La pequeña hogaza de pan tiene un realismo extremado; al espectador casi le dan tentaciones de tocar su corteza, de aspirar el olor de la pieza recién sacada del horno. La carne roja de las sandías resulta apetente, refrescante ...y la rodaja de salmón es tan perfecta que expresa un virtuosismo fuera de toda duda.
El Museo del Prado ha tenido ahora la feliz idea de organizar una exposición dedicada a este autor, muestra que ha servido, además, para avanzar en su conocimiento y catalogar su obra.
Meléndez es un pintor que trabajó principalmente para la familia real española; su obra está en gran parte en los fondos del Prado; pero hay algunas excelentes pinturas en otros centros internacionales, entre ellas “Bodegón con higos y pan”, actualmente en la National Gallery de Washington, que por primera vez se exhibe en España, con ocasión de la muestra.
Son 40 bodegones los presentados en el Prado y como ambientación de éstos, en medio de las salas se exhiben 26 objetos materiales; son piezas habituales en las cocinas tradicionales del siglo XVIII o algo posteriores, similares, en todo caso, a las que aparecen en las pinturas del maestro. Sirven para evaluar su afinada captación de la realidad y sorprenderse ante su prodigiosa ejecutoria. La selección de obras abarca un período entre 1760 y 1776.
Además de los cuadros del Museo, el proyecto reúne un grupo de obras de colecciones europeas y norteamericanas, pertenecientes al ámbito privado y a centros públicos.
Luis Meléndez nació en Nápoles, hijo del pintor miniaturista asturiano Francisco Antonio; con apenas un año la familia se trasladó a Madrid donde el artista desarrolló prácticamente toda su carrera. Se especializó en bodegones y realizó por encargo del entonces Príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, un grupo de 44 obras, su gran legado. Apenas hizo otra cosa que bodegones, aun así, un autorretrato que pintó cuando tenía unos 30 años, actualmente en el museo del Louvre, nos muestra a un artista orgulloso de sí mismo y con una técnica magnífica.
Su pintura sirve para conocer la vida cotidiana de las clases populares en el Madrid del siglo XVII. Los magníficos bodegones de la exposición nos acercan a la gastronomía de antaño, a las disponibilidades de las despensas, a los modos de comer y a los utensilios y recipientes de las cocinas de hace tres siglos.
Entre las viandas mas consumidas destaca la carne, la caza y sobre todo el tocino. También era apreciado el pescado, ya fresco o seco, a pesar de las dificultades de su recepción por la situación geográfica de Madrid, a 400 kilómetros del mar más cercano.
Los cuadros nos muestran las especias, el pan, que en el interior de España tenía fama de ser delicioso, frutas y verduras, así como las bebidas y los dulces, muy bien representados en toda la producción del pintor. En lo referente al ajuar Meléndez incluye en su repertorio ejemplos de cacharrería tradicional destinada al fuego o a servir de contenedor de líquidos, destacando pucheros, lebrillos, escudillas, orzas y cántaros. Casi toda esta producción procedía de la localidad de Alcorcón, cercana a Madrid, así como de otros puntos de España, como Talavera y Manises. Y aún de Tonalá (Guadalajara, México). No faltan otros materiales como el vidrio o las hermosas cestas...
La selección de obras, propuesta por los comisarios Juan José Luna, jefe del departamento de pintura del siglo XVIII del Museo del Prado y Peter Cherry, profesor del Trinity College de Dublín, permite conocer la variedad de temas y de formatos que utilizó el artista, así como los procesos de elaboración de sus composiciones. Todo un placer para el amante de los bodegones, en el que sorprende la labor de un pintor no excesivamente conocido por el gran público
El catálogo de esta exposición cuenta con textos de los dos comisarios de la muestra, Peter Cherry y Juan José Luna, conocidos expertos en la materia, así como un ensayo sobre los objetos de uso cotidiano en la época, escrito por Natacha Seseña.
El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, hizo la presentación de la exposición, visitable en el museo de El Prado hasta el 16 de mayo, y destacó que era un homenaje a este autor. La pintura de Meléndez –dijo- es una búsqueda de orden en la naturaleza y su visión analista se corresponde con la de su época, la ilustración.
Zugaza destacó que tras la pléyade de un siglo de oro de la pintura española (con gentes como Murillo, Velásquez, Ribera, etc.) se ha dado escaso valor a la generación del siglo siguiente, una edad de plata en la que hay pintores como Meléndez, insuficientemente valorados.
Peter Cherry señaló que se ha establecido un diálogo entre los cuadros que el artista realizó por encargo real y las pinturas que realizó para particulares que ayudan a completar la visión sobre las distintas facetas de la producción de pintor.
Meléndez despliega aciertos técnicos y estéticos con habilidad para componer y gran dominio de la luz, la expresividad del color, y una casi obsesiva precisión por el detalle, repite los temas con los mismos utensilios, y en la exposición se han reunido las variantes de los mismos modelos que realizó el artista, es como si se copiara a si mismo, señaló el comisario.
Juan Luna, el otro comisario del evento, explicó que el artista pintaba utensilios y alimentos principalmente, pero que tal vez los verdaderos protagonistas de sus bodegones son los cacharros.
La exposición viajará el próximo junio a Dublín a la National Gallery de Irlanda.