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Gran muestra de Delacroix

Madrid, noviembre de 2011
La exposición, comisariada por el conservador jefe del Departamento de Pintura del Museo del Louvre, Sébastien Allard, se puede ver en CaixaForum Madrid (Paseo del Prado, 36) del 19 de octubre de 2011 al 15 de enero de 2012. Posteriormente viajará a Barcelona

Eugène Delacroix sostenía que lo que provocaba emoción en un lienzo eran sus valores plásticos —materia, luz, color—, más allá de las escenas que se representan. Dar a conocer esta imagen de Delacroix, alejada de su asociación con las grandes composiciones de tema histórico, como un revolucionario enfrentado a las rígidas convenciones del arte neoclásico, es uno de los objetivos de Delacroix (1798-1863).

La exposición organizada por la Obra Social ”laCaixa” y el Museo del Louvre es la más completa realizada jamás sobre la trayectoria del pintor francés en España. Reúne más de 130 obras procedentes de colecciones públicas y privadas de Europa y América, que permiten reconstruir la evolución del artista, desde sus inicios, cuando buscaba la inspiración en creaciones artísticas y textos literarios, hasta la etapa final, marcada por la síntesis del conjunto de su obra.

Uno de los atractivos es poder contemplar obras que se han convertido en referentes de nuestra cultura visual, como Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi, uno de los bocetos de La muerte de Sardanápalo o Mujeres de Argel en sus habitaciones y que Delacroix pintó tras el viaje que hizo por el norte de África en 1832, pasando por diferentes ciudades españolas. Este viaje le influyó profundamente, y la exposición también ahonda en el vínculo de Delacroix con España.

Durante el viaje que realizó a Marruecos en 1832, Eugène Delacroix hizo diversas escalas en España: Algeciras, Cádiz y Sevilla. «Todo Goya palpitaba a mi alrededor», escribió a su amigo Pierret, manifestando su precoz interés por el arte de la península Ibérica. De hecho, Delacroix fue uno de los primeros en Francia en conocer los Caprichos de Goya.

La exposición muestra también la incidencia que tuvo Delacroix en el gran maestro español del siglo XX: Pablo Picasso, quien le honró con una serie inspirada en Mujeres de Argel en sus habitaciones.

La muestra con la que CaixaForum Madrid rinde homenaje al genial pintor francés se convierte en la más completa jamás organizada desde la gran exposición realizada en París, coincidiendo con el centenario de la muerte del artista, en el año 1963.

Esta gran retrospectiva propone una visión completa de la obra de Delacroix y de su evolución pictórica, recorriendo las diferentes etapas de su producción,desde las primeras obras, que buscan la inspiración en el museo, hasta la etapa de madurez, en la que el artista repite los temas que trabajó anteriormente, con otra perspectiva, poniendo especial énfasis en sus obras de historia, así como en las de inspiración oriental.

Además de las obras procedentes del Museo del Louvre, la exposición cuenta con numerosos préstamos de instituciones de todo el mundo —Galería de los Uffizi (Florencia), The National Gallery (Londres), The Metropolitan Museum of Art (Nueva York), Musée d’Orsay (París), The Art Institute of Chicago, The British Museum (Londres) o el Musée des Beaux-Arts (Burdeos)—, así como de colecciones privadas.

Muestra este evento que el pintor francés conocía profundamente la tradición pictórica de los encargos oficiales y de los temas heroicos de la historia y de la religión, y cómo la reinventó antes de confrontarla con la revolución del realismo a partir de mediados del siglo XIX.

También se centra en aspectos menos conocidos de la producción del artista. El retrato constituye uno de ellos: el gran Retrato de Louis-Auguste Schwiter, que sedujo tanto a Degas que lo compró, muestra el genio del maestro en este campo. El autorretrato también ofrece un interesante campo de análisis, dado que Delacroix solo realizó tres enteramente de su mano, todos ellos presentes en la exposición:

ÁMBITOS DE LA EXPOSICIÓN

Delacroix y el modelo
En la época de Delacroix, el desnudo constituía la piedra angular del aprendizaje artístico. El ciclo de María de Médicis de Rubens, en el Louvre, proporcionó al joven pintor un modelo a seguir.

Las ilustraciones de Fausto
La literatura representó para Delacroix una poderosa fuente de inspiración. Una de sus principales obras como litógrafo fueron diecisiete planchas para el Fausto de Goethe (1828), que proponen una lectura muy personal de esta obra.

El retrato y la influencia británica
Entre los años 1820 y 1830, la obra de Delacroix denota una fuerte influencia de la pintura inglesa, sobre todo a partir del viaje que realizó a Londres en 1825 y después de haber conocido al pintor Sir Thomas Lawrence. Delacroix interpreta el retrato británico de acuerdo con su propia personalidad pictórica.

La inspiración literaria
La imaginación de Delacroix necesita estímulos. «Lo que hace falta para encontrar un tema, sería abrir un libro capaz de inspirar y dejarse llevar por la disposición del momento», escribió en su Diario. En la década de 1820 a 1830, estos estímulos le llegan a través de la literatura. Pero no basta con ilustrar una narración: el artista transcribe las emociones que le provoca la lectura. Lord Byron se convierte en una figura tutelar para el artista, que le sugiere temas exóticos, como Sardanápalo o el combate de Giaur y Hassán, y le proporciona una visión de la historia contemporánea.

El drama de Grecia
«¿Quién se pondrá al frente de tus hijos dispersos? ¿Quién te liberará de una esclavitud a la que estás demasiado habituada?», escribió Lord Byron en su poema narrativo Las peregrinaciones de Childe Harold (1812-1818), tras su primer viaje a Grecia en 1810. Las ideas de Byron calaron hondo en Delacroix, que dedicó varias obras a la guerra de independencia griega.

Recuerdos del viaje a Marruecos
En 1832 Delacroix participó en una misión diplomática francesa en el norte de África, acompañando al conde de Mornay en su visita a Abderramán, sultán de Marruecos. En el transcurso de ese viaje realizó varias escalas en ciudades españolas: Cadis, Sevilla y Algeciras.

La gran decoración
A mediados de la década de 1830, la actividad de Delacroix se multiplica con la realización de grandes decoraciones para edificios públicos, por encargo del Estado

Medea y San Sebastián
A finales de la década de 1830, Delacroix vuelve al clasicismo y pinta grandes óleos de tema mitológico y religioso. Realiza varias versiones de Medea, donde la esposa de Jasón aparece con gesto salvaje, puñal en mano, poco antes de asesinar a sus hijos, y de San Sebastián, donde el santo aparece exánime, mientras santa Irene le retira las flechas del martirio. Ambas obras revelan la influencia de los maestros Andrea del Sarto, Rubens y Van Dyck.

La soledad de Cristo
El sentimiento religioso no es muy relevante en la obra de Delacroix, y la crítica de su tiempo se lo reprochaba. Sin embargo, la figura de Cristo ocupa un lugar muy destacado en su producción.

Series y variaciones
En 1847 Delacroix retoma su diario, interrumpido en 1824. Mientras trabaja en varios proyectos de pintura decorativa, reflexiona sobre su obra y recupera temas literarios que había tratado veinte años atrás. Ahora se muestra crítico con Byron, aunque este le inspira El naufragio de Don Juan o La novia de Abidos. Realiza una serie sobre El rapto de Rebeca, inspirada en el Ivanhoe de Walter Scott, así como diversas variaciones en dibujo, pintura y grabado a partir de un tema shakesperiano: Hamlet y Horacio en el cementerio.

El paisaje, entre la materia y el espíritu
A partir de 1850, paisajes y estudios atmosféricos cobran una importancia creciente, como si el pintor sintiera la necesidad de comprender y explicar este fenómeno. Delacroix pasa temporadas en Dieppe, Normandía. El contacto con el paisaje marítimo le permite experimentar nuevas sensaciones y plasmarlas en el lienzo a través de sombras coloreadas y reflejos que anticipan la búsqueda luminosa de los impresionistas.

Eugène Delacroix. Boceto de la Muerte de Sardanápalo, 1826-1827, óleo sobre lienzo, 81 x 100 cm, © 2009 Musée du Louvre / Erich Lessing

Eugène Delacroix. Boceto de la Muerte de Sardanápalo, 1826-1827, óleo sobre lienzo, 81 x 100 cm, © 2009 Musée du Louvre / Erich Lessing

Eugène Delacroix. Autorretrato con chalecho verde, 1837, óleo sobre lienzo, 65 x 54,5 cm. Musée du Louvre. 2010 Musée du Louvre / Angèle Dequier

Eugène Delacroix. Autorretrato con chalecho verde, 1837, óleo sobre lienzo, 65 x 54,5 cm. Musée du Louvre. 2010 Musée du Louvre / Angèle Dequier

Eugène Delacroix. Mujeres de Alger en su aposento, 1834, óleo sobre lienzo, 180 x 229 cm, Musée du Louvre. 2009 Musée du Louvre / Erich Lessing

Eugène Delacroix. Mujeres de Alger en su aposento, 1834, óleo sobre lienzo, 180 x 229 cm, Musée du Louvre. 2009 Musée du Louvre / Erich Lessing

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