Se pone a hervir una cazuela (antes era el pote de hierro de tres patas) con agua.
Se pelan las patatas y se parten en trozos grandes (del tamaño de medio huevo, como mínimo), clavándoles el cuchillo y retorciendo para que rompa la patatas (así no se destruye la pared de las células de la patata y queda más sabrosa).
Cuando hierve el agua se echan las patatas y la sal.
Se cuecen veinte minutos y luego se les ha quita todo el caldo.
Se frie la grasa de cerdo (o el aceite) con los ajos hasta que están dorados y se le añase el pimentón, revolviéndolo con cuchara de madera. Se vierte el sofrito sobre los trozos de patata hervida procurando que llegue a todos ellos.
HISTORIA: Constituyeron durante muchísimos años la cena (y el desayuno) de la mayoría de las familias cepedanas.
A veces, con el agua de cocer las patatas, se escaldaban unas sopas de pan (Sopa del probe) que, sazonadas con una o dos cucharadas de mismo sofrito, constituían el primer plato, previo a los cachelos.
Antes de la llegada de la patata, eran los nabos la base de la alimentación cepedana.