México D.F., 4 de octubre de 2016
Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901) fue uno de los grabadores más talentosos e innovadores de finales del siglo XIX. Desde el momento en que apareció su primer cartel en las calles de París, en 1891, y hasta hoy día, Toulouse-Lautrec sigue siendo objeto de fascinación. Los barrios bohemios de París, las sórdidas tabernas de Montmartre y los cafés cantantes se convirtieron en su entorno e inspiraron su obra.
Lautrec se formó como pintor y, en 1891, se inició en la litografía a color. De inmediato, se convirtió en una obsesión: en la década anterior a su muerte creó más de 350 litografías, desde carteles e impresiones hasta ilustraciones para revistas, periódicos, programas de teatro, libros y partituras.
Rehuyendo del esnobismo de la así llamada alta cultura a favor del entretenimiento populista, Lautrec creó sus impresiones y carteles para mostrarlos en las calles, fuera de los cabarets y salones de baile. Sus composiciones reflejaban la velocidad e inmediatez con las cuales una imagen debía atrapar la atención del espectador en medio del bullicio de la vida urbana.
VIDA Y LITOGRAFÍA
Los padres de Lautrec, además de aristócratas, también eran primos hermanos y, probablemente, su unión fue un factor importante en los problemas de salud que el artista padecería constantemente. Siendo adolescente, se rompió ambas piernas y esto provocó que tuviera un periodo sin crecimiento de dos años. Mediría apenas un metro cincuenta y cuatro centímetros de alto y caminaría ayudado de un bastón el resto de su vida.
Lautrec se mudó a París para estudiar arte en su adolescencia. Por las noches exploraba Montmartre, un barrio decadente en la periferia de París, refugio de criminales, prostitutas, artistas y bohemios. Pronto se convirtió en un elemento habitual de la vida nocturna de Montmartre, la cual le daría su más grandiosa inspiración y lo llevaría a la cúspide de su fama.
A lo largo de su carrera como impresor, Lautrec trabajó casi exclusivamente con la litografía, un proceso que se basa en el principio de que el agua y el aceite no se mezclan. Se convirtió en un maestro de la técnica gracias a su trabajo con impresores en sus talleres. Este momento coincidió con el auge del grabado artístico en París estimulado por los avances tecnológicos, los cuales facilitaban la impresión en formatos más grandes y a color, y por una creciente red de editores, impresores, distribuidores y coleccionistas.
EL CAFÉ CANTANTE
La segunda mitad del siglo XIX fue testigo de un crecimiento insólito de la vida nocturna en París. Los géneros del entretenimiento se multiplicaron: había circos, teatros y salones de baile tanto para la clase obrera como para la élite social e intelectual. El más importante de estos nuevos tipos de entretenimiento era el café cantante, donde hombres y mujeres se podían reunir para fumar, comer, beber y escuchar música en vivo. En 1896 se contaban cerca de trescientos lugares de este tipo en París.
Lautrec encontró una inmensa libertad e inspiración en sus visitas nocturnas a los teatros, circos, óperas y cafés cantantes. Frecuentemente, hacía bocetos en las servilletas de su mesa, confiando los gestos de las intérpretes a su memoria. Dichas escenas se convirtieron en sus imágenes más célebres.
FEMMES, FILLES, ELLES
Las imágenes de mujeres componen la apabullante mayoría de obras de Lautrec. Su fascinación por ellas se extendía a empleadas, cortesanas, artistas y prostitutas. No obstante, sus relaciones personales con las mujeres, eran complejas y conflictivas. Fue un visitante frecuente de los burdeles de París, los cuales, en aquella época, eran un elemento habitual de la vida parisina y llegaban a estar regulados con visitas médicas semanales.
Aunque tenía un círculo de amigos hombres, Lautrec también tenía un grupito de amigas cercanas, muchas de las cuales eran artistas y, muchas de las cuales, eran lesbianas, entre las que se cuentan, Yvette Guilbert, May Milton, Mary Hamilton, Jane Avril, La Golosa y la payasa Cha-U-Kao.
EL PLACER DE PARÍS / CÍRCULOS CREATIVOS
Lautrec era un ávido viajante, pero su estudio, sus impresores y editores, su querida vida nocturna y sus musas estaban en París. Encontraba inspiración en la ciudad y pasaba muchas horas haciendo bocetos en la magnífica naturaleza cultivada, Bois de Boulogne, donde una variedad en constante cambio de la sociedad paseaba a pie, a caballo, en bicicleta, carruaje o automóvil. Cuando se encontraba ahí, visitaba la pista de hielo, el famoso hipódromo de Longchamp o el zoológico (los animales fueron uno de sus temas favoritos desde su infancia).
Lautrec también gozó de la escena culinaria de la ciudad. Era un sibarita y, al parecer, un magnífico cocinero. Cuando encontraba un bar o un restaurante que le gustaba, empezaba a cenar ahí todos los días.
A la par que Lautrec socializaba con las estrellas de los cafés cantantes, también era parte de un círculo de autores, editores, compositores y dramaturgos quienes le encargaban la promoción de su obra. Ilustró las partituras para las nuevas canciones que se presentarían en los cabarets y diseñó los programas de varías compañías de teatro. Colaboró con ilustraciones para la prensa popular, en la que se incluían revistas humorísticas, contenido erótico y publicaciones semanales.
Las colaboraciones literarias cultas parecían eludir a Lautrec: perdió un concurso para diseñar un cartel para una biografía de Napoleón y se frustró su deseo de ilustrar una nueva edición de la novela de Edmond de Goncourt, La fille Elisa, de 1877, cuando Goncourt rechazó sus dibujos. La única excepción fue su trabajo con La revue blanche, la primera revista artística y literaria parisina. Además de incluir ficción, ensayos y crítica de arte, la Revue encargaba a los artistas que crearan carteles y publicaban impresiones originales.
El París de Toulouse-Lautrec. Impresos y pósters del MOMA
Museo del Palacio de Bellas Artes
Eje central Lázaro Cárdenas esquina con avenida Juárez s/n. México D.F.
Hasta el 27 de noviembre de 2016
Mujer en la tina. 1896. Henri de Toulouse-Lautrec.
Divan Japonais. 1893. Henri de Toulouse-Lautrec.
Jane Avril. 1899. Henri de Toulouse-Lautrec.
Reina de la alegría. 1892. Henri de Toulouse-Lautrec.
La compañía de la señorita Églantine. 1896. Henri de Toulouse-Lautrec.