El 3 de octubre se inaugurarán las exposiciones dedicadas a Manuel Vilariño y Mona Hatoum. El estrecho diálogo entre el espacio arquitectónico y el proceso creativo del artista; la instalación y la escultura basadas en los nuevos medios; la utilización del soporte fotográfico con fines estéticos y narrativos muy diversos, así como la fuerza renovada de la pintura, son las claves que definen las nuevas adquisiciones de las colecciones CGAC y Fundación ARCO.
A partir de septiembre una selección de las mismas podrá visitarse en la planta sótano del centro gallego.
Mona Hatoum del 3 de octubre al 5 de enero de 2003
La artista Mona Hatoum (Beirut, 1952) fijó su residencia en Londres en 1975, cuando la guerra que estalló en el Líbano la sorprendió durante un viaje de estudios. Su obra, que comprende perfomances y vídeos, instalaciones y esculturas, la ha hecho merecedora de la nominación al Premio Turner 1995 y se ha expuesto en el Museum of Contemporary Art de Chicago, en el New Museum of Contemporary Art de Nueva York y en el Centre Georges Pompidou de París, entre otros.
La estudiada elección de materiales y escalas que caracteriza su trabajo responde a la intención de Hatoum de implicar al espectador de forma física en su obra. Su postura respecto al público es deliberadamente provocativa: convierte los objetos cotidianos en inquietantes, los transforma en elementos bellos y a la vez malévolos. De esta manera logra crear en el espectador sensaciones contradictorias de deseo y repugnancia, de fascinación y miedo.
La experiencia autobiográfica de la artista, su condición de exiliada, merecen destacarse como factores que han marcado su obra. La artista vive como un "sujeto desplazado" y su trabajo reflexiona sobre la falta de nombre e identidad, consciente de la relación profunda entre su experiencia individual y la historia colectiva de la que forma parte.
La exposición, coproducida poe el nuevo Centro de Arte de Salamanca (CASA) -donde se inauguró el pasado 10 de julio- viajará al CGAC con nuevas piezas adaptadas al espacio de Álvaro Siza.
Manuel Vilariño del 3 de octubre a enero 2003
El CGAC presenta un conjunto de obras de Manuel Vilariño (A Coruña 1952). Estructurada en los tres espacios de la primera planta, la exposición traza un recorrido por series como Aforcados (Ahorcados), Emboscadura, Crucifixións (Crucifixiones) y O anxo necesario (El ángel necesario), y culmina con instalaciones realizadas específicamente para el CGAC. El espectador se ve conducido desde el tenebrismo de sus crucifixiones hasta la luz de sus últimas piezas en blanco y negro, desde las imágenes "barrocas" en color hasta una pieza fotográfica de grandes dimensiones, Metamorfose da sombra (Metamorfosis de la sombra), con la que el artista se enfrenta a su obra de una forma nueva y original.
Con motivo de esta exposición, que se inaugurará el 3 de octubre y se prolongará hasta diciembre, se editará un catálogo con textos de Alberto Ruiz de Samaniego, comisario de la muestra, Félix Duque, Chantal Maillard y del artista.
Plena de mortalidad está la fotografía de Manuel Vilariño (A Coruña, 1952), para quien la muerte es, justamente, el aroma de la existencia. Se vive porque se muere y, tal vez, sólo enfrentándonos a ella, podemos medir nuestra auténtica fuerza y, comprender el grado en que nos aferramos a la vida. El drama metafísico que Vilariño despliega para este aprender a vivir muriendo se traza alrededor de una serie de retratos de cruces y animales que son contorneados por un cerco vegetal o de especias donde se manifiesta, en concentración esplendorosa y terrible, el espectáculo teatral del tiempo y la soledad circular del animal que muere. Vilariño coloca, como en el anillo del destino, a la criatura en el hondón de un recipiente orgánico y luminoso que da forma a la concentración de un cuerpo en su presencia última.
La belleza es para este artista un hilo rojo, un relámpago que apresa en su cerco de luz el mortal destino de la materia. Imagen tenebrosa o chasquido de dicción trágica que se expresa majestuosamente en el díptico Crucifixión de luz partida, donde se nos muestra en visión breve la blanca fulguración del esqueleto de una serpiente sobre una inmensa cruz calcinada. Como si lo que quedase, después de este amor excesivo de la vida fuese el vacío de todo lo creado en un velo de envolvente humus, de maternal tierra que se ha vuelto nido o morada para la ligereza del pájaro y el arrastre entrañado del saurio.
Wallace Stevens lo escribió en unos versos que dan pie a la serie que Vilariño nos presentará en el CGAC, y que bien pueden definir la actividad artística tal como es asumida por el fotógrafo: "Yo soy el ángel necesario de esta tierra / porque a través de mi visión tú ves la tierra de nuevo".
Exposiciones del Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) hasta el final de 2002.
Hasta el mes de septiembre estarán vigentes las muestras Un millón de acres, de Antonio Murado; CENTER, de Richard Tuttle y Ocho relatos nórdicos, con obra de ocho artistas de Noruega, Finlandia, Suecia y Dinamarca.
El 3 de octubre se inaugurarán las exposiciones dedicadas a Manuel Vilariño y Mona Hatoum.
Últimas adquisiciones. Colección Fundación ARCO – CGAC, de Septiembre a diciembre 2002
El estrecho diálogo entre el espacio arquitectónico y el proceso creativo del artista; la instalación y la escultura basadas en los nuevos medios; la utilización del soporte fotográfico con fines estéticos y narrativos muy diversos, así como la fuerza renovada de la pintura, son las claves que definen las nuevas adquisiciones de las colecciones CGAC y Fundación ARCO.
A partir de septiembre una selección de las mismas podrá visitarse en la planta sótano del centro gallego.
Mona Hatoum del 3 de octubre al 5 de enero de 2003
La artista Mona Hatoum (Beirut, 1952) fijó su residencia en Londres en 1975, cuando la guerra que estalló en el Líbano la sorprendió durante un viaje de estudios. Su obra, que comprende perfomances y vídeos, instalaciones y esculturas, la ha hecho merecedora de la nominación al Premio Turner 1995 y se ha expuesto en el Museum of Contemporary Art de Chicago, en el New Museum of Contemporary Art de Nueva York y en el Centre Georges Pompidou de París, entre otros.
La estudiada elección de materiales y escalas que caracteriza su trabajo responde a la intención de Hatoum de implicar al espectador de forma física en su obra. Su postura respecto al público es deliberadamente provocativa: convierte los objetos cotidianos en inquietantes, los transforma en elementos bellos y a la vez malévolos. De esta manera logra crear en el espectador sensaciones contradictorias de deseo y repugnancia, de fascinación y miedo.
La experiencia autobiográfica de la artista, su condición de exiliada, merecen destacarse como factores que han marcado su obra. La artista vive como un "sujeto desplazado" y su trabajo reflexiona sobre la falta de nombre e identidad, consciente de la relación profunda entre su experiencia individual y la historia colectiva de la que forma parte.
La exposición, coproducida poe el nuevo Centro de Arte de Salamanca (CASA) -donde se inauguró el pasado 10 de julio- viajará al CGAC con nuevas piezas adaptadas al espacio de Álvaro Siza.
Manuel Vilariño del 3 de octubre a enero 2003
El CGAC presenta un conjunto de obras de Manuel Vilariño (A Coruña 1952). Estructurada en los tres espacios de la primera planta, la exposición traza un recorrido por series como Aforcados (Ahorcados), Emboscadura, Crucifixións (Crucifixiones) y O anxo necesario (El ángel necesario), y culmina con instalaciones realizadas específicamente para el CGAC. El espectador se ve conducido desde el tenebrismo de sus crucifixiones hasta la luz de sus últimas piezas en blanco y negro, desde las imágenes "barrocas" en color hasta una pieza fotográfica de grandes dimensiones, Metamorfose da sombra (Metamorfosis de la sombra), con la que el artista se enfrenta a su obra de una forma nueva y original.
Con motivo de esta exposición, que se inaugurará el 3 de octubre y se prolongará hasta diciembre, se editará un catálogo con textos de Alberto Ruiz de Samaniego, comisario de la muestra, Félix Duque, Chantal Maillard y del artista.
Plena de mortalidad está la fotografía de Manuel Vilariño (A Coruña, 1952), para quien la muerte es, justamente, el aroma de la existencia. Se vive porque se muere y, tal vez, sólo enfrentándonos a ella, podemos medir nuestra auténtica fuerza y, comprender el grado en que nos aferramos a la vida. El drama metafísico que Vilariño despliega para este aprender a vivir muriendo se traza alrededor de una serie de retratos de cruces y animales que son contorneados por un cerco vegetal o de especias donde se manifiesta, en concentración esplendorosa y terrible, el espectáculo teatral del tiempo y la soledad circular del animal que muere. Vilariño coloca, como en el anillo del destino, a la criatura en el hondón de un recipiente orgánico y luminoso que da forma a la concentración de un cuerpo en su presencia última.
La belleza es para este artista un hilo rojo, un relámpago que apresa en su cerco de luz el mortal destino de la materia. Imagen tenebrosa o chasquido de dicción trágica que se expresa majestuosamente en el díptico Crucifixión de luz partida, donde se nos muestra en visión breve la blanca fulguración del esqueleto de una serpiente sobre una inmensa cruz calcinada. Como si lo que quedase, después de este amor excesivo de la vida fuese el vacío de todo lo creado en un velo de envolvente humus, de maternal tierra que se ha vuelto nido o morada para la ligereza del pájaro y el arrastre entrañado del saurio.
Wallace Stevens lo escribió en unos versos que dan pie a la serie que Vilariño nos presentará en el CGAC, y que bien pueden definir la actividad artística tal como es asumida por el fotógrafo: "Yo soy el ángel necesario de esta tierra / porque a través de mi visión tú ves la tierra de nuevo".