Guiarte.com. París, 6/2/2018
La muestra se verá del 29 de marzo al 23 de julio y es una oportunidad para contemplar reunidas obras maestras del artista conservadas en museos franceses (Lille, Burdeos, Nancy, Montpellier, ...) y préstamos excepcionales de los Estados Unidos, Gran Bretaña , de Alemania, Canadá, Bélgica y Hungría.
Delacroix es uno de los grandes de la pintura francesa y, sin embargo, en la capital francesa no se le ha dedicado una retrospectiva completa desde 1963, en el centenario de su muerte. Ahora el Museo del Louvre, rendirá homenaje a la carrera artística de Delacroix a través de una exposición histórica que reúne 180 obras, la mayoría de ellas pinturas.
Desde los grandes toques brillantes que hicieron famoso al joven artista en los salones de la década de 1820, hasta las últimas composiciones religiosas o paisajísticas, poco conocidas y misteriosas, el recorrido resalta la tensión que caracteriza la creación de un artista a la vez interesado en la originalidad y movido por el deseo de ser parte de la gran tradición de los artistas flamencos y venecianos de los siglos XVI y XVII.
La exposición también intenta responder a las preguntas que aún se plantean sobre una carrera larga, abundante y frecuentemente renovada, e invita al público a conocer a una personalidad trabajadora, crítica y culta, exitosa en la escritura, la pintura y el dibujo.
Aún queda mucho por entender sobre la carrera de Delacroix, desarrollada durante más de cuarenta años (desde 1821 hasta 1863), pero las pinturas que la dieron celebridad fueron en su mayoría producidas durante la primera década, cargadas de intensidad emocional, en las que late la influencia de Théodore Géricault.
En efecto. En 1822 ya expone “Dante y Virgilio en los infiernos”; poco más tarde, “La matanza de Quíos”, y en el 1827 ya había pintado “La muerte de Sardanápalo”. Son cuadros que deslumbraron por la energía, los colores, los vigorosos cuerpos, la fantasía y a veces la unión de lo macabro y lo erótico.
La exposición propone una mirada a las motivaciones que pueden haber inspirado y dirigido su actividad pictórica a lo largo de su larga carrera, dividida en tres períodos principales.
La primera década, de la conquista y el triunfo, está bajo el signo de la ruptura con el sistema neoclásico, en beneficio de un reenfoque sobre las posibilidades expresivas y narrativas del medio pictórico.
Luego, Delacroix se centra más en una labor como decorador de interiores, en especial en palacios y templos. En su pintura de caballete se observa una tensión entre lo monumental y lo decorativo. En los últimos años pareció estar dominado por una fuerte atracción por el paisaje, atemperada por un esfuerzo de síntesis retrospectiva personal.
Estas claves interpretativas permiten proponer una clasificación renovada que va más allá de la mera agrupación por género y colocan la producción pictórica de Delacroix en relación con los grandes lineamientos artísticos de su tiempo: el romanticismo ciertamente, pero también el realismo, los historicismos, el eclecticismo.
Eugène Delacroix, La muerte de Sardanápalo.1827. En el Museo del Louvre, donde se anuncia una gran muestra sobre el pintor romántico francés.
Eugène Delacroix, Cesto de flores caído en un jardín. 1849. Imagen del Metropolitan Museum of Art de Nueva York.