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Hombres y Máquinas

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Palma de Mallorca, España, 18 de diciembre de 2000

La Fundación La Caixa presenta en Palma de Mallorca la exposición Máquinas, con 73 imágenes, explicando la relación artística entre el hombre y la máquina en el siglo XX.

La muestra analiza y explora la obra de aquellos artistas que tienen a las máquinas como referencia para una nueva formulación estética, como un objeto anecdótico o de simple producción en cadena.

La máquina hizo aparición en el arte del siglo XIX como consecuencia de la Revolución Industrial. En las vanguardias artísticas y a causa de la modernización de la sociedad, la máquina adquirió un puesto privilegiado. Convertida en objeto de culto, generó iconos que inspiraron a los artistas mecanomórficos, lo que derivó en diferentes corrientes artísticas según el país de procedencia. Así, encontramos, por ejemplo, el constructivismo en Rusia, el futurismo en Italia, la Bauhaus en Alemania y el purismo en Francia.

Los movimientos de vanguardia descubrieron que la esencia de la modernidad radicaba precisamente en la nueva dinámica de la ciudad unida a la mecanización del trabajo: el hombre y la máquina concebidos en igualdad de términos. Las reacciones ante esta realidad mecanizada no fueron, sin embargo, unánimes. Las obras creadas entonces reflejan desde el entusiasmo del purismo, la Bauhaus, el constructivismo o el futurismo, hasta la ansiedad del surrealismo o la actitud crítica del dadaísmo.

Máquinas y revolución industrial

En el siglo XIX, las máquinas aparecieron en el arte como una de las consecuencias de la irrupción de la Revolución Industrial, que transformó de forma radical la apariencia del mundo establecida hasta el momento. Esta revolución tecnológica tuvo su culminación en la denominada edad de la máquina en los años veinte, cuando se creó una enorme cantidad de nuevos artilugios. Coches, aeroplanos, y electrodomésticos transformaron el aspecto tanto de las ciudades como de toda la naturaleza. La iconografía maquinista tuvo también su vertiente fantástica a través de los autómatas, encarnación de los deseos y personificación de la angustia, el terror y el miedo al mismo tiempo.

En una gran medida, esta concepción mecánica se debe a Sigmund Freud, quien a principios de siglo revolucionó el concepto que hasta entonces se tenía de la mente, al definir el funcionamiento de la psique humana como el de una máquina o un aparato. Influidos por las innovadoras teorías psicoanalíticas, los miembros del surrealismo habían obtenido su fuente de inspiración primordial del universo de lo inconsciente, que es aquello que permanece oculto a la racionalidad del hombre y que hay que descubrir por medio de las construcciones del propio inconsciente, especialmente de los sueños.

Del entusiasmo al horror

A medida que avanza el siglo, la relación del hombre con la máquina cambia de forma sustancial. El trauma de las cámaras de gas de Hitler y los efectos devastadores de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagashaki, que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial, transformaron definitivamente en horror la antigua fe en las virtudes benéficas de la tecnología.

A partir de entonces, en la era postindustrial de los años 50, la preeminencia de la iconografía maquinista fue reemplazada por la de la abstracción. Aún así, algunos artistas trataron de establecer unas relaciones más positivas con las máquinas, basadas en que el hombre las utilizara para la creación y no para la destrucción. Gracias al pop art, los artistas transformaron la presencia de las máquinas, asimilando el propio proceso mecánico a su producción artística.

Este fenómeno tuvo su culminación después de la Segunda Guerra Mundial, en un contexto dominado por una cultura visual saturada de elementos de producción de masas.

La máquina, encarnación de la racionalidad

La máquina, considerada en su aspecto de encarnación de la racionalidad, fue durante el periodo de la Ilustración protagonista de los discursos que se transmitieron a través de autores como Descartes o Diderot. Esta utopía del progreso guió la unión del arte con la industria, que fue una de las metas perseguidas por el círculo del Werkbund para la nueva arquitectura de Alemania a partir de 1907.

A través de Hannes Meyer y Walter Gropius, que había consolidado su formación de arquitecto junto a Le Corbusier y Mies van der Rohe en el estudio de Behrens, se llevó a cabo la Fábrica Fagus (1911), construcción pionera del movimiento moderno y emblema de la denominada estética fabril. Con este antecedente, en 1919 Gropius fundó la Escuela de la Bauhaus con la intención de convertirla en el laboratorio que sirviera para desarrollar los principios de la unidad del arte, la técnica y la industria.

La escuela de la Bauhaus, que hizo furor en toda Europa, fue uno de los ejemplos de la americanización de los modos de producción artísticos, que mezclaban los hitos de la nueva cultura americana -como el jazz o el cine- con los nuevos sistemas de trabajo que requería la industria basada en las cadenas de montaje.

La muestra de Palma será un reflejo de la relación que durante el siglo XX ha mantenido el hombre con la máquina. Las obras de artistas como Duchamp, Ernst o Warhol se fundirán en un espacio unido por fragmentos de textos históricos de autores como Julio Verne. La proyección de cinco películas que reflejan de forma crítica esta relación del hombre con la máquina completarán las 73 obras que se podrán contemplar en la exposición.

Marga Paz es comisaria de esta muestra que podrá visitarse en el Centro Cultural de la Fundación "la Caixa", en Palma (Plaza Weyler, 3), del 20 de diciembre de 2000 al 4 de febrero de 2001.

Horario de visita, de martes a sabados, de 10 a 21 horas; domingos y festivos. De 10 a 14. Cerrado los lunes.

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