“Henri Rousseau: Junglas en París”, es el título la muestra que presenta la Tate Modern, londinense, hasta el próximo 5 de febrero, en la que se pone de manifiesto ese mundo especial que pintó el viejo aduanero.
La exposición se integra por medio centenar de obras que permiten conocer a este pintor que refleja una realidad exótica, cargada de sencillez y también misterio; un pintor que sin dejar Francia parece entrar en paraísos salvajes propios de otros rincones del planeta.
Rousseau se dedicó en fecha tardía a la pintura, una tarea que siempre le gustó, pero que llegaría a ocuparle enteramente después de su jubilación de funcionario municipal.
Henri Rousseau aparece en esta muestra con toda esa pintura preciosista y su mirada cautivada por el trópico, un trópico que él imagina en su fantasía y en sus visitas al zoológico; un trópico y unas selvas que han sido admiradas por multitudes desde que él las pintara.
En su tiempo, se propagó la leyenda de que había sido soldado en México, pero no conoció América más que en los papeles, y su naturaleza no la vio sino en el zoo y el botánico. Ilustraciones, revistas, libros de aventuras y hasta álbumes de cromos sirvieron para crear un mundo de vegetales vigorosos y densos, en torno al que pululan leones, monos, cuervos, serpientes y gacelas.
La mirada especial de Henri Rousseau ya tuvo el reconocimiento de gentes como Pablo Picasso, René Magritte o Ernst, quienes admiraron en este pintor tardío, autodidacta y vocacional.
La mayoría de los cuadros de la muestra de la Tate Modern no se han presentado hasta ahora en el Reino Unido. Entre ellos abundan escenas de la selva, paisajes parisienses y retratos. Es una amplia visión de una época, porque junto a las selvas imaginadas de Rousseau, aparece un París en progreso, con sus dirigibles, o la ciudad festiva, Pero no falta tampoco la visión dramática con su alegoría de la guerra, todo con la fuerza que le da el color vivo y la mirada sencilla e ingenua.
Nacido en Laval, hijo de un pobre calderero, tiene una vida dura, en la que pesan sendas experiencias militares que el fabuló para convertirlas en heroicas. En 1871 fue funcionario de la Prefectura de París, y trabajó en fielatos para cobrar impuestos del consumo, oficio del que se deriva el apelativo de aduanero. Se sabe que en 1884, pidió permiso para hacer copias en los museos estatales. Un año después, presentó dos obras en el Salón de los Rechazados y, a partir de 1886, acudió al Salón de los Independientes, sin gran éxito de publico.
Apreciado por algunos pintores, en sus últimos años de vida vendió algunos cuadros y participó en la vida bohemia de Montmartre. Picasso le ofreció un festín en el Bateau Lavoir, en 1908, con asistencia de Braque y Delaunay murió casi en la más absoluta pobreza en 1910 y fue enterrado en una fosa común.
"Tigre en una tormenta tropical (¡sorprendido!). 1891. Detalle.