Los griegos llamaron a sus pobladores etíopes, hombres de rostros quemados. Para Herodoto, sus gentes eran las más esbeltas, hermosas y ecuánimes, y sus arqueros, robustos y diestros. No en vano aquella zona se la conoció como Tasite, ‘tierra del arco’. Para los egipcios fue, en cambio, “la tierra del oro”.
Cruce de caminos entre el África negra, el Egipto faraónico y el Mediterráneo, Nubia albergó los reinos más antiguos del continente africano y fue escenario de un intenso comercio de metales preciosos, animales exóticos, materias primas y objetos manufacturados. En ella florecieron reinos envueltos por un aura mítica: Kerma, Kush, Napata y Meroe. Pese a la importancia de su patrimonio histórico y arqueológico, los antiguos reinos de Nubia apenas son conocidos.
CaixaForum, entidad cultural de La Caixa, destacada institución financiera catalana, desvela a través de 350 piezas singulares algunos de sus secretos con motivo de la exposición más importante que se ha organizado en España de estas culturas. La muestra “Nubia. Los reinos del Nilo en Sudán” abarca desde la prehistoria hasta la edad media, e incluye la influencia del cristianismo y del islam.
Las obras proceden de quince instituciones y museos, entre ellos, el British Museum de Londres, el Museum of Fine Arts de Boston, el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y el Sudan National Museum de Jartum.
Nubia.
Nubia es el nombre que se ha dado en la época moderna a la zona del Nilo medio que se extiende desde la primera catarata en Asuán hasta la unión del Nilo blanco y el azul, en Jartum (Sudán). En la antigüedad, fue una entidad política independiente y unificada, documentada en Egipto como el reino de Kush, aunque griegos y romanos se referían a ella como Etiopía, ‘tierra de los rostros quemados’.
Aunque los primeros viajes y estudios se remontan a 1820, no es hasta bien entrado el siglo XX cuando se lleva a cabo un reconocimiento exhaustivo y se desentierran centenares de obras de arte de los antiguos reinos nubios. En 1960, la Unesco hizo una llamada internacional en defensa del patrimonio nubio que iba a quedar anegado bajo las aguas del Nilo a causa de la construcción de la presa de Asuán. Varias misiones extranjeras iniciaron excavaciones de salvamento.
La exposición Nubia. Los reinos del Nilo en Sudán propone un recorrido temático a partir de un conjunto singular de esculturas, cerámicas, objetos litúrgicos, utensilios, amuletos, joyas y relieves. Las obras están distribuidas en siete ámbitos, que abarcan desde los primeros testimonios de arte rupestre hasta los vasos de alfarería y herramientas de hierro de época medieval.
Los primeros seis ámbitos están dedicados a Los nubios y su entorno, Nubia y sus relaciones con Egipto y Roma, La realeza y la sociedad, La tecnología, La religión y El mundo funerario. Cierra la exposición un último apartado que, a modo de epílogo, da cuenta de la recuperación de todo este patrimonio histórico y arqueológico de excepcional belleza e interés.
Cruce de caminos.
Nubia fue siempre un cruce de caminos entre el Egipto faraónico y el África negra, y el río Nilo la vía de penetración hacia el sur de donde procedían los productos africanos, las materias primas como maderas y resinas y los animales exóticos.
En territorio nubio era posible encontrar oro, piedras duras y semipreciosas (coralina, cuarzo, ágata y obsidiana). Esta ventajosa posición geográfica le permitió controlar las principales rutas comerciales y establecer intercambios estrechos con sus vecinos. Con Egipto mantuvo una relación muy especial. Considerada hasta hace poco como subsidiaria de Egipto, la cultura nubia ha adquirido hoy rango propio, y actualmente se plantea la relación entre ambas culturas en términos de reciprocidad e influencia mutua. A lo largo de la historia se llevaron a cabo ‘razias’, expediciones comerciales, conquistas, anexiones y colonizaciones entre ambos reinos.
En la segunda mitad del siglo VIII a. C. irrumpen en la historia de Egipto los reyes de Kush, procedentes de Napata, anexionándose inmensos territorios y conquistando durante algún tiempo el milenario trono. El primero de estos faraones negros fue Piyé, quien en dos estelas narra la conquista de Egipto y las luchas con los soberanos locales. Sus descendientes Shabaqo, Shabataqa, Taharqa y Tanutamón se consideraron auténticos soberanos de todo el valle del Nilo y adoptaron muchas costumbres egipcias, incluidas las funerarias.
Con la llegada de los asirios a Egipto, los kushitas se replegaron a su país de origen. La situación de condominio alcanzada durante el periodo ptolemaico se vio alterada por la llegada de Roma. A finales del siglo III Diocleciano renunció a controlar Nubia y retiró la frontera hasta Asuán.
En lengua nubia el rey es conocido como kore. Las esculturas y relieves presentes en la exposición muestran a soberanos de rasgos negroides, con los rostros redondeados y llenos de vigor. Su actitud y su vestimenta recuerdan a la de los soberanos egipcios cuando se representan como esfinges o con las coronas faraónicas, pero habitualmente aparecen tocados con el bonete kushita, las dos uraeus en la frente y dos cintas en la nuca hasta los hombros.
El tema egipcio del faraón triunfante fue adoptado por los soberanos meroíticos: la iconografía muestra al rey con una pierna adelantada, sujetando a sus enemigos por los cabellos con una de sus manos y blandiendo un hacha de guerra en la otra.
Buena parte de la información que nos ha llegado referente a algunas de las civilizaciones antiguas procede de sus necrópolis. Si bien la tumba neolítica consistía en una fosa circular u oval, durante la colonización faraónica se adoptó la pirámide de pendiente. Entre los ajuares depositados junto a los difuntos se han hallado artículos de tocador (peines y adornos para el pelo) y relacionados con la cosmética (pintura de ojos, ungüentos, aceites en el interior de recipientes de alabastro, madera y marfil). También nos han llegado collares, pulseras y tobilleras, así como cerámicas con representaciones de múltiples animales: leones, jirafas, hipopótamos, cocodrilos, avestruces, monos, escorpiones, ranas, caballos, etcétera.
Las primeras representaciones antropomorfas se fechan en época neolítica, son femeninas y extremadamente simples, con tatuajes, amplias caderas y voluminosas cabelleras. Suelen ser designadas como Venus y podrían interpretarse como garantes de fertilidad. A partir de la época napatea, la adopción de algunas divinidades egipcias está bien documentada, se coloca a Amón en la cima del panteón kushita como dios supremo y protector del trono real. Pero, además, los meroíticos veneraron a otras divinidades vinculadas al mundo africano. La más célebre fue Apademak, el león adorado como dios de la victoria, en estrecha unión con la vegetación y la fertilidad.
La metalurgia se desarrolló en Nubia desde épocas tempranas. Nos han llegado dagas, espejos, joyas y demás utensilios de cobre y bronce hallados en las sepulturas más ricas. El hierro está atestiguado en Meroe a partir del siglo I aC, y el electro (aleación de oro y plata) y la plata se utilizaron para joyas y recipientes rituales. La producción de cerámica en Nubia tuvo gran calidad en su ejecución, con formas y decoraciones de gran belleza. El repertorio neolítico es admirable, los recipientes de tipo calciforme merecen una mención especial. Asimismo, la cerámica meroítica es muy variada y muy bella y hubo talleres dedicados a su manufactura.
La fayenza (compuesta de sílice y álcali) fue una materia prima utilizada para la manufactura de un gran número de objetos. Fue estimada principalmente por su simbolismo y por su belleza, y su color verde estaba relacionado con la regeneración. La pasta vítrea se utilizó en la elaboración de cuentas, y durante el periodo helenístico-romano los talleres de vidrio produjeron ejemplares de lujo que se depositaron en las tumbas: copas, botellitas y recipientes para perfumes.
La exposición Nubia. Los reinos del Nilo en Sudán, cuya comisaria es Carmen Pérez Die, conservadora jefe del Departamento de Antigüedades Egipcias y Próximo Oriente del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, se presenta en Barcelona del 10 de abril al 24 de agosto de 2003.