Nacido en Pamplona, en 1963, Jose Ignacio Agorreta es un artista que sabe trasladar al lienzo una mirada cargada de matices poéticos, en las que la rama, la casa, la vieja máquina adquieren una extraña espiritualidad y significado.
Luis Carlos Rueda, catedrático de Filosofía, nos introduce en la obra de este importante autor navarro:
Arte y concepto
Cada cuadro encierra una historia compleja que no se deja ver en su totalidad. En la visibilidad pictórica subyacen realidades construidas en el pasado pero no clausuradas. Son entes urbanos, tecnológicos, empresas hace tiempo cerradas y ya derruidas, tapias que esconden misterios, árboles que nacen de la niebla... Estas realidades se reconocen y están esbozadas por un pincel figurativo, no plasmadas por el ojo fotográfico y estático de un pintor realista, sino que remiten a conceptos relacionados con la historia reciente y ayudan a comprender la vida actual.
Elementos y su unidad: “La historia pequeña”
Sus cuadros ofrecen múltiples elementos, cada uno como un recorte de la realidad postindustrial, pero, juntos, forman una conexión, una unidad concebida por el pintor desde la cultura y la sociedad. Efectivamente, lo que puede ser percibido a primera vista como fragmentario, no lo es en absoluto, sino que expresa una “pequeña historia” cuyo tema no es describir o resolver sino plantear problemas, provocar de alguna forma al espectador sin tratar de embaucarle.
La ciudad y la pintura
Como uno de los temas de este pintor es la ciudad y sus productos (vivienda, empresas destruidas, máquinas en el desguace, etc., analicemos esta interesante relación entre la ciudad y la pintura de Agorreta.
Tanto la ciudad como la pintura son hechos colectivos, manifestaciones de la vida social en constante movimiento, que se abren a múltiples direcciones y desarrollos a lo largo del tiempo o en un preciso instante. La ciudad es cosa humana, obra humana colectiva, tiempo, experiencia, memoria, valores... La obra pictórica, aunque individual, también es producto y testigo de esta memoria. Y, como el desarrollo de la ciudad camina por diferentes e imprevistas direcciones, se abre a múltiples expresiones y perspectivas pictóricas, entre las cuales se encuentra la de este pintor.
La pintura de lo urbano que ofrece la obra de Agorreta abarca múltiples trayectorias que se funden en una unidad que les da sentido. Veamos, como ejemplo, el cuadro que tenemos a la vista: un bloque de pisos de cuatro alturas. Sus formas geométricas de color gris oscuro contrastan levemente con el fondo que lo envuelve, especie de niebla que sustenta al edificio y traslada su sombra hasta lo ilimitado. Dos configuraciones superpuestas, aparentemente divididas pero que nos llevan a una interpretación sorprendente de la obra: el fondo –esa neblina que impide la visión del paisaje- y la representación del bloque de viviendas. La niebla semeja a un telón grisáceo que envuelve la forma de lo representado, es de mayor dimensión que la arquitectura. Los pisos no tienen número que identifique su ubicación urbana, ni pertenecen a una calle o ciudad concretas. Tampoco el autor pone nombre al cuadro. ¿No vemos aquí el paso del tiempo, el desgaste material, la huella de una época reciente y el túnel tal vez sin salida de una vida urbana donde todo se esfuma?. Todo parece anónimo y sobrecogedor porque sintetiza múltiples facetas de nuestra vida material y espiritual: este edificio sin nervio, sin luz, sin precisión ni identificación es el edificio de nuestra propia existencia.
Si hiciéramos un esfuerzo y tratáramos de introducirnos en los interiores de este edificio, también nos sentiríamos inundados por la niebla y percibiríamos las huellas de muchas vidas que habitaron ahí: humedad, miseria, sufrimiento, vanas esperanzas, hacinamiento... un tiempo no lejano para nosotros y todavía actual para otros seres humanos. Ventanas sin cortinas ni protección. Sin transparencias. Es la niebla que persiste y que ha ido borrando la vitalidad, la creatividad, la libertad humanas. No hay sonrisas ni comunicación. ¡Qué bella y trágica metáfora! Esta “pequeña historia” da sentido a la “gran historia” humana. Nos ofrece una verdad parcial, pero esencial para comprender la sociedad actual.
Luis Carlos Rueda
Jose Ignacio Agorreta
Jose Ignacio Agorreta
Jose Ignacio Agorreta