Por Ignacio Redondo
En esta tierra nuestra, donde cada vez somos menos, solo nos faltaba llevarnos mal o no ser solidarios. Sirvan estas líneas para desearos Felices Fiestas y que nadie pueda decir aquello de "pocos y mal avenidos."
En mi condición de cepedano ejerciente, me brindo a contaros alguna de mis historias y si tuviera que hacerlo personalmente, lo haría encantado, aunque se agradecería el aguinaldo preceptivo.
Podría contaros la historia del tío Peona, el que fue a buscar la luz con el caballo. O la de aquel de Sueros que cuando le dijeron que la Tierra era redonda y daba vueltas, se reía escéptico diciendo: ¿A donde iría a parar el vino de las mis cubas que las tengo destapadas? O tal vez la de Angelín que le daba chocolate a los gochos y le decía a sus vecinos, "ningún perdido va a menos". O quizá la del que cortó el cerezal para comer la cerezas "sentao". Y podríamos llegar a los turrones narrando la historia del que fue a descambiar el "arradio" que había comprado porque no cantaba Antonio Molina.
Tomando ya el café os contaría la de aquel que estaba merendando solo y decía: "la bota que no pare".
…Y si el aguinaldo fuera generoso podría cantar e incluso bailar.
Ignacio Redondo es autor de varios libros sobre las “historias” de los cepedanos
Manzanas rojas en un huertecillo de Palaciosmil. Imagen tomada en el in1cio del invierno de 2012