El encuentro entre Miró y San Francisco de Asís. Por Tomás Alvarez
Las miradas de San Francisco de Asís y de Joan Miró coincidieron en el sol y en las estrellas; también en las pequeñas cosas, los detalles de nuestro orbe, una brizna de hierba o una flor. Por eso resulta estimulante tratar de enlazar ambos personajes, a través de los destellos del arte y la poesía.
Joan Miró. Cántico del sol, es el título de una exposición que se presenta, hasta el 14 de septiembre de 2003 en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, España. Reúne un conjunto de 111 obras de artista (30 pinturas, 35 esculturas, 13 grabados y los 33 grabados del libro), que pertenecen a la colección de la Fundación Joan Miró de Barcelona.
MIRÓ, UNA OPTICA ARTÍSTICA ORIGINAL.
No es una broma, comparar la obra del santo de Asís con la de Miró. Joan Miró nació en Barcelona, en 1893 y murió en Palma de Mallorca en 1983. estudió dibujo y pintura, decidiéndose por este oficio tras una convalecencia larga.
Desde su origen, se inició en un estilo realista y pintó paisajes, en los que late una cierta atmósfera fauvista. En 1918 hizo su primera exposición individual. En este tiempo pintó de una forma detallista e incorporó elementos del cubismo y de otras procedencias. Ya en 1919 viajaría a París, donde entró en contacto con las vanguardias de la capital francesa, aunque volvía a sus queridos paisajes de Mont Roig en los estíos. Es de esta época La Masía, cuadro que adquirió Hemingway. Es un trabajo notable, en el que inicia una mutación estilística hacia un mundo fantástico a medida que pierde los detalles. Es su particular vía hacia la abstracción.
Vuelto de París, 1823, sigue la senda que le aleja del realismo, aunque pinta unos paisajes imaginarios con representaciones simbólicas. En su obra sigue siendo patente la atracción de la naturaleza, aunque descrita de una forma particular, con una curiosa disposición de colores y simbologías.
Sin integrarse formalmente en el surrealismo, la década de los 20 fue para el pintor sumamente surrealista, un camino en la búsqueda de un mundo onírico. En el final de la década empezó a trabajar con esculturas-construcciones. Luego, la década de los treinta fue una nueva época de experimentación, con composiciones de notable vigor y plasticidad, en una visión geométrica y colorista que recuerda a Mondrian y Léger. Frecuenta entonces visiones positivas y optimistas al lado de elementos deformados...
Poco a poco, Miró va separándose de la línea clásica del surrealismo, para profundizar en su propia estética, llena de poesía y naturalismo. Mientras otros surrealistas parecen seguir una línea más intelectual, más culta, Miró se aferra a un estilo cercano a las pequeñas cosas, a la naturaleza y a lo que algunos definirían como una mirada inocente, infantil, que no es tan inocente ni tan infantil porque esconde una profunda experiencia, ironía y humor.
Desde su lejanía –no fue un hombre dado a la integración en grupos- inventó Miró un idioma pictórico que es de lo más influyente, destacado y original del arte del siglo XX
LENGUAJES DE ESTRELLAS.
Esta exposición presenta un conjunto relevante de obras de este artista realizadas entre 1965 y 1978, momento culminante de la madurez de Miró en el que, a través de un notable dominio de técnicas, prescinde de todo lo que estima superfluo y se concentra en lo esencial. Es el momento también en el que descubre las coincidencias temáticas entre su producción artística y los clásicos de la literatura. De ahí precisamente la decisión de articular la exposición en torno al Cántico del sol de san Francisco de Asís, como una manera de expresar la cercanía espiritual y de imágenes entre la producción de ambos autores.
Joan Miró ilustró en 1975 el poema de Francisco de Asís, Cántico del sol, traducido al catalán por Josep Carner, en volumen editado por Gustavo Gili que contenía 35 imágenes. El poema de Francisco de Asís y la pintura del artista catalán mantienen una estrecha afinidad, ambos proclaman la solemne humildad de las cosas de la tierra, del agua y del fuego, del sol, la luna, de los árboles y las plantas todas; ambos, en mundos culturales y espirituales muy diferentes, nos ofrecen esa presencia y consistencia sin las cuales lo material y cotidiano parece superficial y anodino.
El cántico eleva la voz de la poesía y de la pintura, no sólo en las imágenes que suscitó el poema de Francisco de Asís en 1975, también en las pinturas, esculturas y obras sobre papel que Miró había hecho y estaba haciendo entonces. La minuciosa representación de las criaturas más humildes y de los detalles mínimos había sido una de las constantes del arte mironiano. El canto del sol, pero también de las estrellas y del firmamento, de la luna, de la mujer y de los pájaros, de los huertos y de las acequias, de los prados, las flores y las hierbas, no constituye un episodio en la evolución de Miró, está en los ejes fundamentales de su actividad creadora.
La muestra reúne un conjunto relevante de pinturas, esculturas y obras sobre papel que se conservan en la Fundación Joan Miró de Barcelona, realizadas entre 1965 y 1978.
Desde los primeros años sesenta, la pintura de Joan Miró se había hecho más abstracta y ascética. El propio artista se ha referido a la profunda tensión intelectual que está en el origen de esos cambios e incluso a la decisión de no continuar pintando, decisión que, por suerte, no llegó a cumplirse nunca. Las obras inmediatamente posteriores no hicieron sino confirmar la potencia de su capacidad creadora. Volvieron a aparecer algunos de los signos y motivos que habían sido consustanciales a su obra anterior, pero nunca olvidó aquella tensión y aquel desprendimiento. Su obra se hizo más rigurosa y penetrante, también más consciente de sí misma, como si el artista tuviera en mente lo limitado del tiempo que todavía le quedaba y necesitara meditar sobre lo que hasta entonces había hecho.
En la poética de Joan Miró destaca su capacidad para contemplar la diversidad y animarla, para representar la variedad infinita de las cosas y las infinitas posibilidades de su representación. Su mirada descubre, como por casualidad, lo que hay de familiar y nuestro en las cosas que vemos, en el cielo y en la tierra, en las montañas y en los campos. Miró es, como Francisco de Asís, un ser que no puede alejar su mirada de su entorno, de la naturaleza.
CANTICO
El de Asís, no sólo fue un austero fraile que conmovió a su sociedad con una vida de acción y una sensibilidad magnífica para los seres más desprotegidos. Es también un excelente poeta que ha pasado a historia de la literatura italiana, por su frescor y belleza. Compuesto en los días finales de la vida del santo, en los inicios del siglo XIII, el poeta se muestra en cántico del sol como ser que está en comunión con todas las criaturas. Todas eran un regalo del Creador y sin ellas el hombre no podía sobrevivir. Sorprende ese profundo respeto y admiración por la naturaleza, desde la flor al sol, un amor que también vemos fluir de las creaciones del pintor Miró.
*.................. Altísimo, omnipotente y buen Señor:
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor.
Tan solo Tú eres digno de toda bendición.
Y nunca es digno el hombre de hacer de Ti mención.
Alabado seas Señor por todas tus criaturas,
Y en especial por el querido hermano sol,
que alumbra y abre el día, y es bello en su esplendor
y lleva por los cielos noticias de su Autor.
Y por la hermana luna de blanca luz menor
y las estrellas claras que tu poder creó,
tan limpias y tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en el cielo. Alabado seas mi Señor.
Y por la hermana agua, preciosa en su candor
que es útil, casta, humilde. alabado seas mi Señor.
por el hermano fuego que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre. Alabado seas mi Señor.
Y por la hermana tierra que es toda bendición
hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color.
Y por el aire, las nubes y la calma.
Alabado Seas mi Señor.
.....* Rosa María Malet, directora de la Fundación Joan Miró, dice que no resulta extraña la atracción de Miró por las palabras de San Francisco. Éste, con una actitud despojada de todo exceso, hace un elogio de todos los elementos que rigen nuestra vida, el sol, la luna, la lluvia, el viento... en definitiva, de aquellos elementos que marcan el ritmo vital del día, de las estaciones, de las cosechas,... de todo aquello que miró, heredero de una tradición mediterránea, plasma en su obra.
Miró siempre conservó una mirada campesina que le permitía ver el entorno. “Yo soy de la tierra, tengo los pies sobre la tierra, dentro de la tierra. Como un árbol.- Es la tierra la que me hace crecer”.
Tomás Álvarez
Ilustraciones de Miró al texto de Cántico del Sol, de San Francisco de Asís.