Arte, historia y literatura están vinculadas a un antiguo convento de Madrigal de las Altas Torres, que está cayendo poco a poco, ante la impasible mirada de las autoridades autonómicas.
La situación de este edificio, de propiedad privada y dedicado –lo que va quedando- a almacén agrícola, fue denunciada al Procurador del Común en 2001. La propuesta para la declaración del mismo como Bien de Interés Cultural “duerme” en los despachos de la Junta.
Movilización de vecinos, recogidas de firmas.... la Asociación Madrigaleños en Defensa de su Patrimonio está en campaña para salvar lo que queda del Antiguo Convento Agustino de Extramuros de Madrigal de las Altas Torres, en la provincia de Ávila.
Para conocer más el valor del centro, presentamos en guiarte.com un documentado artículo de Jose Luis Gutierrez Robledo:
EL CONVENTO AGUSTINO DE MADRIGAL LAS ALTAS TORRES.
Entre tanto pueblo hermoso y casi abandonado de la Moraña y Tierra de Arévalo, Madrigal destaca por su belleza, que hace honor al topónimo, y por su decadencia. Es villa murada con dos espléndidas iglesias, un hospital y dos conventos, amén de casas y casonas. Destaca también una hermosa portada de aire toledano que llaman el Arco de Piedra y que aún está milagrosamente en pie.
La historia de las monjas y frailes agustinos se entreteje en solares cercanos, intra y extramuros y cerca del Hospital Real. Extramuros se levantó el beaterio que en 1335 fundó María Díez, el que en 1438 se convierte en convento de agustinas de Santa María de Gracia. Trasladadas las agustinas en 1425 al solar intramuros de las Casas que fueron de Juan II (el Palacio donde en 1451 nace Isabel la Católica), ceden el viejo solar a los frailes que en 1528 se instalan allí. Entre 1578 y 1589, Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo y cardenal comienza a levantar un amplio y nuevo convento con perdidas trazas que podrían ser de Nicolás de Vergara el Mozo - con cuyo modo de hacer casa lo conservado y que en aquellos años estaba apartado de la maestría mayor de la catedral de Toledo, pero contaba con el directo apoyo del Cardenal Quiroga- mas las trazas fueron retomadas y rehechas a finales de ese siglo por Juan de Ribero Rada, en un proceso en el que también participaron y Juan de Nates y Alonso de Vallejo según ha demostrado Jesús Gascón Bernal en una Tesis Doctoral de próxima presentación.
Del convento, que abarcaba un gran rectángulo de 400 x 200 píes, solo quedan hoy –aparentemente- unos informes montones de ladrillo y algún muro de más porte, más un magnífico claustro en su interior, pero fue llamado por sus dimensiones y estilo el Escorial de Castilla y aquí muere, en el verano de 1591, Fray Luis de León. Era un edificio grandioso que fue Casa Capitular de Castilla y acogió cátedras de Cánones, Filosofía, Humanidades, Leyes y Teología. Era un gran rectángulo en el que destacaban una iglesia con capillas a los lados, presbiterio apenas marcado, y una fachada con dos esbeltas torres (fotos hay en las que aparecen) y una hornacina con buena estatura de San Agustín y un escudo de la orden.
La fachada templaria se alza en un extremo de la colosal fachada conventual, que tiene en su otro extremo una herida torre y en el centro portada con tres arcos de piedra de porte escurialense, con un bien labrado escudo de Gaspar de Quiroga y tras él, en el centro del rectángulo el cuadrado claustro clasicista de dos pisos y cinco tramos por crujía, un claustro de buena cantería y mejor traza, que Gascón fecha en la tercer década del XVII, y que sobrecoge en su ruina y desnudez. El piso bajo de proporción dupla tiene arcos de medio puntos recuadrados por pilastras planas toscanas con capiteles apenas esbozados y por un entablamento con sencillísimos triglifos y saliente cornisa. Planas enjutas rematan los esbeltos arcos, pretiles de una pieza con grandes placas cuadradas cierran los vanos (salvo los centrales que dejan salir al campo del claustro) y unas sencillas pilastras monolíticas estructuran los huecos. El cuerpo superior es más bajo y adintelado, prolonga las pilastras, cierra los tramos con muros ciegos en los que se abren grandes huecos rectangulares (al modo del tambor del Ochavo toledano), y remata con cornisa con mútulos que recuerdan los triglifos (salvo en la crujía de la portería).
La desamortización inició la ruina de un edificio que se vende en subasta en 1844. El anuncio del Boletín de Ventas de Bienes Nacionales es seco ejemplo de la literatura administrativa: el edificio que fue convento de agustinos de la villa de Madrigal, situado en los extramuros de la misma, de construcción de ladrillo y cal, que se compone de capilla, dos sacristías, iglesia sin madera, ni techo, patio, refectorio, escalera principal, celdas, cocinas, despensa, enfermería, puertas carreteras, corral y atrio. Tasado en 97743 Rls, por lo que sale a subasta.
Creyeron los agustinos que pasaba a manos amigas, pero el “comprador”, que apenas pago 10900 reales que no eran suyos por todo, se llamo andana sobre las promesas hechas. Las estancias conventuales fueron granero (aún la iglesia es silo), establo, palomar y talleres, sus muros fueron material de derribo del que se arrancaban piedras y losas y carpinterías provocando la ruina. Retablos, cuadros e imágenes iniciaron una vertiginosa vorágine: 23 cuadros pasan al Museo de la Trinidad y de allí al Prado, otras obras pasan a las agustinas de Madrigal y a los agustinos de Salamanca, otras a las parroquias de Madrigal y de poblaciones cercanas, el retablo acaba en la salmantina iglesia de San Juan de Sahagún.., las más se pierden. Unos propietarios malvenden el edificio a trozos, otros se olvidan de él, los últimos ya no pueden atajar tanta ruina... Pero nada se hace por nadie.
150 largos años casi han acabado con tanta historia, con tanto arte. Sólo quedan la iglesia, parcialmente, parte de la fachada principal y la gran portada desmochada, las cuatro paredes interiores del claustro ya descritas y parcialmente los muros interiores de sus pandas (se han perdidos los forjados y cubiertas), y los restos de una gran torre angular... El resto son trozos de muro, estucos, machones derrumbados, informes montones de tierra.... La planta aún puede, con esfuerzo, rastrearse. Este verano aún era posible recorrer el convento y atreverse a entrar en su hermoso claustro que habla ese precioso lenguaje de la arquitectura clasicista de nuestro barroco. Hasta el más lerdo siente, ve, que todo se tambalea, está inestable, da miedo en todos los sentidos. Todo está de un mírame y no me toques que preludia una ruina inminente (me acompañaban técnicos que aún son más pesimistas) si es que no se pone pronto remedio. Es una vez más la triste historia de lo que fuimos y no somos. La triste historia de una Castilla que –una vez más- ignora su ayer y teme su mañana.
El sábado, a las 16 horas y en Madrigal, un grupo de ciudadanos que no conozco han convocado una concentración para pedir la Declaración de Bien de Interés Cultural, como primer paso para la imprescindible y urgentísima restauración. La petición es razonable, les honra y merece el máximo apoyo de todos los que pensamos que el patrimonio es un legado recibido, una herencia que salvaguardar (defender, amparar, proteger) y trasmitir al mañana. Sería de desear que todos los ciudadanos se sumasen y nadie levantase banderas partidistas, interesadas y oportunistas, ya que en esta lamentable historia de abandono monumental todos tenemos alguna responsabilidad. Hay que evitar que cuando llegue esa Declaración iniciada por el Procurador del Común de Castilla y León hace ya dos años, todo esté en el suelo. Seguro que en tal tesitura, todos los bríos que no se han puesto en remediar la ruina se pondrían en echar balones fuera.
José Luis Gutiérrez Robledo
Universidad Complutense
Interior del convento. El claustro. guiarte.com