicaba que una de las figuras "la apesadumbrada mujer vestida de negro, con el velo desgarrado, a la que han despojado de todas sus joyas, es la infortunada Europa que, desde hace tantos años, es objeto de saqueos, ultrajes y miseria.

El cuadro estuvo poco tiempo en Amberes. En agosto de 1612, las autoridades municipales decidieron regalarlo al embajador extraordinario de España, Don Rodrigo de Calderón, Marqués de Siete Iglesias. Calderón, que debía su carrera a la protección de Lerma, fue la víctima principal del cambio de régimen cuando Felipe IV subió al trono. Tras la incautación de sus bienes y su decapitación en la Plaza Mayor en 1621, el cuadro fue adquirido por el joven rey, muy interesado en la pintura, que se convertiría en el comitente más importante de Rubens.

Los cuadros sobre la Adoración de los Magos tenían un atractivo nato para los gobernantes, especialmente los más devotos, entre los que indudablemente se encontraba Felipe IV. Los Médici de Florencia, que debían su espectacular ascenso político a sus actividades como banqueros y a su red de patrocinio cimentada en su extraordinaria riqueza, encargaron varios cuadros de la Adoración de los Magos a Benozzo Gozzoli, Botticelli y Filippo Lippi, en algunos de los cuales los reyes tienen los rasgos de miembros de la familia. Las ofrendas de los magos al Niño Jesús proporcionaban una justificación religiosa a su riqueza y a su ascenso al poder: si los Médici empleaban su capital en beneficio de la Iglesia quedaría legitimada su importancia política. El propio Luis XIII de Francia, cuñado de Felipe IV, se había hecho representar en uno de los reyes de la Adoración de los Magos de Justus de Egmont (París, Musée du Louvre). La Adoración de Rubens fue colgada en el Palacio Real de Madrid.

El siguiente episodio de importancia en la historia del cuadro tiene lugar en 1629, durante la segunda visita de Rubens a Madrid. Por entonces, era ya el pintor más famoso de Europa y sus obras estaban muy cotizadas en las cortes de Italia, Francia, España e Inglaterra, así como en Flandes, donde era pintor de la corte de los Archiduques Alberto e Isabel, Gobernadores del territorio. En Madrid, donde compartía taller con Velázquez, pintó muchas obras, incluyendo los retratos de la familia real, así como una serie de copias de los cuadros de Tiziano de las colecciones reales españolas.

No se sabe si fue idea de Rubens o si fue una petición del rey: la Adoración de los Magos fue descolgada de la pared y desmontada de su bastidor y se añadieron tiras de lienzo de más de un metro de anchura en el lado derecho y en la parte superior, ampliando considerablemente la composición. Rubens pintó entonces la zona a la derecha de los dos musculosos esclavos que portan ofrendas, con reminiscencias de Miguel Angel, así como la parte superior del cuadro, por encima de la hilera de cabezas. La composición aumentó de tamaño y el número de dramatis personae se incrementó de 20 a 28.

A la derecha añadió el caballo y el joven criado y en la parte superior pintó su propio retrato vuelto de espaldas pero girándose para mirar, como si estuviera observando el cuadro que había realizado unos veinte años antes. Gigantescos camellos y criados con antorchas ocupan el resto de este lado de la composición. En la tira adicional de la parte superior pintó un cielo matutino, acentuando la transición de la noche al día a través del cuadro, y consolidando el tema de la Epifanía como nuevo amanecer histórico. Los dos ángeles, que confieren al acontecimiento un carácter gozoso y sobrenatural, fueron también añadidos en aquel momento.

Pero Rubens no se limitó a pintar las nuevas partes del cuadro. El encargo de agrandarlo le brindó la oportunidad de observar con mirada crítica su anterior trabajo y de revisarlo de acuerdo con su visión artística de finales de la década de 1620. Los cambios que introdujo quedan patentes al comparar el cuadro, tal como está en la actualidad, con el documento radiográfico y con una copia, que aún se conserva, realizada antes de agrandarlo. Alteró el perfil de la Virgen, dotándola de un rostro más lleno, y cambió su túnica de un gris pálido a un azul oscuro. También introdujo pequeñas modificaciones en las figuras, rectificando ligeramente sus actitudes o los detalles de su vestimenta. En el caso del rey negro, cambió el aspecto del incensario, al parecer para que destacara menos.

Tras su reciente restauración en el Museo del Prado, terminada en octubre 2002, la Adoración de los Magos ha recuperado la brillantez de sus colores y su actual estado de conservación está consolidado. Constituye un elocuente testimonio del arte de Rubens, como narrador y orquestador de composiciones de gran formato con figuras. Resulta fascinante apreciar los dos Rubens que muestra: el joven pintor recién llegado de su amada Italia, y el pintor mayor, con una madurez más prudente, en el principio de su cincuentena. Es también un testimonio del optimismo del artista frente a la cada vez más grave situación política de la década de 1620, optimismo arraigado en su fe personal en el Niño Dios al que los Magos acudieron a rendir homenaje.

El Prado presenta una muestra especial en la que une el interés por la Navidad y arte. “Rubens. La adoración de los Reyes Magos”

El Prado presenta una muestra especial en la que une el interés por la Navidad y arte. “Rubens. La adoración de los Reyes Magos”

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