Por Claudio Path
Desde el inicio de la peregrinación a Compostela, la ciudad tuvo una notable importancia, pues no en vano era la sede de una de las grandes diócesis del Reino de León, y el propio obispo solía tener relaciones directas con el monarca.
La diócesis surgió ya en tiempos romanos y entre sus obispos figuran santos, como Dictino o Toribio. La sede catedralicia pronto se dotó con importantes relicarios, y en la ciudad proliferaron los centros de atención al peregrinaje.
Esa gran atención de la caridad no fue obstáculo para que cuando mermó la devoción religiosa y creció la sociedad pícara se adoptase una curiosa medida: la creación de la figura de “echador”.
En el siglo XVI, proliferaron los viajeros “aprovechados” que rotaban de un hospital a otro y se olvidaban de la marcha a Santiago. Para remediar la gran permanencia de “vividores” de la caridad, en el año 1.521, los responsables de las seis cofradías asistenciales decidieron crear la figura del vigilante que recorría los recintos de atención peregrina para “poner en el camino” a los que llevaban excesivo tiempo en la ciudad.
La costumbre se extendió a otras ciudades hispanas, en un tiempo en el que el peregrinaje había perdido interés religioso, en tanto que se extendía la motivación aventurera y pícara.
Tradición Hospitalaria
En la actualidad, la ciudad mantiene viva la tradición hospitalaria, con buenos centros de acogida al peregrino; el más destacado de ellos se halla en el recinto del casco antiguo, junto a la iglesia de san Francisco y al agradable parque de la Sinagoga, en un antiguo convento.
El viajero que viene de León disfrutará de una primera vista de la urbe desde el crucero de San Junto de la Vega. Desde el otero se ve la ciudad recostada en medio de un paisaje hermoso, con el telón de fondo de los Montes de León.
Ya en la ciudad, Junto con la caridad, las numerosas reliquias y los atractivos artísticos, Astorga ofrecía y ofrece una excelente calidad de la alimentación. Hay numerosas narraciones odepóricas que ponen de manifiesto el buen hacer de las cocinas. Entre las crónicas, destaca la del viajero italiano Giacomo Antonio Naia (siglo XVIII) que probó el cocido y se sorprendió de la generosidad de la ciudad, pues le obsequiaron con varios chorizos “para el camino”.
Cruce de caminos del noroeste hispano
Astorga –desde tiempos romanos- fue un cruce de caminos. Consecuentemente, en la ciudad confluyen los peregrinos que avanzan por la Vía de la Plata, desde el sur peninsular, y los que van por el clásico Camino Francés.
Tambien pasa por cerca de la ciudad otra vía de peregrinación histórica, una variante del Camino Francés que describió Hermann Künig, en el siglo XV, y que pasa los Montes de León por el entorno de Brañuelas y Cerezal de Tremor. Künig eligió este camino para evitar el ascenso por Foncebadón, cruzando esta zona montuoso par la cota más baja.
La vocación “caminera” de la urbe se manifiesta tambiéen en uno de sus museos, el de los Caminos, instalado en el palacio Episcopal; recoge abundantes materiales tanto de la historia de Astorga como de arte sacro, con una especial referencia a la devoción santiagueña.
Merece la pena contemplar este museo porque no sólo ofrece un contenido de arte, sino porque el edificio en el que se halla, de Antonio Gaudí, es de una gran belleza y originalidad.
El peregrino divisa la ciudad de Astorga al llegar al crucero de San Justo de la Vega, un paisaje hermoso, con los montes de León al fondo. Guiarte.com
Fotografiando el palacio de Gaudí, donde se halla el Museo de los Caminos. Imagen de Guiarte.com