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Mediterráneo, de azul a ocre

Son 2.500.000 kilómetros cuadrados de Mediterráneo, pero un mar cada vez más contaminado, algo que puede hacer peligrar el futuro de los países ribereños: los de la Europa meridional, norte de África y Asia Menor.

Es éste un mar que sólo tiene dos salidas hacia los océanos: el estrecho de Gibraltar, que comunica con el Atlántico, y el Mar Rojo, que enlaza con el Índico. Esto hace que la renovación de aguas sea casi inexistente.

De elevado nivel salino, acusada evaporización, por altas temperaturas y poco aporte fluvial, el Mar Negro y el Atlántico van reponiendo las aguas de este mar interior, que desde la antigüedad ha estado rodeado por activos países.

Ha sido una vía de comunicación desde las edades más remotas, una vía con tráfico aún mayor a raíz de la apertura del canal de Suez... Y todo esto va ligado a un problema: contaminación. El 28 por ciento del tráfico de petróleo y el 30 por ciento del tráfico mundial transita por sus aguas, según WWF/Adena.

La protección del medio ambiente y el futuro del Mediterráneo fueron temas que analizaron los representantes de los países ribereños de este mar en la XIII Conferencia del Plan de Acción del Mediterráneo del Programa de Naciones Unidas para el medio ambiente (MAP-PNUMA), celebrada este noviembre en Catania.

El "mare nostrum" -como lo definían los romanos hace 2000 años- representa tan sólo el 0,7 por ciento de las aguas del planeta, pero con sus casi 46.000 kilómetros de costas (incluidas las islas) componen un conjunto de ecosistemas de una enorme riqueza en la encrucijada de tres continentes: Europa, Africa y Asia.

Tras el golpe acusado por la opinión pública mundial con catástrofes ecológicas como la del "Prestige", frente a las costas de Galicia, la sustitución de los viejos petroleros monocasco es una de las prioridades de la UE. Por las aguas del Mediterráneo circula uno de cada cuatro litros de petróleo que se mueven por vía marítima, unos trescientos grandes barcos diarios.

La conferencia reunió en un antiguo monasterio a más de 500 delegados de los 21 países firmantes de la Convención de Barcelona de 1978 para la protección del Mediterráneo, además de representantes de la Comisión europea: Albania, Argelia, Bosnia-Herzegovina, Chipre, Croacia, Egipto, Eslovenia, España, Francia, Grecia, Israel, Italia, Jordania, Líbano, Libia, Malta, Marruecos, Serbia-Montenegro, Siria, Túnez y Turquía, a los que se une un representante de la Autoridad Nacional Palestina.

Dijo el coordinador del programa MAP-PNUMA, Lucien Chabason, que las cuestiones medioambientales son un banco de pruebas para avanzar en la cooperación entre las dos riberas del Mediterráneo y reforzar lazos entre países con unas raíces y una cultura común. El representante de la ONU advirtió que hay avances, pero que todavía queda mucho por hacer en cuestiones como el vertido de petróleo al mar -en muchos casos debido a la limpieza de los tanques- o la protección de especies amenazadas. Chabason hizo un llamamiento a los países que todavía no han ratificado el protocolo de la Convención de Barcelona a que lo hagan e incluyan las normas de protección en sus respectivas legislaciones.

En la reunión se puso de manifiesto que el Mediterráneo es usado como vertedero por muchos de los países ribereños, creando un problema de "contaminación transfronteriza" cuya solución pasa por una estrategia internacional de protección medioambiental.

Esta situación se agrava por el hecho de que se trata de un mar casi cerrado, con dos únicas aberturas a los océanos a través del Estrecho de Gibraltar y el Canal de Suez. Por ello su masa de agua tarda entre 80 y 90 años en renovarse. Países como Albania y Siria vierten al mar sin ningún tipo de tratamiento la totalidad de aguas residuales de sus ciudades costeras, porcentaje que es también muy alto en el caso de Marruecos, el Líbano, Argelia y Croacia.

Dijo Fuad Abusamra, uno de los expertos del MAP-PNUMA, organismo que tiene su sede en Atenas, que los países de la UE han realizado grandes avances en este campo, pero que grandes urbes como Atenas o Nápoles (Italia) son todavía una fuente notable de polución marítima.

Paralelamente, la industria europea origina vertidos de metales tóxicos como cadmio, cobre y plomo, mientras que la agricultura intensiva produce nitrógeno (de los fertilizantes) o pesticidas como el lindano. Todas estas sustancias contaminantes viajan a través del mar, afectando a zonas geográficamente alejadas de su origen, donde suponen una amenaza para el ecosistema y ponen en peligro sectores como la pesca o el turismo.

La conferencia mostró especial interés por este aspecto de la contaminación y acordó impulsar una mayor conciencia de la opinión pública en cuestiones ecológicas a través de iniciativas de diverso tipo, entre ellas un festival cinematográfico sobre asuntos medioambientales.

Pero los problemas son urgentes y de diverso tipo. Basta buscar noticias de prensa de los últimos meses, para ver el desastre. Ahí van unas.

-- Investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) han detectado concentraciones de plutonio y de americio radiactivos 5 veces superiores a la media del Mediterráneo en el plancton de la costa de Palomares (Almería), que atribuyen al accidente aéreo de dos aviones militares de EEUU que tuvo lugar en la zona en 1966.

-- Casi 18.000 buques cargados con mercancías contaminantes pasan cada año por el cabo de Tarifa en dirección al Mediterráneo, según datos de la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima, que reflejan además que el tráfico en esta zona aumentó en más de 2.000 embarcaciones en un periodo de dos años.

-- La organización ecologista WWF/Adena alertó que el Mediterráneo recibe cada año entre 0,7 y 1,3 millones de toneladas de fuel, que equivalen a 20 veces el vertido del Prestige y que en su mayoría provienen de las limpiezas de los tanques que los barcos realizan en alta mar. Los ecologistas afirmaron que la extrapolación de estos datos indica que en el mundo se vierten entre 3 y 4 millones de toneladas al año, y consideraron la contaminación por hidrocarburos especialmente preocupante en el Mediterráneo.

 

 

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