NOCHE DE REYES
Por Aureliano Arienza
Noche mágica y de ilusión, tanto para los niños como para los padres y abuelos; los niños esperando con ansia por ver cómo se van a portar los Reyes Magos este año, y los mayores por ver la reacción de estos ante los presentes recibidos.
Pero no me voy a referir a la celebración de los reyes del año 2025, sino a los reyes de mi infancia en mi querido pueblo, una fecha que ya queda muy lejana en el tiempo pero no en mis recuerdos.
En la iglesia de mi pueblo San Martín de la Falamosa; pueblo colindante con Escuredo pueblo de La Cepeda en la que yo me siento totalmente integrado en la misma, todos los años el párroco instalaba un hermoso nacimiento en un lugar aledaño al altar mayor, donde los niños nos peleábamos para situarnos lo más cerca posible del belén. En él estaba el nacimiento, los pastores, ciudadanos hebreos, Herodes, ovejas, la estrella que llevaría a los Magos al portal, y sobre todo destacaban los tres Reyes montados en sus camellos cargados de regalos y con sus pajes al lado.
El Sr. cura ya nos había preparado en la doctrina que impartía a los niños durante los días festivos, para el acontecimiento que se acercaba de la llegada de los Magos al portal de Belén, y los niños nos lo habíamos creído todo como si estos Reyes fueran los que recorrieran las ventanas de nuestras casas durante la noche de la víspera. Los niños nos lo creíamos todo, y estoy seguro que algunos mayores de la época también se creían las palabras del Sr. Cura sobre este acontecimiento que se iba a producir.
Colación ...y las alpargatas
La noche de Reyes se celebraba algo de colación parecida a la noche de San Silvestre, ( la noche de fin de año para la gente del pueblo, no era Noche Vieja, sino San Silvestre) con una cena a base de la matanza que había en casa, y con los dulces caseros que habían hecho nuestras madres y abuelas; café, vino de cosecha y algo de coñac y anís de garrafón que había sobrado de colaciones anteriores. Por supuesto, en casa siempre se rezaba el rosario en estos días festivos antes de cenar, y dirigido por mi padre.
Después de la cena, los niños con la ayuda de los padres colocábamos nuestras alpargatas o madreñas en alguna ventana de la casa, para que los Reyes nos dejaran sus regalos si habíamos sido buenos, y carbón si habíamos sido malos. Por supuesto que íbamos pronto a dormir, pero parte de la noche nos la pasábamos en vela muy pendientes de los Magos.
Las escaleras de los mozos
En mi pueblo había una hermosa costumbre, de que al final de la tarde víspera de Reyes, algunos mozos recorrían las calles del pueblo portando unas largas escaleras que los niños salían a contemplar, y que nuestros padres nos decían que iban a esperar a los Reyes; y las escaleras eran para que estos pudieran subir a las ventanas donde estaban puestas las alpargatas o las madreñas.
Después de pasar parte de la noche en vela, nos levantábamos muy pronto de la cama para dirigirnos a ver el comportamiento de los Reyes, y la ilusión era tremenda con las cosas tan hermosas y a la vez tan sencillas que habían dejado en nuestra ventana; pues podían ser unas avellanas, unos cacahuetes, unos dulces de la casa, unos caramelos si nuestros padres habían tenido ocasión de comprar, algún trapito de vestir, algo para calzar o alguna cosa para utilizar en la escuela.
Y el humilde juguete
Había ocasiones en que nos habían dejado un sencillo juguete, que podía ser una peonza o una pelota para mi, o una muñequita para mi hermana; la razón es que una tía nuestra cuñada de mi abuela; que a vez era mi madrina, tenía tres hermanas monjas de la congregación de la Hermanas de la Caridad; y si llegaban en Navidad a visitar a su familia, siempre traían algo para los niños y aprovechaban este día para hacérnoslos llegar.
Desgraciadamente, había varios niños en el pueblo a los que los reyes no les habían visitado a pesar de que habían sido buenos durante el año anterior; en esa época tan difícil que nos tocó vivir, en muchas casas había escasez de casi todo, y por supuesto para complacer a los niños el día de Reyes; por otra parte, había padres a los que les importaba poco que sus niños recibieran con ilusión la visita de los Magos de Oriente.
A buena hora de la mañana, se celebraba la misa obligatoria donde los niños que habíamos tenido regalos aprovechábamos para presumir de ellos. La misa siempre era cantada por los mozos del pueblo, y al final de esta tenía el acto de adoración del niño Jesús por parte de todos los asistentes, que eran la gran mayoría de los vecinos del pueblo.
Y Venus
Dejo para el final, una anécdota recurrente entre mucha gente del pueblo en esa época; los niños madrugábamos, y los mayores también para preparar sus cosas y los animales antes de la misa. Si el día estaba despejado, era posible visualizar el brillo del planeta Venus, y a los niños intentaban hacernos creer que era la estrella que estaba guiando a los reyes de Oriente para regresar a su tierra, después de haber adorado al niño Jesús en el portal de Belén. Había gente no tan niños, que también se lo creían y entre ellos se hablaba bastante de este suceso.
Bueno amigos; ya os he contado como celebrábamos el día de Reyes en una época difícil pero con una inmensa ilusión por parte de los niños, cuya la inocencia –en esta materia- era mayor que en la de los niños actuales.
