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Nuevos datos sobre Marialba

León, agosto de 2010

La Fundación del Patrimonio Histórico tiene ya un informe arqueológico sobre la excavación en la basílica paleocristiana de Marialba de la Ribera, que aporta una gran cantidad de datos, que dan cuenta sobre los sondeos practicados en un superficie cercana a los 2.000 m2, con más de 5.800 registros específicos que describen todas las acciones en el yacimiento a lo largo del tiempo; los 237 enterramientos que han salido a la luz, con restos de 282 individuos; los más de 3.400 fragmentos de cerámica y cerca de 2.500 fragmentos no cerámicos (metal, vidrio, azabache, monedas, decoración, ladrillos, tejas, piedras y fauna) que han aparecido, y se han estudiado e inventariado.

Los restos del edificio, ubicado al sur de la ciudad de León, se han consolidado para evitar su deterioro y han quedado protegidos, al concluir la excavación.

La investigación pone de manifiesto que el edificio se construyó sobre un lugar sin ningún tipo de construcción o asentamiento previo y aislado, es decir que la basílica no formó parte de otro complejo, como una villa romana, tal como indicaban algunas hipótesis.

Los hallazgos arqueológicos actuales acrecientan el carácter monumental del edificio, como una construcción muy ambiciosa, exenta, muy visible a una gran distancia y próxima a la vía romana que salía de Legio hacia Lancia y la meseta.

La basílica se dotó con unos cimientos de una potencia inusual, de 2 metros de ancho, que sólo tiene parangón en las grandes obras públicas del Alto Imperio. Obras similares sólo se encuentran en murallas tardías, de finales del siglo III o inicios del siglo IV, en León, Astorga y otras ciudades del noroeste.

De hecho, se han detectado indicios de paradas en la obra, por motivos desconocidos, la primera de ellas, tras la construcción de los cimientos.

El aspecto más novedoso de esta investigación es el estudio de la secuencia histórica de ocupaciones en un gran yacimiento arqueológico que revela una extensión mucho mayor de la supuesta hasta hoy, llegando hasta 750 o 1.000 metros hacia el norte del templo, según confirman también los vecinos de la zona al colocar sobre un mapa los hallazgos casuales de las últimas décadas.

En la zona excavada en esta campaña, los restos más antiguos corresponden al siglo IV y los más recientes al siglo XIII.

Las investigaciones apuntan un uso religioso y funerario del edificio desde sus primeros momentos, dado que las primeras evidencias claras en la excavación de los estratos son dos sepulturas tardorromanas al suroeste de la basílica. Se trata de dos tumbas de tipología singular, una de ellas cubierta por un tejadillo de teja de doble vertiente, poco común. Estos dos enterramientos alumbran la posibilidad de una nueva área de cementerio de esta época aún por explorar. En adelante, las sepulturas se van sucediendo, desde la época visigoda hasta la Baja Edad Media, con tipologías diversas que evolucionan de acuerdo con su cronología.

En cuanto a las áreas habitadas, la excavación ha dado con restos, no documentados en excavaciones previas, que indican que la zona aledaña a la basílica pudo estar habitada y cultivada desde la Alta Edad Media, bien como explotación agrícola bien como parte de una comunidad religiosa ligada a la basílica.

Se han descubierto muros que pudieron formar parte de un asentamiento agrario anexo al templo, un pozo con brocal e, incluso un horno, quizá de uso metalúrgico dentro de lo que fue la basílica.

Los arqueólogos piensan que, en torno al siglo XIII, comienza a desmantelarse el complejo religioso, dado que han hallado materiales procedentes de la construcción en enterramientos de esta época, lo que indica que para entonces, al menos una parte de la basílica estaría arruinada, al igual que la instalación de ese pequeño horno en su interior.

Cabe destacar, además, un buen número de hoyos, entre los que los investigadores distinguen dos tipos: los profundos, destinados al abastecimiento de agua para la población, y los más superficiales, que pudieron servir para almacenar alimentos.

En Marialba de la Ribera se reutilizaron piezas de construcción procedentes de algún asentamiento militar romano próximo, de entre los siglos I y III, aunque no pueden precisar su ubicación exacta. Los arqueólogos llegan a esta conclusión tras identificar fragmentos de tejas con sellos incompletos de la Legio VII.

Los ladrillos hallados en Marialba siguen los patrones de medidas romanas y también cabe intuir la existencia de un taller cercano, dado que en muchos de ellos se repiten las mismas inscripciones con trazos, aspas y letras.

Resulta significativo el hallazgo de más de 400 cuentas de vidrio enhebradas en collares en siete tumbas, todas ellas medievales y de niños. Esto podría revelar una costumbre funeraria, dado que los enterramientos medievales de adultos suelen estar limpios de adornos.

La excavación del yacimiento ha permitido mejorar el conocimiento de este edificio que arranca en época tardorromana y reveló información valiosa sobre el tránsito a la Edad Media. Este estudio se ha realizado con la colaboración del Ministerio de Fomento, a través del 1% destinado a proyectos culturales.

Marialba. Imagen de las excavaciones, desde el entorno de la cabecera.

Marialba. Imagen de las excavaciones, desde el entorno de la cabecera.

Marialba. descubriendo un enterramiento.

Marialba. descubriendo un enterramiento.

Basílica de Marialba. Nartex

Basílica de Marialba. Nartex

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