Roy Lichtenstein ha convertido en cómic en icono. Sus óleos, serigrafías y litografías, basadas en el lenguaje del cómic son conocidos en todo el mundo. Carteles y postales que reproducen obras de éste artista pop se encuentran por doquier.
LOS PINTORES DEL POP.
Algunas de las imágenes más sorprendentes de la pintura del siglo XX las aportó el grupo de artistas pop, que en el ultimo tercio del siglo llevó a las galerías de arte y museos elementos tan cotidianos como un bote de sopa, la caja de detergente o los rostros de los personajes de cualquier comic.
Fue en Estados Unidos, principalmente, donde eclosionó este nuevo enfoque de la pintura que se popularizó en torno a los años sesenta, con gentes como Rosenquist, Roy Lichtenstein, Claes Oldenburg y Andy Warhol.
Estos, dejando a un lado los presupuestos tradicionales de la pintura, detuvieron su mirada en la sociedad de consumo, en los mensajes de masas, en la publicidad, en el sexo... en los símbolos de la civilización que se empeñaba en un desarrollo económico y que reemplazaba sus iconos tradicionales por el rostro de la famosa artista de celuloide o el bote de conserva. Se apropió el pop de las técnicas de comunicación de masas y utilizó métodos tradicionales del cartelismo: colores planos, nitidez, visibilidad; un arte con color urbano, capitalista.
¿ES ARTE UN CÓMIC?.
El siglo XIX inició una revisión absoluta del concepto de arte emanado desde el final del medioevo y –sobre todo- en el Renacimiento. El crecimiento de las burguesías, el cambio de status de la realeza y el clero, el surgimiento de museos, etc. propiciaron que se revisaran las barreras de lo que se consideraba arte. El artista –a partir del XIX- pudo despreciar la fidelidad a los modelos, experimentar, construir en desacuerdo con la narración histórica.
Desde entonces el arte comenzó a ser crecientemente producto de masas. Y en esa gran conmoción, la sociedad empezó a debatir qué era y qué no era arte. Se plantearon difíciles cuestiones. El problema está hoy a la orden del día. Multitud de espectadores ven en salas de arte instalaciones de piedras, objetos en desuso o pilas de maderas y se preguntan si eso es más arte que el adorno floral o reticulado que realiza un pastor para embellecer un bastón de roble. Y cunde la sospecha de que nos están vendiendo como arte aquello que un grupo de gurús adjetivan como artístico, una elite legitimadora sobre la que pesan dudas de legitimidad.
Para definir donde hay arte, podría recurrir al reciente libro de Artur C. Danto, “Más allá de la Caja de Brillo”, donde se plantean los cambios de la sociedad occidental a la hora de percibir lo que es arte, en la actualidad. En él, define que “lo que hace de algo una obra de arte es el hecho de que encarna, tal como una acción humana encarna un pensamiento, algo de lo que no podríamos formarnos un concepto sin los objetos materiales que transmiten su alma”. Hay una neta diferencia entre lo que es útil, el artefacto, y la obra de arte.
Refiriéndose en concreto al ámbito de la pintura, Baumeister escribió en “Lo desconocido en el arte”(1947) que “la pintura es el arte de la visibilidad. Desde la posición del pintor, la pintura es el arte de poder hacer visible algo que, precisamente a través de ella, se hace visible por primera vez, algo que hasta ese momento pertenecía al dominio de lo desconocido”. La definición puede ampliarse a las otras disciplinas artísticas en la misma estructura.
La obra de arte sería un objeto material más una idea. Hay una objeto-cosa pero en él hay un mensaje, hay en él una conexión con el pensamiento.
Roy Lichtenstein tomó algo que estaba en la cultura popular, que ya estaba en la cultura de masas, el comic, y lo elevó a los altares del arte para que retornase a través de este camino –y con otro significado- a esa cultura colectiva. Reelabora la imagen para transformarla en Icono, bien sea en su representación de las cosas vulgares o de los sentimientos reinterpretados a través del lenguaje de cómic, lo que no deja de ser una forma realista de pintar algo que carece de realidad.
LICHTENSTEIN EN EL ESPACIO NOUVEL.
El Luisiana Museum of Modern Art ha organizado una exposición sobre este creador norteamericano, que pasó recientemente por la Hayward Gallery y que ahora está en el centro de Arte Reina Sofía, del 25 al 27 de septiembre, donde ocupa una de las salas del proyecto de ampliación diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel.
Un centenar de pinturas y dibujos del artista neoyorquino comparten el nuevo espacio museístico en lo que representa la primera exposición integral de este creador que se puede ver en España y que cuenta con obras realizadas entre 1961 y 1966.
El proyecto de remodelación del "Reina Sofía", cuyo edificio central es un antiguo hospital que comenzó a construirse en el siglo XVIII, quedará concluido antes de finales de año. Para esa fecha, el centro de arte madrileño verá ampliada su superficie en un 50 por ciento y llegará a disponer de casi 50.000 metros cuadrados de espacios y salas para diferentes usos.
El diseño futurista de Nouvel, cubierto por un gran tejado de 9.000 metros cuadrados fabricado en cobre de color rojizo, destaca entre los edificios de corte clásico del centro de Madrid, en una arriesgada apuesta arquitectónica que ha generado polémica en algunos círculos madrileños. Para algunos, las nuevas instalaciones invaden el antiguo edificio del museo y rompen la estética de un barrio, el de Lavapiés, de estrechas calles donde apenas cabe la innovadora estructura. Los defensores del diseño de Nouvel consideran, sin embargo, que el proyecto representa un hito arquitectónico que aportará modernidad a esta zona de Madrid, una de las más cosmopolitas, ya que concentra a numerosos colectivos de inmigrantes asiáticos, magrebíes y latinoamericanos.
La primera fase de la remodelación del "Reina Sofía" se abre apenas unos días después de la inauguración de las nuevas salas del vecino Museo Thyssen-Bornemisza, creado sobre la que fuera una de las colecciones privadas de arte más importantes del mundo. La nueva sala de exposiciones del Museo Reina Sofía parece especialmente ideada para albergar la obra de artistas como el estadounidense Roy Lichtenstein, uno de los más importante representantes del pop-art al que el museo dedica la primera exposición integral en España. La monumentalidad de las obras de Lichtenstein (Nueva York,1923-1997) y la pureza de sus colores se integran en el nuevo espacio expositivo situado en el nuevo edificio, de 1018 metros cuadrados y una altura de 6 metros.
Más de 50 pinturas y otros tantos dibujos, la escultura "Brushstroke (1996) de casi diez metros de altura situada en la plaza central, así como dos vídeos del artista, contribuyen a comprender a uno de los artistas que conmocionó el arte en los sesenta con una provocadora obra que en la actualidad alcanza precios record en las subastas internacionales.
Lichtenstein sorprendió esos años con sus serigrafías y litografías, basadas en el lenguaje del cómic y creadas con tramas de puntos de colores. Estas obras, reproducidas más tarde en infinitos carteles y tarjetas de felicitación, impactaron por su carácter irónico e impersonal, frente al sentimentalismo predominante en pintores de la generación previa, como Jackson Pollock.
Al igual que Warhol, Oldenburg, Rosenquist o Wesselmann, se inspiró en las imágenes de la cultura popular de masas, en los carteles publicitarios, en anuncios de los periódicos, en tebeos y comics, en definitiva, en la realidad cotidiana más banal. Pero, aunque a primera vista la obra de Lichtenstein puede parecer sencilla, su fondo es bastante complejo. Su mirada analítica e irónica se posó también en los motivos pictóricos y las obras maestras del pasado y en la asociación de las artes plásticas con el diseño gráfico e industrial.
Imágenes como "Popeye, "In the Car", "Girl with Tear III", "Ohhh...Alright" o "Whaam!", se han convertido en auténticos iconos con los que se identifica a un artista que pasó de ser el "pintor de las tiras cómicas", a convertirse en un clásico del arte de la segunda mitad del siglo XX.
En "Look Mickey" (1961), por ejemplo, aparecen el ratón Mickey y el pato Donald, una estampa en la que Lichtenstein recurre -como casi siempre- a los colores primarios para aislar las imágenes de su contexto y agrandarlas. Este aislamiento produce una abstracción que también se aprecia en la serie "Rouen Cathedral Set V" (1969), una versión muy particular de la obra de Claude Monet.
Sus últimas creaciones muestran paisajes fríos, punteados y de trazo muy preciso que denotan una incertidumbre espacial.
El comisario Poul Erik Tojner no ha querido hacer una retrospectiva, cronológica y biográfica, sino una exposición temática. "Nuestro desafío era romper lo que se considera la fama de Lichtenstein con el pop-art. Queríamos trascender de esa idea y mostrar otras ideas básicas que están presentes en el mundo del artista". Por ello ha querido ofrecer "todo el corpus de su obra" para poder analizar las piezas individualmente y estudiar lo que significan dentro de ese corpus. "Se han creado agrupaciones de análisis. Se comienza con pinturas pop que sirven para acercar al público a Lichtenstein, y a partir de ahí se va desarrollando todo".
El recorrido "va para adelante y para atrás. Se entra y se sale, no es lineal al igual que Roy, que se reinventaba a sí mismo de forma coherente. Es el espejo del reflejo".
La directora del museo Reina Sofía, Ana Martínez de Aguilar, consideró que la calidad de las obras que se exhiben permite ofrece una panorama clarificador de lo que significa la pintura de Lichtenstein en la historia del arte.
La viuda del pintor, Dorothy Lichtenstein, dijo estar encantada de representar a Roy, "aunque me parece que me estoy aprovechando de su gloria". Afirmó que el artista era "un ser humano increíblemente decente; un humanista secular por naturaleza, reservado y con gran sentido de la ironía.
Tomas Alvarez
OHHH ...ALRIGHT. 1964. Cuadro de Lichtenstein, en la muestra del Reina Sofía