La exposición será presentada posteriormente en Bruselas y en Silos (provincia de Burgos, centro-norte de España) y tiene un contenido sumamente denso, que permite acercar al espectador el arte del esmaltado en la Edad Media, una actividad que en aquella época era considerada un arte mayor y al que se le daba la misma importancia que a la pintura o la escultura, idea que cambió a partir del siglo XVI, según el comisario de la muestra, Joaquín Yarza, catedrático de Arte Medieval de la Universidad Autónoma de Barcelona.
La muestra, que reúne casi un centenar de piezas de cuarenta instituciones -entre ellas de los museos Metropolitan de Nueva York, Louvre de París, British Museum o el Hermitage de San Petesburgo, San Isidoro de León y otros españoles- y hace un homenaje al taller de esmaltado que durante la segunda mitad del siglo XII trabajó en el monasterio burgalés.
El funcionamiento de este taller pone de manifiesto que Limoges no fue el único centro que en la Edad Media se dedicaba al esmaltado, aunque la producción del francés se extendió por Europa de tal forma, a costa de reducir su calidad y su precio, que de alguna forma acabó con la competencia.
Piezas fabricadas entre los siglos XI y principios del XIII: relicarios, cofres, báculos, vírgenes, y todo tipo de mobiliario litúrgico, como incensarios, aguamaniles, píxides, navetas y tabernáculos, así como frontales de altar o cubiertas de libro, componen esta bella exposición.
Como reparos dos: El primero es la excesiva densidad para el espacio de la muestra, que no permite la suficiente agilidad de visitantes ni favorece la “digestión” de tanta joya; el segundo haber puesto el estupendo audiovisual al final del recorrido, cuando su exhibición al incio hubiera favorecido más la comprensión de la muestra por el público no especializado.
Desde tiempo antiguo se venían realizando obras de arte a partir de la aplicación de esmaltes a un soporte de metal, pero fue durante el románico cuando estas piezas cobraron especial auge en occidente, sobresaliendo tanto las escuelas del norte como las meridionales. Como introducción de la exposición se han reunido importantes muestras que ponen de manifiesto la gran diversidad de piezas existentes, como el Relicario de la Cruz del British Museum de Londres y el Broche cuadrilobulado de la Catedral de Astorga, exponentes del estilo nórdico mosano y meridional italiano respectivamente; o como el Arca de San Valero de la excatedral de Roda de Isábena y el Cofre del Abad Bonifacio de la Abadía de Sainte-Foy de Conques, ambos del taller de esta abadía, uno de los centros más destacados de entre los muchos que existían en Francia.
En este horizonte Limoges comenzó a producir un elevado número de esmaltes "champlevé" que durante la segunda mitad del siglo XII convivieron con otras producciones. Pero, finalmente, en torno a 1200 su actividad se industrializó y cayeron sus precios, a veces en detrimento de su calidad, lo que le permitió imponerse a sus competidores. La placa de San Esteban y San Hugo Lacerta del altar mayor de la Abadía de Grandmont (Musée de Cluny, París) o la excelente Caja-arqueta de Santa Valeria del Museo del Hermitage de San Petersburgo, ambas anteriores a 1190, nos introducen en ese ámbito lemosino, que constituye el núcleo central de la exposición.
Durante el periodo de expansión de Limoges, muchas obras llegaron a los reinos hispanos y en esta muestra puede contemplarse una completa selección de las mismas, estructuradas por tipologías o por su función. Entre las imágenes de la virgen, encontramos algunas en torno a las cuales se tejieron leyendas, como la Virgen de las Batallas de San Pedro de Arlanza, hoy en el Museo de Burgos, o la de la Basílica de Jerusalén de Artajona. Paralelamente se exponen otras piezas de posible realización hispana, como la espléndida Virgen de la Vega de la Catedral de Salamanca, una escultura trabajada por todos sus lados y cuyas manos y rostro estuvieron policromados. Otro conjunto destacado lo componen las arquetas destinadas a albergar reliquias, cuya decoración suele representar temas como el de la Maiestas, la Virgen, o la Crucifixión, como es el caso de la Caja-arqueta de la Colegiata de San Isidoro de León, y a episodios protagonizados por santos de gran popularidad, como la propia Santa Valeria, San Esteban y Santo Tomás Becket, célebre por su interés político y religioso.
Apenas existieron objetos relacionados con la liturgia a los que no se aplicara esta técnica. Un buen ejemplo lo constituyen los candelabros, incensarios y recipientes destinados a guardar las sagradas Formas, que diversificaron su tipología debido al desarrollo del culto eucarístico y adoptaron la forma de palomas, píxides y cofres. Asimismo, se fabricaron frontales o retrotábulas, como el conjunto conservado en la Catedral de Orense que pudo formar parte de uno de mayores dimensiones. El esmalte llegó incluso a incorporarse a objetos característicos de la dignidad eclesiástica como los báculos de abades y obispos, cuya empuñadura evolucionó en esta época desde la antigua forma en Tau hacia los remates en voluta que albergan elementos vegetales o luchas de animales, como puede apreciarse en los magníficos ejemplares incluidos en esta exposición procedentes de Madrid, Cuenca, París o Barcelona.
El contrapunto estilístico a Limoges lo integran las obras cuya gestación se vincula a Silos. Desde que Hildburgh identificó por primera vez a algunas piezas como españolas, se ha discutido mucho sobre el tema y se tiende a creer en la existencia de talleres en la Península Ibérica, sobre todo relacionados con Silos. La Arqueta de Champagnat del Metropolitan Museum de Nueva York, catalogada como lemosina pero con una clara impronta "silense", demuestra la dificultad de establecer la existencia del taller sobre bases firmes. Sin duda el Frontal con esmaltes de Santo Domingo de Silos (Museo de Burgos) es la gran obra de esta sección, en la que trabajaron excelentes esmaltistas y maestros del metal capaces de labrar las delicadas cabezas de Cristo y los apóstoles, o los fustes y capiteles de las columnas que lo adornan. Junto a él, sobresale la Caja relicario de marfil musulmana del Museo de Burgos, una de cuyas caras se reemplazó por un esmalte que representa a Santo Domingo entre ángeles; además de las dos Cubiertas de un gran libro con una Crucifixión y una Maiestas procedentes del Instituto Valencia de Don Juan de Madrid y del Musée de Cluny de París, respectivamente, que se han logrado reunir para este proyecto.
Finalmente, este recorrido culmina con tres obras excepcionales que anuncian el gótico: el Relicario de San Francisco de Asís (Musée du Louvre, París), la Estatua yacente del obispo Don Mauricio (Catedral de Burgos) y el Arca relicario de San Formerio (Parroquia de la Santa Cruz, Bañares). De esta forma, con la llegada del siglo XIII, finaliza este recorrido por un pasado que nos ofrece la oportunidad de visitar lugares diversos y contrastar obras en soportes diferentes; de acercarnos un poco más al exquisito mundo de los esmaltes medievales impregnado por el simbolismo de la luz y el color
Otros datos de interés Lugar: Biblioteca Nacional, Paseo de Recoletos, 20, Madrid.
Comisario: Joaquín Yarza Luaces. Catedrático de Arte Medieval.
Universidad Autónoma de Barcelona
Organiza: Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior
Patrocinio: Junta de Castilla y León. Fundación Siglo
Abierto todos los dias, salvo lunes, hasta el 30 de diciembre.
Conocer el entorno de Santo Domingo de Silos
Por Petri Sánchez para Guiarte.com
Arqueta islámica(taller de Cuenca) con esmaltes románicos(taller de Silos). Museo de Burgos.
Típico diseño animalístico del taller de Silos.