Se presenta esta exposición en la sala del Edificio del Reloj del Puerto de Valencia, hasta el próximo 31 de julio.
La colección Carmen Thyssen-Bornemisza
La Colección Carmen Thyssen-Bornemisza muestra una particular atención por la pintura de paisaje, género este que, por su falta de tradición y su vinculación a la realidad observada, dio paso a las grandes conquistas formales del arte contemporáneo. Dentro de la pintura de paisaje, el mar constituye uno de los temas de mayor riqueza y variedad, con obras que permiten dar cuenta de la evolución del género hasta la aparición de las vanguardias. Las pinturas reunidas abarcan un arco temporal que va de fines del siglo XIX a comienzos del XX. Están agrupadas en cuatro capítulos:
I. Naturalismo y Regionalismo
En Cataluña, la figura central del Naturalismo fue Ramon Martí i Alsina, buen conocedor de la obra de Courbet, y con quien la visión poetizada del paisaje, propia del Romanticismo, cede paso por vez primera a una captación veraz y objetiva de la realidad, plasmada aquí en marinas de amplios celajes y casi imperceptibles cambios de color en la superficie de las aguas. Como profesor de la Escola de Llotja, Martí i Alsina ejerció una influencia notable en muchos de sus discípulos. Modest Urgell, uno de los más conocidos, tornó hacia un tipo de pintura melancólica, dotada de un alto grado de despojamiento. El mar fue también objeto de interés por parte de otras escuelas de paisajismo surgidas a partir del magisterio de Carlos de Haes, en Madrid. Tal es el caso de la malagueña, liderada por el discípulo de Haes, Emilio Ocón, quien a su vez influirá en pintores como Guillermo Gómez Gil. Alumno de Haes fue también Juan Martínez Abades, sin duda el más fecundo de cuantos marinistas trabajaron en el mar Cantábrico, convertido en tema único de sus composiciones.
II. Modernismo catalán
El Modernismo catalán dio prioridad a la urbe sobre la naturaleza como fuente de la experiencia estética. No faltaron, sin embargo, artistas con una amplia dedicación a la pintura de marinas. Entre ellos, Eliseu Meifrèn captó el mar en innumerables composiciones en las que fue evolucionado desde el Naturalismo hasta el Impresionismo de su obra tardía, sin renunciar nunca del todo al uso del negro, como en algunas de las escenas nocturnas aquí reunidas. Lluís Graner, compañero de Casas y Rusiñol, y conocedor también él de la pintura impresionista, hizo de las escenas de iluminación contrastada, a veces abiertamente barroca, uno de los ejes de su pintura. Arcadi Mas i Fondevila fue uno de los principales representantes de la Escola Luminista de Sitges en los años ochenta. Posteriormente, realizó una serie de obras de la ciudad de Venecia en las que el preciosismo cede paso a una visión más sintética y de gran exquisitez cromática. Cierra el grupo una obra de Segundo Matilla dotada de alegres tonos azules y naranjas, lejanos ya de la melancolía tardo-romántica de un Modest Urgell pese a tratarse igualmente de un atardecer.
III. Sorolla y su entorno
Joaquín Sorolla mostró desde fecha temprana una gran maestría en el uso del pincel. Su inquietud le llevó a dejar atrás las convenciones de la pintura costumbrista de su época y centrarse en la captación de la fuerte luminosidad mediterránea, haciendo uso de una pincelada ágil y vibrante, y de una gran amplitud cromática. La influencia de Sorolla no tardó en hacerse notar. Entre los más próximos a él destaca el también valenciano José Navarro Llorens, con un uso más brillante del color, y el madrileño Enrique Martínez-Cubells, poseedor de una paleta más restringida. Asimismo, Cecilio Pla siguió la estela de Sorolla en sus pequeñas y encendidas notas de color realizadas en la playa de Las Arenas, en las que figuras y sus reflejos sobre la arena mojada se unen en un todo unísono. El también valenciano Antonio Muñoz Degrain, perteneciente a una generación anterior a Sorolla, evolucionó desde los tonos sombríos del paisaje fin de siglo hacia una paleta arbitraria y profundamente personal, compuesta de tonos violetas, rosas, oros y azules, inéditos en el arte español.
IV. Fin de siglo y arte nuevo
El mar constituyó un tema central en el arte contemporáneo todavía a comienzos de siglo, en la obra de los pintores fauvistas. Así se puede apreciar en el lienzo temprano de Celso Lagar, introductor del arte de vanguardia en España. En los años treinta, inmerso en el "retorno al orden" y los "nuevos realismos" de entreguerras, Lagar dedicó al puerto de Honfleur algunos de sus cuadros más destacados. En Cataluña el subgénero de las marinas pervivió unido a la generación de pintores de 1917, a la que pertenece Josep Amat. Su obra, así como la de sus compañeros, se enmarca dentro del regreso a la objetividad a partir de patrones post-impresionistas y fauvistas que vino a suceder al idealismo noucentista. Otra región fuertemente vinculada al mar en su pintura fue el País Vasco. En la obra Valentín de Zubiaurre, pintor vinculado a Vizcaya, la agreste costa vasca adquiere connotaciones nacionalistas, contrapuestas a la sensualidad mediterránea.