Entre la fecunda península indostánica y el fértil mundo griego, desde hace milenios ha pervivido un amplio territorio intermedio, el iraní, de una tradición cultural y artística singular.
A iniciativa del Kunsthistorisches Museum de Viena, y con el apoyo del Museo Nacional y el Rezza Abasi de Irán, surgió una muestra titulada “7000 años de arte persa”, que está visitando distintos puntos de Europa, con un gran bagaje de objetos de interés arqueológico e histórico, ofreciendo la imagen del esplendoroso pasado de Irán.
Desde las producciones artísticas de la prehistoria en adelante, con las grandes dinastías aqueménida, seleúcida o sasánida; en relaciones pacíficas o bélicas con sus vecinos del Indo o de la ribera mediterránea, Persia desarrolló culturas abiertas y avanzadas desde la antigüedad, como queda de manifiesto en esta exposición que recorre Europa y que ahora está en España (Valencia, Sevilla y Zaragoza), de la mano de la prestigiosa Fundación La Caixa.
Los iraníes (habitantes de la nación arya) fueron tomando conciencia de pertenencia a una misma estirpe a partir un momento del primer milenio a.C., especialmente desde los tiempos de los gobernantes aqueménidas.
En esa conciencia de ligazón de estirpe incidió de forma clara la vinculación general con el Dios Supremo, Ahura Mazda. En la historia religiosa de este conglomerado de pueblos destacó la doctrina de Zaratrusta, llamado Zoroastro por los griegos, profeta iranio a quien reverenciaban hasta los sabios helénicos.
La vida del profeta debería situarse hacia inicios del primer milenio a.C. Defendió una especie de monoteísmo, donde Ahura Mazda desempeñaba el papel de creador y ordenador del mundo. La doctrina evolucionó con el tiempo y pasó a ser reprimida en tiempos del islam; pero perdura aún en contados núcleos, en Irán, Pakistán y la India, entre ellos Bombay, donde hay una poderosa colectividad: los parsis.
Las lenguas iranias se hablan aún en una extensa región. La principal es el persa, pero también se integran en este grupo otras, como el kurdo o el osetio; si bien sólo la persa tiene una riquísima tradición literaria, destacando edades de oro como la safávida.
REPASO HISTÓRICO.
El núcleo básico del imperio persa estuvo en el sudoeste del actual Irán. Por encima estaban los medos. En el VI a.C. Ciro unifica a medos y persas y avanzó hacia el Indo y hacia Anatolia, creando un imperio inmenso. Cambises, su hijo, amplió el inmenso imperio con Egipto y Chipre. Esa expansión continuó con Darío I, que inició las residencias suntuosas de Susa y Persépolis.
La dinastía Aqueménida sucumbió bajo el poder de otro militar excepcional: Alejandro Magno, cuyo imperio se fragmentó. Fue la época de los seleúcidas, que fueron cayendo ante el auge de los partos, que serían los nuevos enemigos de Roma y del Imperio Bizantino en el frente oriental. Dos dinastías ocupan la historia parta. Primero la de los arsácidas y luego los sasánidas. Estos últimos fueron un continuo martillo frente a Bizancio, pero esa lucha llevó a ambos estados al agotamiento e hizo caer a Persia bajo la dependencia califal de Damasco.
PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA.
Las investigaciones arqueológicas en los yacimiento más antiguos ya permiten ver cómo las representaciones de animales, especialmente lo que poseen cornamenta, son habituales en todas las regiones de Irán, en ese periodo que va del séptimo a fin del cuarto milenio.
Parecieran representaciones vinculadas al culto, donde se revela un prolijo conocimiento naturalista en los artesanos, que despliegan una gran sensibilidad y capacitación artística. No es raro tampoco descubrir la existencia de animales mixtos ni figuras femeninas, previsiblemente vinculadas a los cultos de fertilidad.
A final del cuarto milenio y los inicios del tercero apareció una escritura destinada básicamente a operaciones de administración y comercio. También tiene un fin administrativo –sin duda- la incorporación de los sellos, tanto los normales como los cilíndricos. En etapas posteriores se apreciarán influencias del valle del Indo y Afganistán.
LOS AQUEMÉNIDAS.
El arte aqueménida estaba al servicio del imperio. Las obras son una exaltación del poder y los artesanos eran reclutados de las distintas satrapías(provincias) de este imperio que iba del valle del río Indo al Mediterráneo.
Era la época en que se crearon los palacios de Pasargada, en cuyos restos se aprecian modelos asirios y del entorno egeo.
En esta época de arte al servicio del poder hay que citar las realizaciones de Persépolis, cuya grandeza se quebraría ante el avance de los ejércitos de Alejandro Magno. También aparecen tanto en Persépolis como en las cercanas tumbas reales magníficos trabajos murales.
ARTE GRIEGO
Aún antes de la conquista de Alejandro Magno, el arte aqueménida tuvo una inmensa influencia del griego. En las ciudades griegas de Asia Menor –en ocasiones sometidas al poder persa- se reclutaron escultores y carpinteros para trabajar en las ciudades imperiales.
Tras las invasiones de la Grecia Continental, los persas se llevaron magníficas obras de arte. Se puede hablar de un prehelenismo, sobre todo en toda el área persa de Asia Menor, que se mantuvo en la época seleúcida.
ARTE PARTO.
De la época parta hay dos fases. En la primera, la dinastía Arsácida, se caracterizó por una inmensa tolerancia cultural, que permitió –dentro de un substrato helenístico- el desarrollo de particularidades regionales, en una tendencia que poco a poco fue tornándose más arcaísta.
En cambio, en la época Sasánida, se reafirmaría el poder central, en un proceso en el que se asentó una cúpula rectora con una dirección política reforzada con el apoyo de un clero zoroástrico, también encumbrado
Con esta concepción teo-política, se abordaron ingentes obras encaminadas a manifestar el poder dinástico, como se atestigua con fundaciones como Ardashir Khurra, o el palacio sasánida de Ctesifonte con un grandioso pórtico de 35 metros de altura, cuyas ruinas revelan aún a las claras la ambición de poder de sus constructores. No es menos interesante el conjunto de relieves rupestres, emplazados en gargantas y valles, donde se realza el poder real.
Es un período caracterizado por el colosalismo edificativo, en competencia con Bizancio, pero con una creatividad cada vez menos brillante.
EPOCA MUSULMANA.
Finalmente, la exposición trata sobre la época musulmana, o mejor sobre sus inicios, cuando Irán fue un territorio con una personalidad acusada, y que dio al arte islámico diversas pautas artísticas. Los artesanos iranios siguieron con su magistral orfebrería y su prestigiosa actividad textil aportando motivos iconográficos, como el águila bicéfala, personajes alados, etc.
Aunque el influjo no sólo contagió al arte musulmán, porque -a través de Bizancio- llegó a todo el ámbito cristiano. Un ejemplo claro es el "tertamorfos" (hombre, águila, león, toro) simbología de origen iranio que pasó al ámbito de los evangelios.
Ciudades como Roma, Basilea o Valencia han visto ya esta exposición, en la que se presentan materiales de oro, plata, vidrio, piedra, terracota y bronce, con los que los habitantes de esa gran región construyeron valiosos objetos a lo largo de los siglos. Próximamente se llevará a Sevilla y Zaragoza, en un periplo europeo que contribuirá presentar al Irán como milenario foco de cultura, superando una visión coyuntural actual, reduccionista y conflictiva.
Tomas Alvarez
Ritón con forma de león alado. Ecbatana. Irán central. Hacia 500-450 a.C. Pieza del Museo Nacional de Irán, previsiblemente de una vajilla real. Imagen de la muestra de La Caixa