NOCHEBUENA EN OTROS TIEMPOS
Por Aureliano Arienza
Un año más quiero felicitar en estas fiestas Navideñas, a la vez que recuerdo algunas de nuestras vivencias navideñas en tiempos muy duros, pero en los que éramos muy felices con lo que teníamos.
Quiero situar este escrito de mis vivencias en mi pueblo natal San Martín de la Falamosa, lindante con Escuredo. Desde hace muchos años, una hermosa moza de San Feliz de las Lavanderas me trajo a la Cepeda, y hoy me siento más cepedano que Riberano Omañés; hasta el punto, que me conoce más gente por cepedano que por mi lugar natal.
Los que ya somos mayores, celebramos estas fiestas con algo de nostalgia de aquellos años vividos en nuestro pueblo, donde con lo poco que teníamos éramos felices en compañía de nuestras familias y vecinos. Por otra parte, siempre habrá un recuerdo para aquellos que nos precedieron, que celebraban estas fiestas con mucha emoción y con la ilusión de ver a sus seres queridos ausentes.
Las gentes reunidas
La Nochebuena era una fecha en la que mucha gente, estaba muy pendiente de que llegaran a casa las familias que estaban ausentes del pueblo después de un tiempo sin verse: los hijos, los nietos, los mozos que estaban cumpliendo la mili en los cuarteles o en la mina, algún que otro estudiante, y aquellos y aquellas que por circunstancias se estaban ganando la vida fuera de nuestro pueblo. La alegría era inmensa tanto de las familias como de los vecinos y amigos al volver a encontrarse en Navidad.
La gente de mi generación que años más tarde ya habían formado sus familias, estábamos deseando retornar al pueblo en fiestas de Navidad; por este motivo las calles a pesar del barro o de la nieve, ya se llenaban de niños por unos días disfrutaban de los encantos del lugar que eran muy distintos a los de la ciudad; estos guardaban grandes recuerdos de sus vacaciones rurales.
Las castañas de los asturianos
Os recuerdo, que cuando éramos niños lo más que esperábamos en Nochebuena era poder disfrutar de unas pocas castañas que habrían adquirido nuestros padres. En San Martín no se cosechaban castañas, y muchas de las que llegaban eran las que traían los asturianos que llegaban al pueblo para adquirir los productos de aquí, a cambio de sus castañas y avellanas.
La mayoría de los años también llegaba con las ricas castañas un señor de San Feliz de las Lavanderas, un pueblo de La Cepeda en el que se cosechan muchas.
Luego el día de Navidad los niños que teníamos castañas jugábamos al “enduño abre el puño”; había niños que en sus casas no había castañas, y en cambio tenían nueces; que estas si se cosechaban en nuestro lugar. Las niñas no jugaban al “enduño” pero eran muy felices ya que casi siempre estrenaban algún trapito para estar más guapas el día de Navidad. También las jóvenes aprovechaban el día de Navidad para estrenar algo.
El deporte del patinaje
Los niños y adolescentes nos divertíamos mucho en un lugar al que llamábamos “debajo de los Arcos” que estaba al lado del “Tuero” cerca de la casa del Sr. Adolfo. Aquí había un estanque de agua bastante grande, y en estas fechas siempre estaba cubierto de hielo parecido a una pista de patinaje. En él pasábamos las horas deslizándonos por el hielo sentados en una piedra, y nos empujábamos unos a otros. Había muchas caídas, pero podíamos con todo superando el frío a pesar de la escasa ropa de abrigo. Estoy seguro que aún hay algunos hijos de San Martín que vivieron estos momentos.
Los asturianos que habían traído las castañas, marchaban a su tierra cargados de habas, garbanzos y otros productos para negociar al estraperlo atroz que había en esos tiempos. El viaje siempre lo hacían por la noche.
Comida sencilla... pero gozosa
Por supuesto que el turrón y otros productos de que disponemos hoy, ni se hablaba de ellos. La cena o “colación” se hacía como mucho con unas patatas con “llosco” y algunos dulces que habían hecho nuestras madres, y con las típicas castañas y nueces; Esta cena nos sabía a gloria; y bien regada con vino de cosecha. En alguna ocasión, si se podía, igual se mataba una gallina o un gallo. El vino de cosecha estaba rico pero era muy flojito de alcohol, y a los críos ya nos daba vino desde muy pequeños.
Se sabía muy bien donde se había celebrado la cena con algún plumaceo, ya que al día siguiente los fumadores de la casa presumían de pipa con la pata del animal.
En este día, también se hacía café en casa ya que no era día de que los hombres salieran a la taberna. Para ellos también había coñac de garrafón, y para las mujeres también anís de garrafón; los dos eran igual de malos, pero eran baratos ya que se compraban a granel y sabían muy ricos. Los chavales si teníamos ocasión también le pegábamos algún apretón a la botella del anís.
Las misas del gallo
La religiosidad en aquella época estaba muy arraigada en las familias, y concretamente en mi casa era obligado rezar el rosario antes de la cena; siempre lo rezaba mi padre. En la mayoría de las casas también se rezaba.
Recuerdo también de ir a la misa de gallo con mis padres, a las doce de la noche casi siempre con nieve y las calles llenas de barro. Más tarde, el cura suspendió la misa por los abusos que había ya que muchos iban cargados de la cena, y no guardaban la debida compostura en la iglesia. Al final de la misa, todos íbamos a besar al Niño Jesús hermoso que había en el nacimiento instalado en la iglesia para estas fiestas.
El día de Navidad todo el pueblo iba a misa, y al final siempre se adoraba al niño. La adoración consistía en besarle en una pierna, y el cura la limpiaba con un paño para cada uno que pasaba.
Bueno amigos; este es un pequeño recuerdo de lo que vivimos y aún nos recordamos, y para que los tengan la gentileza de leerlo sepan algo de lo que vivieron sus mayores en épocas un poco lejanas. No hay que ponerse tristes por la nostalgia, y hay que encarar el futuro con mucha alegría.