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Noviembre en el Guggenheim



Bilbao, 16 de noviembre de 2015
El Museo Guggenheim Bilbao presenta una selección de sus fondos en la exposición Obras maestras de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao, con destacadas piezas de arte contemporáneo de la segunda mitad del siglo XX.

Entre las obras más relevantes de esta exposición se encuentran el luminoso lienzo Sin título (2004) de Mark Rothko; La gran Antropometría azul (ANT 105) (1960) de Yves Klein; las Ciento cincuenta Marilyns multicolores (1979) de Andy Warhol; el gran lienzo serigrafiado de Robert Rauschenberg Barcaza (1962–63); o Nueve discursos sobre Cómodo (1963) de Cy Twombly. También están presentes en esta muestra obras significativas de los artistas alemanes Anselm Kiefer y Gerhard Richter y de los estadounidenses Julian Schnabel y Jean-Michel Basquiat. En la presentación se puede contemplar, además, una parte destacada del conjunto de lienzos que conforman La habitación de la madre (1995–97) de Francesco Clemente, una obra que evoca los 

Recorrido
Arte de posguerra: Tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos recibe a importantes artistas europeos exiliados. A ambos lados del Atlántico surgen una serie de pintores que protagonizan, con diversas propuestas estéticas, una etapa crucial de la modernidad plástica. Entre estas corrientes destaca la pintura gestual del expresionismo abstracto norteamericano, ya sea en su faceta de pintura de acción, con figuras como Willem de Kooning, o en la vertiente que cultivan los pintores de “campos de color” o “pintores del silencio”, como Mark Rothko. 

En 1953 Antoni Tàpies realiza su primera exposición individual en Estados Unidos y tiene la oportunidad de conocer más de cerca el expresionismo abstracto, un movimiento con el que el artista comparte su interés por el surrealismo.

En este mismo período afloran las inquietudes artísticas de Yves Klein, quien se inicia en la pintura en 1954 con el folleto Yves Peintures, en el que presenta obras inexistentes pero que constituirán el punto de partida de su carrera.

Chillida y Oteiza
En los años 50 dos escultores vascos destacan en la escena internacional: Eduardo Chillida y Jorge Oteiza. Los inicios de los dos escultores fueron dispares, si bien ambos coincidieron en proyectos artísticos como la Basílica de Aranzazu o la fundación del grupo Gaur, que formó parte del Movimiento de la Escuela Vasca.

La obra de Oteiza trasciende el objeto escultórico y es el resultado final de un largo proceso experimental en torno a la masa y el espacio, que se despliega a través de conjuntos o series de piezas en torno a un concepto común. Entre sus obras, Oteiza anuncian la evolución hacia un espacio puramente receptivo, el vacío o la nada, que el escultor relacionó con los cromlech microlíticos del País Vasco.

A Eduardo Chillida también le fascinan las construcciones de culturas antiguas y establece conexiones entre las del País Vasco y otros países. Para Chillida, la fuerza de la piedra reside en su capacidad de modular y contener el espacio. Trabajando con granito, el escultor pretende que la roca misma, al igual que una montaña, ofrezca una experiencia arquitectónica. 

Kiefer y Richter
Perteneciente a una generación que creció en la Alemania desmembrada tras la II Guerra Mundial, Anselm Kiefer aborda el horror de su historia a través de representaciones ligadas a mitos del nacionalsocialismo y también de obras en las que rinde homenaje al poeta Paul Celan, superviviente del Holocausto, con la convicción de que la memoria es el único modo de asimilar los traumas de la historia. Kiefer cuestiona el lugar que ocupa el ser humano en el cosmos y analiza las relaciones existentes entre la historia, la mitología, la literatura, la identidad y la arquitectura alemanas. El artista crea piezas monumentales que fusionan la pintura, el collage y la escultura combinando una paleta casi monocroma con elementos poco ortodoxos, como plomo, alambre, paja, yeso, barro, semillas, girasoles, ceniza y polvo.

Los años 60
La década de los 60 es una de las más agitadas del siglo XX en el ámbito cultural y político. Estados Unidos se ha convertido en una sociedad industrializada, y el crecimiento económico propicia una cultura de consumo a ambos lados del Atlántico. El arte pop, de origen británico, alcanza su cima con figuras norteamericanas como Andy Warhol, y tiene su contrapartida en el realismo capitalista alemán, del que Sigmar Polke es una de sus figuras destacadas. Ambas corrientes se centran en lo cotidiano, pero con diferente intención: el arte pop puede interpretarse como una crítica o como una celebración de la cultura popular; en cambio, el realismo capitalista es más dogmático y se centra en la reprobación de la sociedad de consumo y el “milagro económico” alemán.

Robert Rauschenberg y Cy Twombly son otras dos grandes figuras que para mediados de los 50 ya habían desarrollado su propio lenguaje visual. Aunque ambos artistas recibieron duras críticas, con el paso del tiempo se han convertido en figuras icónicas para la historia del arte del siglo XX. 

Los años 80: el regreso a la pintura
En la década de los 80 diversas tendencias recuperan la figuración y la expresividad en la obra de arte, apoyándose en el lenguaje formal del expresionismo alemán de principios del siglo XX y alejándose del arte conceptual y el minimalismo de las dos décadas anteriores. En esta sección se pueden ver obras del artista mallorquín Miquel Barceló, Anselm Kiefe y Georg Baselitz.

La habitación de la madre
El ciclo de Francesco Clemente La habitación de la madre (1995–97) evoca los grandes murales decorativos de las estancias o studiolos de los palacios renacentistas. El trabajo de este artista se inscribe dentro de la transvanguardia, término acuñado por el crítico Achille Bonito Oliva para definir el movimiento italiano que surge hacia 1980 y utiliza la figura humana y los materiales tradicionales en contraposición a la estética conceptual predominante en el arte de finales de los años sesenta y setenta.

Los años 80 a ambos lados del atlántico
Enzo Cucchi, otro de los mayores exponentes de la transvanguardia italiana, considera que el arte necesita una catástrofe que elimine las estructuras preexistentes para después manipular los elementos de una obra de forma que se mueva con libertad entre la pintura y la escultura.

En Estados Unidos una de las figuras más significativas de la vuelta a la figuración y a la expresividad en el arte es Julian Schnabel, quien emplea elementos diversos, incluida la palabra escrita. El norteamericano Jean-Michel Basquiat, uno de los pintores más célebres de su generación, cierra el recorrido. 

Yves Klein. La gran Antropometría azul. 1960.

Yves Klein. La gran Antropometría azul. 1960.

Robert Rauschenberg. Barcaza. 1962-63.

Robert Rauschenberg. Barcaza. 1962-63.

Eduardo Chillida. Lo profundo es el aire. 1996.

Eduardo Chillida. Lo profundo es el aire. 1996.

Miquel Barceló. El diluvio. 1990.

Miquel Barceló. El diluvio. 1990.

Georg Baselitz. La Sra. Lenin y el Ruiseñor. 2008.

Georg Baselitz. La Sra. Lenin y el Ruiseñor. 2008.

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