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Migraciones

Estamos tan inmersos en la vorágine de la actualidad diaria que perdemos la perspectiva de la historia; nos pasa algo así como al personaje del "Burgués gentilhombre" de Moliere que hablaba en verso sin darse cuenta de ello.

Nuestro tiempo no sólo pasará a la historia como la época en la que el crecimiento de la población propició un declive brusco en las calidades medioambientales del planeta, sino como un periodo en el que las presiones demográficas generaron movilizaciones humanas masivas causando una fuerte transformación de la identidad de las sociedades.

Hay más de 175 millones de personas viviendo en un país que no es el suyo de origen y cada día aparecen nuevos datos que hablan de la mutación social derivada de la presión demográfica.

Razones de índole económica o política están generando auténticas olas de migraciones humanas que ya son y -más aún- serán elementos de la identidad de la sociedad del siglo XXI.

El crecimiento de la población, de unos 77 millones de habitantes al año en la actualidad, se produce básicamente en territorios poco desarrollados, mientras que los países de elevado nivel de vida tienen en muchos casos tasas demográficas que conducen al decrecimiento.

Informes de la ONU señalan que la población mundial que vive en el Tercer Mundo aumentará, de los 4.900 millones en 2000 a 8.200 millones en 2050.

La presión humana contribuye a empeorar las condiciones de vida de las zonas más deprimidas, que ven deteriorados sus recursos y se muestran incapaces de afrontar las necesidades mínimas de alimentación y sanidad.

Un reciente informe del Banco Mundial destacaba la incidencia de las enfermedades en el Tercer Mundo, y decía que si se hubiera eliminado la malaria en Africa hace 35 años, el producto interno bruto del continente podría haber aumentado en unos 100.000 millones de dólares.

Empujadas por la mala situación económica y atraídas por el brillo del lujo occidental, las migraciones hacia Europa están cada vez más fuera de control.

En España, el Instituto Nacional de Estadística tuvo que revisar recientemente sus datos estadísticos poblacionales para incluir más de millón y medio de extranjeros.

Las cifras de población utilizadas hasta ahora eran inadecuadas; estaban por debajo de las reales debido, principalmente, al incremento de la población extranjera. A partir del año 2002 en España se han registrado más de 600.000 altas de extranjeros en el Padrón cada año, cifra más de tres veces superior a la prevista.

El 1 de enero de 2004 el colectivo de inmigrantes en España era ya el 7 por ciento de la población total residente, lo que significa que se ha multiplicado por cuatro desde 1996, cuando constituía el 1,37 por ciento de la misma.

El dato español es novedoso, porque este país estuvo generando en la segunda mitad del siglo XX un considerable flujo de emigrantes. Pero el aumento del nivel de vida está equiparando la situación del país a otros de su ámbito occidental.

Estadísticas recientes mostraban que la población nacida en el extranjero era del 32,6 por ciento en Luxemburgo, el 23 por ciento en Australia, el 22,4 por ciento en Suiza, el 19,5 por ciento en Nueva Zelanda, el 19,3 por ciento en Canadá, el 15 por ciento en Alemania y el 12,3 por ciento en Estados Unidos.

El fenómeno migratorio es creciente. En el año 2003 entraron en el espacio económico europeo un total de 2,5 millones de inmigrantes, y en Estados Unidos 0,7 millones (1,064 millones en el año precedente), pese a crecientes políticas de control migratorio.

Entre las novedades de los últimos años destaca la creciente presencia de ciudadanos procedentes de China, India y Rusia.

Esta búsqueda de El Dorado supone desajustes importantes en las sociedades emisoras y receptoras de emigrantes, y un sinnúmero de historias dramáticas que afloran en la actualidad diaria. No sólo se tratan de las muertes en los cruces de frontera o en los periplos a través de mares o desiertos, sino del infame tráfico de seres humanos.

Cerca de medio millón de personas son víctimas del tráfico de seres humanos en Europa cada año, la mayoría de ellas para la explotación sexual, informó hace poco la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Se calcula que entre 800.000 y dos millones de mujeres y niños son víctimas de esta trata de seres humanos.

Pero junto a estos movimientos están las de los refugiados, que se cifra en 17 millones de personas según datos de ACNUR, entidad de la ONU para la asistencia a los refugiados. En esta cifra están más de 2 millones de huidos de Afganistán, más de 600.000 procedentes del Sudan y medio millón de personas de Burundi, del Congo, Somalia o Palestina.

Refugiados y emigrantes integran esa marea humana que cruza las fronteras, aunque los orígenes de ambos movimientos sean dispares. En un caso los desplazados huyen para garantizar su existencia y su libertad, en otro se busca una mejora de la situación económica y social.

Pero ambos fenómenos muestran un mundo en el que la movilidad humana crece y en el que todos tenemos que afrontar el reto de una interculturalidad.

Si los gobiernos no desarrollan políticas de integración apropiadas, los inmigrantes pueden quedar aislados en comunidades desatendidas y generadoras de fuertes tensiones sociales.

Con la migración hacia los países desarrollados muchas gentes pierden en realidad calidad de vida. fotografía de Miguel Moreno. guiarte.com

Con la migración hacia los países desarrollados muchas gentes pierden en realidad calidad de vida. fotografía de Miguel Moreno. guiarte.com

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