Guiarte logo Guiarte.com

Mark Rothko y sus campos de color

Hace poco que se cumplió el centenario del nacimiento de Mark Rothko, el autor de esos ya clásicos campos de color que le han situado, junto con Jackson Pollock, como uno de los artistas clave del expresionismo abstracto.

En el año 2003 y con motivo del centenario del nacimiento de Rothko, la Fundación Beyeler de Basilea, en colaboración con los hijos del artista, Kate R. Prizel y Christopher Rothko, instaló unas salas dedicadas en exclusiva a este creador. Estas salas son las que ahora se trasladan en una versión ampliada al Museo Guggenheim Bilbao y presentan una selección de pinturas de más de cuarenta años de trayectoria creativa, un emotivo homenaje al artista y su obra.

Mark Rothko, Marcus Rothkovitz, nació en Dvinsk, Rusia, en 1903, pero a los diez años de edad emigró con su familia a Estados Unidos. Él participaría en esa “sublevación” de los artistas norteamericanos frente al dominio clásico de los pintores de Europa occidental, de la mano de una serie de críticos militantes que se sacudieron el yugo de París y encumbraron la pintura de Nueva York.

La II Guerra Mundial, con la consiguiente hégira de genios del entorno de Europa occidental, propició el cambio. Frente a las escuelas europeas, atentas a contenidos y composición, surgió la llamada Escuela de Nueva York, caracterizada por una pintura fresca, inmediata, vinculada más al azar y a la espontaneidad que a la reflexión concienzuda.

De hecho, las vanguardias artísticas norteamericanas rechazaron los planteamientos del momento como el constructivismo o el surrealismo. Se encuadraron bajo diversas denominaciones como expresionismo abstracto u otras, que no acaban de corresponder con la realidad del grupo, al que habría que definir de diversas formas parciales como pintura de acción(Pollock, Kline, etc), pintura de contemplación(Rothko o Newman) o caligráfica(Tobey).

El elemento de unión sería la rebeldía y el desprecio a los convencionalismos, así como la vinculación con el subconsciente. La pintura surgía en el momento como expresión no controlada de la individualidad.

Mark Rothko sería un prototipo de esta escuela. Parte de un origen expresionista, visible en las obras de los años treinta, y llega en su madurez a un automatismo que acabaría conduciéndole a los campos de color, con formas rectangulares de límites escasamente definidos, con unos tonos diluidos que generan un aspecto brumoso, sugerente, que se va haciendo sombrío a medida que pasa el tiempo, preludiando el suicidio del artista.

EL AUTOR Y LA MUESTRA DEL GUGGENHEIM.

El Guggenheim Bilbao presenta entre el 8 de junio y el 24 de octubre la exposición “Mark Rothko: paredes de luz”, un recorrido por la trayectoria de este pionero del arte norteamericano de la posguerra. La muestra está comisariada por Oliver Wick, Conservador invitado de la Fundación Beyeler, Petra Joos, Directora de Actividades Museísticas del Museo Guggenheim Bilbao y Tracey R. Bashkoff, Conservadora del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York.

Mark Rothko nació en Rusia, en 1903. En 1913 emigró con su familia a Estados Unidos, asentándose en Portland, Oregón. Asistió a la Universidad de Yale y luego, sin licenciarse, se marchó a Nueva York. Comenzó a pintar en 1925 y ya en 1933 tuvo su primera exposición en solitario. A finales de los años cuarenta y primeros años cincuenta continuaría refinando su técnica a medida que desarrollaba su estilo maduro por el que es conocido.

Al comienzo de su carrera como artista, Rothko exploró diversos estilos y tendencias antes de encontrar su estilo propio. Durante los años veinte y treinta realizó infinidad de obras figurativas —desnudos, retratos, interiores con figuras, paisajes urbanos— tanto sobre papel como sobre lienzo. A lo largo de la década de los treinta, sus obras muestran rostros planos y sin rasgos y figuras atenuadas que se funden con el marco arquitectónico, como ocurre en su exploración del metro de Nueva York Entrada al metro (estación de metro/escena en el metro), de 1938, un tema recurrente entre las representaciones de los artistas de la época.

Ritos de Lilit, de 1945, basada en mitos y símbolos clásicos, representa el trabajo de Rothko de los años cuarenta. Sus obras de este período evidencian la influencia de las teorías de Friedrich Nietzsche y Carl Jung, e incorporan técnicas e imágenes abstractas propias del surrealismo, llegado a EE.UU. a través de los europeos emigrados y de artistas americanos formados en Europa.

A finales de los años cuarenta Rothko elimina de su pintura cualquier elemento figurativo dando paso, con sus obras de transición realizadas entre 1946 y 1949 conocidas posteriormente como Multiformas, a su enfoque basado en los colores puros en el espacio.

En su madurez artística, Rothko explora el potencial expresivo de campos rectangulares de colores luminosos que parecen flotar sobre la superficie del lienzo. Durante este tiempo, utiliza un amplio espectro de colores y tonos para crear y transmitir diversos estados de ánimo impregnando su obra “del poder de la música y de la poesía”. Estas composiciones se convertirían en su estilo característico y en ellas plasma su ideal de “la expresión simple del pensamiento complejo”. Una de las piezas de esta época, Sin título, de 1952–53, una pared de luz y color de enormes medidas, representa el deseo de Rothko de abarcar insospechadas dimensiones espaciales con su arte. Esta pieza antecede a las series de murales posteriores que demuestran la preferencia del pintor por los grandes formatos.

A finales de los años cincuenta, la paleta de Rothko comienza a oscurecerse, abandonando los colores radiantes en favor de los tonos rojos, granates, marrones y negros. Tras sufrir un aneurisma en 1968, el artista tuvo que abandonar el gran formato en favor de la pequeña escala y utilizar el acrílico sobre papel. A partir de este momento trabajó intensamente tanto sobre papel como sobre lienzo, incluso cuando retomó formatos más grandes en 1969.

Las Pinturas de negro sobre gris, que inicia un año antes de suicidarse en 1970, confirman la creencia de Rothko de que su obra encerraba una tragedia. Denominadas por el mismo artista como Sin título, estas pinturas son, al mismo tiempo, comienzo y punto de inflexión en su carrera. Todas ellas tienen formato horizontal y están divididas en dos partes: la inferior, en colores grises y a veces marrones, y la superior, siempre negra. En ocasiones, ambas superficies están entreveradas mediante pinceladas gestuales. De esta forma, aunque parece predominar un nítido horizonte en torno a la divisoria central, es ahí precisamente donde el gris y el negro se entremezclan. Una peculiaridad llamativa es la estrecha franja blanca que enmarca todas las pinturas a excepción de una. Este énfasis en los límites reales de la pintura intensifica el efecto de cuadro dentro del cuadro y contribuye a la sensación dominante de que el espectador ya no ve campos de color dentro de un cuadro, sino un cuadro cuya identidad se afirma a través de su naturaleza plana. Al mismo tiempo, la reducción de la composición a una única división horizontal también sugiere una relación con el paisaje, como si estuviéramos mirando hacia el vacío desde el borde de un planeta. El marco blanco subraya en este caso la percepción de la pintura como “ventana” que se abre a una realidad desconocida.

LA INSTALACIÓN.

El propio Rothko mostraba así su criterio para instalar sus obras en la exposición retrospectiva que le dedicó el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1961: “Sería mejor no seguir un orden cronológico, sino agrupar las obras potenciando el óptimo efecto de interacción entre ellas. Por ejemplo, los cuadros más luminosos fueron colocados juntos —amarillos, anaranjados, etc.— enfatizando así el efecto que producían”.

La instalación de la exposición Mark Rothko: paredes de luz en el Guggenheim Bilbao ocupa las tres salas clásicas de la tercera planta del Museo y es fiel a las inquietudes manifestadas por el artista, para quien la relación de unas obras con otras dentro del espacio expositivo era de gran importancia para la creación de armonías y efectos que traspasan la superficie de los lienzos llegando al espacio circundante y para la sensación que producen en el espectador.

("Paredes de luz" es un lienzo de Rothko propiedad de la pinacoteca bilbaína; un lienzo de gran formato (4,5 por 3,5 metros) en tonos amarillo, naranja y rojo)

Tomás Alvarez

.- Sin título (rojo – marrón, negro, verde, rojo) [Untitled (Red – Brown, Black, Green, Red)], 1962 .Óleo sobre lienzo. Fondation Beyeler

.- Sin título (rojo – marrón, negro, verde, rojo) [Untitled (Red – Brown, Black, Green, Red)], 1962 .Óleo sobre lienzo. Fondation Beyeler

© Guiarte.com tiene el Copyright de sus colaboradores - Todos los derechos reservados
Guiarte.com | Quienes somos | Datos legales