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La ermita de San José de Requejo

El investigador cepedano Jose María García Alvarez, nos desvela la historia de esta magnífica ermita de Requejo, originaria de mediados del siglo XVIII

Por Jose María García Alvarez

La ermita de San José de Requejo sorprendió siempre a los visitantes por su belleza, solidez y original construcción. Ubicada en lo alto del casco urbano de este pueblo de la sierra de la Cepeda, había conseguido mantenerse en pie, pero apenas se recordaba su historia; no sólo por los habitantes de todos los pueblos de la comarca, sino por los propios vecinos de los cercanos lugares de Requejo, Corús y Culebros.

En efecto, tanto la construcción como su origen apenas eran conocidos. Y lo mismo sucedía con la Capellanía de San José, fundada y vinculada a dicha ermita.

Las primeras noticias

Cuando Investigábamos el señorío de Valdemagaz nos encontramos con ciertos documentos del siglo XIX que relacionaban la ermita de Requejo con La Capellanía de San José y ciertos pueblos de la Cepeda Baja. Concretamente, nos dimos cuenta de que los primeros patronos de dicha ermita y su Capellanía eran vecinos de Vega de Magaz. Puesto que no teníamos indicio alguno de esta correlación, y cómo ambos lugares se encuentran relativamente lejanos, no nos parecían creíbles estas novedades. En principio juzgábamos sorprendente un manuscrito formalizado en el lugar de Vega de Magaz el dos de enero del año 1815, en el que ante escribano y testigos, Pedro Gutiérrez, vecino de Vega de Magaz, dijo:

Que es patrono “solus e insolidum” de la Capellanía o aniversario del Patriarca San José sita en su ermita del pueblo de Requejo, jurisdicción de Cepeda, que fundaron D. Frei José González, religioso y prior del convento de canónigos de Nuestra Señora de la Peña, provincia del Bierzo y D. Antonio González cura que fue del pueblo y Beneficio de Almagarinos, como únicos universales herederos que quedaron de los bienes yacentes por muerte de su hermano D. Manuel González, párroco que fue de Requejo y sus anejos Corús y Culebros, cuya fundación por una de sus cláusulas define y manda que el poseedor de la significada capellanía haya de contribuir anualmente con la pingüedad o propina de trescientos reales al pariente más propincuo para soportar los estudios de gramática; la mitad en el día de san Juan de diciembre y Navidad que es el apóstol y la otra el día de San Juan Bautista, veinticuatro de junio, cuyo nombramiento corresponde al otorgante según cláusula de fundación. Y mediante que en el día no hay otro que Salvador González, inmediato pariente del fundador y poseedor de la citada capellanía, gramático con actual ejercicio en los estudios de la ciudad de Astorga, usando del derecho que en el reside como tal patrono, en la vía y forma que más haya lugar al que en este acto le compete, otorga que elige y nombra por tal estudiante al indicado Salvador González, natural del lugar de Vega de Magaz, a quien confiero poder irrevocable para que perciba y cobre los trescientos reales en los plazos asignados de D. Pedro García González actual poseedor de dicha capilla cada un año que estudiare gramática y no en otra forma”. Lo firma ante el escribano Norberto Rodríguez Porras.

...Y como ya tenía conocimiento de que el citado estudiante Salvador González había sido cura de Magaz y de Zacos y que en su testamento constaba que era hijo de dos vecinos de Vega llamados Tomás González y María García que fueron antecesores de mi propia familia, el tema me interesó todavía más y continuamos investigando.

Así, hemos localizado otro escrito más, firmado en Zacos el 28 de febrero de 1816, en el cual, ante escribano y testigos, D. Manuel González vecino del lugar de Vega de Magaz, curador “ad liten” de Domingo García natural del lugar de Magaz que de serlo yo escribano doy fe, dijo: “Que por muerte de D. Pedro García González, presbítero, vecino que fue del lugar de Requejo se haya vacante el aniversario titulado de San José, sito en su ermita consistente en aquel pueblo al cual parece ser se hallan opuestos Fray Froilán García monje benedictino en el Real Monasterio de la ciudad de Burgos y Tomas Gutiérrez natural del lugar de Vega de Magaz, y mediante que dicho su menor se halla en mejor derecho que los dos opuestos, según mente del fundador, como más difusamente resulta de las cláusulas...”. También hay otros documentos similares que obviamos por reiterativos.

Requejo

Requejo fue el primer Ayuntamiento de todos los pueblos que desde el año de 1888 forman el actual de Villagatón, en el que también se incluyen las localidades de Brañuelas, Corús, Los Barrios de Nistoso, Tabladas, Villar, Culebros, Manzanal del Puerto, La Silva, Montealegre, Ucedo y Valbuena de la Encomienda. Ocupa el noroeste de La Cepeda y tiene la peculiaridad de que sus aguas vierten a la cuenca del Boeza afluente del Sil y a la cuenca del Duero a través de dos ríos: Tuerto y Porcos. Asimismo, es frontera con el Bierzo y en la tierra de paso del camino de Künig.

Como en el pasado siglo XVIII Requejo era el pueblo más rico y pujante de esta zona y Corús y Culebros eran anexos a su parroquia, esta era muy apreciada, lo que seleccionaba a los párrocos más inteligentes y pudientes. Los nombraba el obispo de Astorga, después de elegir entre las tres “voces” de cuyo privilegio gozaban los marqueses de Astorga y la familia del escribano de Cepeda, Tomás Rodríguez Porras, entonces vecino de Corús.

Así, D. Manuel González fue cura de Requejo desde el ocho de Julio de 1714 hasta el día de su muerte el veinte de diciembre de 1755. Había nacido en Vega de Magaz y era sobrino de Justo Fernández, cura de Vega de Magaz y Zacos, gracias al que pudo realizar los estudios pertinentes y ordenarse sacerdote, lo mismo que sus hermanos menores Antonio y José.

En la partida de defunción de este sacerdote hemos leído: “D. Manuel González, cura párroco de Requejo, falleció en Requejo el 20 de diciembre de 1755 y fue enterrado en la ermita de San José sita en dicho lugar de Requejo que el mismo, a sus expensas, se había hecho fabricar. Sólo recibió el sacramento de la extremaunción porque no dio lugar a más el súbito letargo que le sobrevino. Hizo testamento del que no he visto sus cláusulas, pero es voz común que dejo facultad a D. Antonio González cura de Almagarinos y a D. Frey José González Prior del convento de Nuestra Señora de la Peña para que de todos sus bienes se fundase una capellanía en dicha ermita y para que conste lo firmo en dicho día, mes y año”.

Pudimos localizar el testamento indicado en el acta de defunción de D. Manuel González. Fue redactado el día 13 de octubre de 1751 y lo transcribimos casi textualmente:

D. Manuel González cura propio de los lugares de Requejo, Corús y Culebros, sus anejos y arcipreste del Arciprestazgo de Cepeda del obispado de Astorga, dispongo y ordeno este mi testamento y última voluntad que se ha de guardar inviolablemente. Mando que mi cuerpo sea amortajado con el hábito de nuestro señor San Francisco y asimismo con las vestiduras sacerdotales. Ítem mando que mi cuerpo sea sepultado en la ermita y capilla intitulada de San José que yo he hecho y fabricado a mis expensas y sin perjuicio del derecho parroquial, frente del altar y cerca de la grada del, y no obstante lo referido es mi voluntad se pague al mayordomo de mi parroquial 12 reales por razón de la sepultura que allí había de ocupar. Ítem mando que para ese día de mi entierro, oficios divinos y autos que se han de hacer y en el cabo de año, asistan veinte sacerdotes y cuatro religiosos del convento de Cerezal; y que a cada uno se les dé, puntualmente, la limosna acostumbrada. Ítem es mi voluntad se pongan sobre mi sepultura cuatro blandones de cera blanca que han de pesar 16 libras, cuatro cada uno, que ardan hasta que se acaben durante el año y día de mi fallecimiento todos los días festivos según costumbre. Ítem mando, quiero y es mi voluntad que se paguen los derechos de pan y vino a los cofrades de la Cruz, sita en el lugar de Zacos, para que cumpla con su obligación, y me digan y cumplan los sufragios que son debidos. Ítem mando, quiero y es mi voluntad se digan y cumplan por mi ánima lo más pronto que se pudiese 150 misas rezadas; y por las ánimas de mis padres, tío Justo y Vicenta 18 más rezadas. Ítem quiero y es mi voluntad que en el día de mi entierro por razón de limosna se dé pan y vino a los pobres que asistan a mi entierro lo que dejo a la disposición y voluntad de mis herederos. Ítem quiero y es mi voluntad que se dé a mi iglesia parroquial de Requejo y a las de sus anexas, a cada una, una casulla de damasco encarnado. Ítem quiero y es mi voluntad se dé a mis hermanas dos cargas de centeno a cada una. Ítem mando se den a las órdenes mendicantes los maravedíes y derechos acostumbrados con lo que los aparto de mis bienes. Ordeno, quiero y es mi voluntad que mis herederos que en adelante irán expresados en lo demás que en este instrumento no se expresa, y sí en una memoria y declaración escrita y firmada de mi mano y letra que ha de acompañar, se observe, guarde, cumpla y ejecute inviolablemente en la misma conformidad que este mi testamento, pues así es mi última y determinada voluntad, sin que en orden a su expreso puedan conocer ni conozcan ni intervengan su Ilmo. señor Obispo de este obispado, su discreto provisor, ni visitador, quienes no hayan ni puedan obligar ni obliguen ni compelan a mis herederos a que se la escriban, ni muestren por contener cosas y declaraciones secretas las que en el dejo y declaro, y afianzo su cumplimiento en ambos mis herederos para que lo cumplan y ejecuten, y que no faltaran a ello por la satisfacción que de ello tengo , y de que lo harán bien y fielmente arreglado a lo que dejo dispuesto que es como lo estipulado en este instrumento, mi última y determinada voluntad y prohíbo a todas las justicias para que en orden a su asunto no puedan contravenirlo, conocer, ni proceder de ninguna forma . Mando por mis testamentarios y albaceas a D. Ventura Pacheco cura de Palaciosmíl y Oliegos y a D. Antonio Fernández Toledo cura de Los Barrios de Nistoso. Dejo por mis herederos universales al Sr. D. Joseph González prior del convento de nuestra señora de la Peña en el Bierzo y a D. Antonio González, presbítero, cura propio del lugar de Almagarinos, mis hermanos, para que lo hereden, gocen y disfruten con la bendición de Dios y la mía, con arreglo a lo que dejo dispuesto y declarado así en el presente instrumento, como en la memoria y declaración que tengo hecha escrita y firmada de mi mano que ha de acompañar a este en adelante por ser como es uno y otro mi última y determinada voluntad por tal quiero que tenga toda la firmeza y validación judicial y extrajudicialmente y por virtud de este anulo y revoco cualquier otro testamento que antes de este haya hecho”. Firmado en Carrizo, ante varios testigos, el día 13 de octubre de 1751.

Es muy extraña la referencia a una memoria en la que detalla los esbozos reflejados en su testamento. Llama la atención y, más en un sacerdote, el secretismo de no informar del tipo y finalidad de la fundación. El hermetismo se extiende al obligar a los herederos a no mostrar jamás ni a las justicias, ni a ningún miembro del obispado, ni siquiera al propio obispo, dicho memorial. Además, deja muy claro que es de carácter laico, familiar y en cierto modo, ajeno a la iglesia.

Hemos intentado localizar dicho memorial, pero consecuente con los deseos del testador, ha sido tan secreto que nunca lo ha conocido de manera oficial la iglesia, ni el obispado y por tanto tampoco se encuentra en los archivos de las demás capellanías y fundaciones eclesiásticas. Probablemente la conservaron los herederos seglares hasta la desamortización y murió olvidada en el desván del último patrono de La Capellanía de san José.

Con estos datos ya podemos asegurar que la ermita fue construida a expensas y en vida de D. Manuel González, que fuera cura de Requejo desde el ocho de Julio de 1714 hasta el día de su muerte, el veinte de diciembre de 1755. Y también, gracias a la información de un testamento anterior al indicado, se puede precisar que la ermita no estaba construida en el año de 1739 y sí terminada en octubre del año de 1751, por lo que tuvo que edificarse entre los años de 1748 y 1751.

Todo comenzó en el año de 1714, cuando el sacerdote D. Manuel González tomó posesión de la parroquia del pueblo cepedano de Requejo. El beneficio curado de esta parroquia de Requejo era muy apreciado: el sacerdote cobraba la totalidad de los diezmos de los frutos obtenidos por los 39 vecinos de Requejo y Corús y los 26 de Culebros, lo que unido a la abundante dote familiar sacerdotal de D. Manuel explica la solvencia económica para poder realizar tanto la construcción de la ermita como la dotación de fincas para su fundación y mantenimiento. Además de los ingresos que suponían los diezmos, lo mismo que otros sacerdotes, D. Manuel también explotaba una buena labranza de la que aseguramos era propietario de dos molinos, uno de dos ruedas en el rio de Valbuena, además de 60 pies de colmena y de numerosas fincas en su parroquia, en Vega de Magaz y en otros lugares.

No obstante, creemos que D. Manuel intentó imitar a su tío Justo, hermano de su madre y sacerdote párroco de Vega de Magaz y Zacos, que también había creado una fundación para decir misas por su alma. Los bienes de esta fundación los administraría el familiar más cercano, lo que también dejó, minuciosamente, reflejado Justo en su testamento. Hemos podido comparar estos listados con los de los patrones de la fundación de la Capellanía de San José comprobando que son casi los mismos. Literalmente Justo designa a sus herederos así: “Primera llamada a mi hermana Antonia, segunda a mi sobrino Antonio González, tercera a un hijo de mi sobrina Isabel, cuarta a un hijo de mi sobrina Ángela, como también sucedan sus hijos legítimos con preferencia de mayor a menor y de varón a hembra; y si fallase en la descendencia Pedro, el último nombrado, le suceda su hermano Justo y después sus descendientes”.

Confirmación y ampliación de la Capellanía

Antes de fallecer su hermano Antonio, cura de Almagarinos y su otro hermano José, Prior del convento de Nuestra Señora de La Peña en el Bierzo, ambos adquirieron y añadieron a la fundación muchas otras fincas, que consolidaban el sostenimiento tanto de la ermita como del capellán, sacerdote que tenía que decir las misas de alba en ella y administraba los bienes.

Antonio González realiza algunos contratos de arrendamiento de las fincas pertenecientes a la capellanía. Y entre los años de 1756 y 1760, aparte de las fincas que ya poseía, compra unas cuantas más, casi todas en Requejo y Corús, para ampliar las posesiones de la Capellanía.

Aunque no lo hemos podido confirmar, Antonio, seguramente falleció en Almagarinos, donde fue enterrado puesto que, aunque dejó indicado en su testamento que lo enterrasen en la ermita de Requejo, el traslado de su cadáver desde Almagarinos hasta la ermita de Requejo sería bastante complicado en aquellos tiempos y, además, tendría que estar inscrito en los libros de difuntos de Requejo, en los que no lo he visto.

En cuanto a su otro hermano Fray José, reseñamos que en el año de 1774 un vecino de Villagatón realiza una escritura de reconocimiento de un censo sobre un prado del que está gozando, sobre el que Fray Joseph González prior del monasterio de la Virgen de la Peña de la Orden del Sancti Espíritus y el capellán que es o fuere de la Capellanía de San José de Requejo tenían, por el que se les pagaba 15 cuartales de centeno cada año en Requejo. La escritura de reconocimiento la pide el actual capellán D. Pedro García y es por tiempo limitado a tres vidas puras rigurosas a tres reyes de España, y la primera se ha de contar a partir de nuestro católico rey Carlos Tercero y las otras dos a las de los reyes que le sucediesen, una en pos de otra

Después de haber fallecido D. Manuel y D. Antonio González, hemos podido leer en un documento que Fray Joseph González, actual Prior del convento de Nuestra Señora de La Peña, añade un listado de 38 fincas con sus linderos iniciadas con un prado en Villagatón y finaliza: “Cuyos bienes son míos propios adquiridos por justos títulos de venta libres de cargas para que los haya, lleve y goce Pedro García actual capellán de ella y después los demás capellanes que le sucedieren bajo las condiciones con que se halla concebida la escritura de fundación y bajo las siguientes contextos: Se ha de decir o mandar decir misa de alba rezada en La capellanía por el capellán que es, todos los días que tengan los fieles obligación de oírla que llaman fiestas y medias fiestas incluyendo en ellas las treinta y una misas que contiene la fundación por el ánima de D. Manuel, fundador de la citada ermita. Y si el capellán no quisiere admitir dicho gravamen de misas sobre los bienes alistados es mi voluntad que entre en ellos el citado convento de Nuestra Señora de La Peña y que el prior que fuere del, el producto de dichos bienes los diga en misas en su altar de San José por cuatro reales cada misa por el ánima de D. Manuel. Con estas condiciones les doy todo mi poder y yo el expresado Pedro, clérigo actual capellán, estoy de acuerdo en lo dicho”.El prior y el capellán lo firman ante testigos el 27 de julio de 1760.

Así comprobamos que Fray Joseph González, además de añadir bienes a la capellanía, crea una nueva cláusula en la que incrementa el número de misas de alba que tienen que celebrarse en la ermita.

La ermita

El estilo barroco de la arquitectura de la ermita es muy singular, puesto que no tiene parecido con el de las otras iglesias y ermitas, ni de la Cepeda ni de otros lugares de la provincia de León. Es demasiado grande y ostentosa para ser ermita y carece de la tradicional espadaña de todas las demás. Es de una sola nave en la que destacan sus gruesas paredes de sillares, la cúpula del crucero en forma de bóveda de mampostería sobre pechinas y sobre cuatro arcos torales de medio punto, todo construido en piedra, lo mismo que el propio altar y el retablo, también erigido y labrado en piedra. El conjunto resalta en un bello paraje situado en la parte alta del pueblo de Requejo, desde el que se divisa una hermosa perspectiva de la zona.

La planta tiene forma de cruz latina y ocupa 126 metros cuadrados de superficie construida, repartidos entre la nave central de 14 metros de largo y los 12, 6 metros del ancho de la cruz. Actualmente en la cabecera de la ermita se inserta una cruz orientada al este. La bóveda mide seis metros de diámetro.

Si la cúpula también representa una excepción entre las iglesias y ermitas de La Cepeda, la novedad más sobresaliente de esta ermita la tenemos en el altar de la capilla mayor: todo él era de piedra primorosamente trabajada.

El retablo tenía una anchura de cuatro metros y una altura algo superior; creemos que contenía una calle central y dos laterales separadas por cuatro columnas cilíndricas de piedra esculpidas con ranuras y figuras geométricas soportadas sobre un marco pétreo bien labrado. Y que estaba coronado por un ático semicircular coherente con la curvatura del arco toral, orientado al Este. En la parte superior todavía podemos ver el marco que encuadraba el retablo; debajo un trozo de una de las columnas que dividía las calles. Y en la iglesia de santa Eulalia de Requejo, se almacenaron los restos del altar que no han sido expoliados durante los muchos años de abandono de la ermita.

Hemos intentado encontrar en los archivos de los escribanos de la Cepeda, Astorga y del cercano Bierzo algún documento relacionado con el contrato de su construcción sin lograrlo, por lo que suponemos que no se escrituró. Todo hace conjeturar que el maestro arquitecto diseñador y constructor, lo mismo que el entallador del retablo, no son habituales de la comarca. La procedencia de la piedra del retablo tampoco parece de una cercana cantera. No obstante, hemos comprobado cómo otras iglesias o ermitas de la redonda de Astorga han sido erigidas por carpinteros, maestros arquitectos y albañiles de las zonas próximas. Por ejemplo, en 1750 un vecino de Sueros llamado Manuel Gil y su hijo realizaron la carpintería de dos capillas de la iglesia de la Carrera, de la que hacen la obra de las paredes tres vecinos de La Carrera bajo la dirección del maestro arquitecto Miguel Corral, vecino de Astorga. Asimismo, en el cercano pueblo de Palaciosmíl vivía Bartolomé Magaz, maestro de arquitectura que hizo el retablo de la ermita del Val de San Lorenzo en el año de 1734.

Además, cien años antes de nacer esta ermita, había construido el retablo de la actual iglesia de Santa Eulalia de Requejo el arquitecto Manuel Gil procedente de Bembibre. Seguramente se quedó a vivir en Sueros y sus descendientes, que continuaron trabajando en la construcción de iglesias, tuvieron algo que ver con la de la ermita de San José.

A pesar de los derrumbes de techos y algunas paredes de la ermita hay que destacar la solidez de los cuatro arcos corales, las pechinas, las columnas de apoyo y la propia cúpula que se mantienen todavía en pie con cierta consistencia. En su interior está enterrado D. Manuel González, su fundador. Aunque no tenemos evidencias, es posible que su hermano Antonio y algún otro sacerdote capellán también pudieran haber sido enterrados allí.

Mantenimiento y reparación de la ermita

El mantenimiento de la ermita corría de cuenta de los bienes que poseía la capellanía. Concretamente, las rentas de la finca de La Retuerta se reservaban, exclusivamente, para su mantenimiento. Durante más de cien años la ermita estuvo mimada por los capellanes de San José a los que nunca le faltaron los recursos necesarios para ello.

Sin embargo, después de la desamortización e incluso durante el largo tiempo de su proceso, hemos conocido que el capellán utilizó para él la mitad de dicha finca según se queja Fidel Alonso, el rentero de la otra mitad, en una carta enviada en el año de 1875 al gobernador eclesiástico del obispado de Astorga solicitando que exija a los herederos de La Capellanía los 160 reales del importe de la renta de los cuatro años que hace que falleció dicho capellán. Asimismo, da cuenta del paulatino deterioro de la ermita y de la falta de recursos para repararla. También dice que han intentado cobrarlos sin conseguirlo por ser muchos los herederos; porqué están en mal estado de intereses; y, además, al hallarse dispersos en tres ayuntamientos, los gastos para cobrarlos serían superiores a la deuda que tienen con la ermita. La respuesta del obispado es escueta: “No entra en nuestras facultades y no ha lugar lo que solicita”.

Tuvo que ser D. Blas, el cura párroco de Requejo, el que decidió reparar ciertos desperfectos, obviamente, pagándolos con el dinero de las rentas que todavía cobraba La Capellanía y con el conocimiento y consentimiento del obispado. Lo cual, sin dejar de ser altruista, es una clara intromisión, puesto que la ermita nunca perteneció al obispado antes de la desamortización y, obviamente, con menos razones después.

En efecto, en marzo de 1875, D. Blas Prieto cura párroco de Requejo envía una carta de petición al señor gobernador del obispado dando cuenta de que la capilla patronato de legos titulada de San José en la actualidad necesita se socorra el losado del techo y colocar varias vigas por hallarse en podredumbre las que tiene, y aún también la necesidad de colocar en el retablo una imagen del santo titular, necesidades ya reconocidas por el Ilmo. Prelado en el auto de la visita a esta iglesia, pero que no han podido efectuarse por la escasez de recursos, contando en el día de hoy con aproximadamente 800 reales que acaso puedan cubrir los gastos que originen la adquisición de las maderas necesarias para la obra y también para el retejo que no admite delación en su recomposición por razón del daño que causan las goteras por lo que: “Suplica se digne facultarle para la inversión mencionada que, si bien no obra en su poder, cree que los que la adeudan a la capilla, que son los llevaderos en arriendo de la finca dicha, se prestaran desde luego gustosos a entregársela tan luego como se les indique atendida la necesidad de dichas obras, como así se lo han expresado al exponente”.

Estábamos en los últimos coletazos de la desamortización; con la capellanía de San José desaparecida y, por lo menos, con la mitad de la ermita ya desamortizada y la otra quizás también. Y aunque el obispado no tenía nada que ver con ella, el solícito párroco actuando como un mecenas alargó la vida de la ermita unos años más.

Después la ermita, que no era del obispado ni pertenecía, lo que no era el caso de las iglesias parroquiales, a los vecinos de Requejo, se quedó sin dueño. También, a merced de los destrozos de la intemperie y de los saqueadores que la fueron desvalijando.

Muchos se apropiaron de piedras y sillares de la ermita para utilizarlos en la construcción; otros escogieron las partes más sobresalientes del del retablo del altar como adorno y singularidad; y aunque últimamente se guardaron los despojos en la iglesia de Santa Eulalia, el resultado no ha podido ser más lamentable: Del conjunto del edificio sólo se han mantenido casi intactos los arcos torales, las pechinas y la cúpula, en buena parte, por no ser accesibles y también a causa de su solidez.

Recientemente, la asociación cultural leonesa “Pro Monumenta” ha sido receptiva al abandono en que se encuentra y en varias ocasiones ha movilizado a sus socios con objeto de limpiar y adecentar el interior de la ermita y sus cercanías, eliminando las plantas y la yedra que tiende a crecer tanto en el suelo como en las paredes. Abundando en el altruismo de dicha asociación, no sólo ha realizado esta labor como testimonio y llamada de atención a la necesidad de preservar la ermita, sino que ha intentado mover a las autoridades y organismos competentes para que subvencionen y realicen algún tipo de reedificación o al menos ciertas reparaciones, que demoren y atenúen su previsible y definitiva ruina total.

Finalmente, el del año de 2020, gracias a los desvelos del Instituto Leonés de Cultura y del ayuntamiento local, se rehabilitó y consolidó la ermita evitando así su previsible ruina total.

Algunos de los beneficios de la capellanía

Para el pueblo de Requejo, el principal ha sido la construcción de una ermita tan peculiar. También el cuidadoso mantenimiento a que estuvo sometida durante los primeros cien años, sin que sus vecinos se ocuparan de los gastos de uso y mantenimiento. En realidad, era un privilegio para este pueblo disponer de una iglesia y una ermita tan distintiva, donde celebrar el culto divino.

Requejo también se beneficiaba de tener, además del párroco, un sacerdote, el capellán de la ermita de san José, al que no le tenía que pagar diezmos ni otras regalías. No obstante, señalamos que el capellán podía residir en otros lugares, si bien sus cometidos de celebrar las misas y administrar los bienes también le obligarían a estar pendiente del cobro de las rentas, del estado de la ermita y le exigirían pasar la mayor parte del tiempo en Requejo.

Finalmente, D. Justo y posteriormente D. Manuel y sus dos hermanos dieron lugar a la proliferación de nuevos sacerdotes en Valdemagaz y al nacimiento de nuevas fundaciones o capellanías. Por ejemplo, la de Nuestra señora del Rosario, que estaba en Vega de Magaz, fue fundada por dos sacerdotes: D. Santiago González y su sobrino, entonces estudiante, llamado Pedro García. Se documentó el cinco de mayo de 1762 en Santa Marina del Sil, donde D. Santiago ejercía de cura párroco y firmó como testigo su tío abuelo el ya nombrado Prior del convento de nuestra señora de la Peña.

Por lo menos seis sacerdotes lo fueron gracias a las ayudas de la Capellanía. Sabemos que el presbítero D. Pedro García fue poseedor de La Capellanía de San José de Requejo, lugar donde falleció el 18 de junio de 1814 y lo sepultaron en su iglesia parroquial, por lo que no creemos que los capellanes ni otras personas diferentes a su fundador estén enterrados en la ermita. Asimismo, Salvador González estudió gracias a las becas de esta capellanía. Salvador, párroco de Magaz y de Zacos, dejó noticias muy fidedignas de la gran inundación sufrida en la Cepeda el 11 de septiembre de 1846.

En aquellos tiempos se escrituraron, tanto por sacerdotes como por ricos seglares, muchas y diversas fundaciones, pero pocas tan especiales como La de San José. Su patrimonio, sus fines y, en especial, su ermita no tenía parangón.

Por otra parte, según se desprende de los documentos que trascribimos, la guerra de la independencia ha servido para corroborar que un capellán de San José ayudó considerablemente a los vecinos de Requejo.

El ya nombrado D. Pedro García Gómez, vecino y presbítero de lugar de Requejo, capellanía titulada de San José, en un escrito ante escribano dejó dicho: “Que desde el año de 1808 principio de nuestra sagrada revolución ha contribuido con cuentas de pan, grano, cocido, dinero, hierba y otras especies pedidas y exigidas por las respectivas justicias que en el pueblo han sido, pero en el año de 1812 solicitó con la justicia y concejo de él la liquidación de su cuenta que tuvo efecto ante el testimonio de Manuel Valcárcel Manso escribano de Cepeda resultando a su favor del otorgante 1.741 reales, además de otras raciones que por olvido no se quedaron en la cuenta, pero desde el indicado año hasta este ha contribuido con muchas raciones que por ser de cuantiosas sumas y para que se verifique la liquidación general de unas y otras solicitó del actual alcalde constitucional, pero cómo no he tenido respuesta presento pedimento por medio de apoderado para que se redondeasen dichas cuentas y que el escribano Manuel Valcárcel presente las que a su testimonio pasaron”.

La respuesta de los vecinos no se hizo esperar. El trece de julio de este mismo año los vecinos de Requejo y su barrio de Corús en un poder que otorgaron al escribano Norberto Rodríguez Porras dijeron:

“Que su convecino D. Pedro García Gómez los ha demandado por lo que dio para raciones a las tropas francesas y españolas, y porqué den cuentas de las cantidades de terrenos que vendió el concejo y, conociendo que los demás vecinos han pagado, para que contradiga la paga y exponga que los campos fueron vendidos para algunos apremios, por ser hechos algunos con muy poca consideración y dan el poder para que consigan que declare libre el concejo de no pagar y que los terrenos fueron bien vendidos”…

Aunque el último párrafo parece un tanto confuso, aclaramos que tal como sucedió en otros pueblos, en especial las tropas francesas, exigieron dinero, víveres y otras prestaciones de manera violenta, terminante y con amenazas y encarcelamientos de algunos vecinos. D. Pedro solventó las exigencias adelantando el dinero y los víveres a su costa. Posteriormente, el pueblo no tuvo otro remedio que vender terrenos comunales para pagar estas y otras deudas y lo hizo con la urgencia del momento: quizás, sin cumplir las estrictas normas ancestrales redactadas en las ordenanzas concejiles, relacionadas con la venta y expropiación de los bienes del común. ** Desamortización de La Capellanía**

En la España del siglo XIX ocurrió un vuelco total en los antiguos conceptos sociales, en especial en lo que se refiere a la propiedad, lo que trastocó aquellas antiguas previsiones y dio lugar a la desaparición de las capellanías y, consecuentemente, a una peculiar circunstancia que afectó a esta ermita: Quedó sin un propietario definido y, aunque la parroquia de Requejo la tutelaba, no pudo mantenerse en su original belleza.

Las leyes de la desamortización obligaban a enajenar todos los bienes vinculados a fundaciones, iglesia, cofradías, señoríos y otras jerarquías que estaban sujetos a determinadas ataduras, entre otras las de no poderse vender, ni cambiar, ya que pasaban a los herederos generación tras generación.

Los bienes de la Capellanía de San José de Requejo, entre los que estaba la ermita, aunque no pertenecían a la iglesia, como continuaban sujetos a algunos de los mencionados vínculos fueron declarados bienes nacionales, también llamados muertos y se sometieron a expropiación.

No obstante, según se desprende de los documentos de desamortización relacionados con los bienes de La Capellanía de San José de Requejo, sólo la recaudación de la venta de la mitad de los bienes pasó al estado; la otra mitad fue vendida y recaudada a favor de los herederos del fundador.

La burocracia de la desamortización requería una serie de procesos: descripción detallada de la ubicación de fincas y bienes, identificación de propietarios, de arrendadores y valoración de las rentas obtenidas por los primeros y pagadas por los segundos. También era requisito tasar o valorar los bienes y, por último, exponerlos a la venta en pública subasta, previa publicación en los correspondientes boletines provinciales informativos.

Sin embargo, en el caso de La Capellanía, y en muchos otros, las cosas no fueron tan sencillas: tuvieron que hacerse en diferentes etapas y de forma fraccionada, seguramente, por la dificultad de identificar a los propietarios y confundirlos con los patronos y poseedores que intentarían obtener sus propios y rápidos beneficios.

Por otra parte, hemos recogido la información sobre la desamortización de algunas fincas de las que reseñamos los correspondientes expedientes.

Por el expediente de desamortización N.º. 48.738, de los llamados “Bienes Nacionales”, tenemos constancia de que el diez de octubre de 1871 se subastó en Astorga una heredad perteneciente a la Capellanía de San José de Requejo situada en los términos de Zacos y Magaz compuesta de 17 fincas de una superficie de 7 fanegas y 10 celemines que la llevaba en renta el vecino de Zacos Joaquín García por cinco fanegas de centeno al año. Antes de la subasta los tasadores calcularon una rentabilidad anual en 35 pesetas y el valor de capitalización en 750 pesetas.

Hubo cuatro postores y se adjudicó a un vecino de Zacos llamado Pedro Álvarez en 1.018 pesetas.

Y el 31 de julio de 1971, en el Boletín oficial de la provincia de León consta que por el expediente Nº.48701 se propuso la subasta de 94 fincas de la misma capellanía ubicadas en los términos de Villagatón, Culebros y Requejo que sumaban una superficie de 62 fanegas, 10 celemines y 3 cuartillos, es decir, 14 hectáreas y 65 áreas.

De dicho escrito se desprende que en la venta se incluye la mitad de la capilla, puesto que la otra mitad ya había sido vendida. También se da a entender que la mayoría de las propiedades a subastar fueron a parar al vecino de Requejo llamado D. Fidel Alonso Gutiérrez García de 45 años, propietario, casado y vecino de Requejo y Corús, del que ya teníamos conocimiento por ser uno de los que llevaban en renta algunas fincas de La capellanía.

Los herederos de la capellanía le vendieron al dicho Fidel, por un módico precio, todos los derechos que tenían sobre la mitad de las fincas y de la ermita, para que él se arreglara con la administración en los correspondientes trámites de la venta. Por eso, es de suponer que se quedaría con una buena parte de todas las fincas y la mitad de la ermita.

La otra mitad de las fincas de la capellanía y de su ermita había sido vendida con anterioridad a otros compradores, lo que indica que la ermita no pertenece a la Iglesia sino a particulares. Probablemente, esta circunstancia ha sido la causa de un abandono, que de no ser por la robustez de la obra ya habría desaparecido hace muchos años.

Del mencionado escrito que se hizo en el pueblo de Magaz a 26 de marzo de 1876 ante el escribano Cayetano Bardón, transcribimos… en el que comparecieron Domingo González García de 58 años, Esteban Prieto García de 36, Juan Prieto García de 31, Raimundo González Freire de 40, Tomas García Prieto de 53, Santiago Sabina Blanco de 51, casados, y José González Gutiérrez de 45; todos vecinos de Magaz; y Juan Prieto Álvarez de 47, Anastasio González González de 31, Hilario Fernández González de 56, Silvestre González González de 36, Ignacio Gutiérrez García de 32; vecinos de Vega de Magaz; Braulio García García de 30 vecino de Zacos, este y los cinco anteriores casados; Andrés Gutiérrez Redondo de 60 viudo y vecino de Porquero, Baltasar Gómez García de 62, Antonio Gómez Gutiérrez de 31, Pedro Gómez Gutiérrez de 42, Francisco García García de 50, Luis Alonso Martínez de 37 y Francisco Prieto Gómez de 57 años, este viudo y los cinco anteriores casados; Francisco Machado Aguado de 56, Antonio Gutiérrez González de 35 y Vicente Gutiérrez González de 40, vecinos de Benemarias, labradores y D. Fidel Alonso Gutiérrez García de 45 años, propietario, casado y vecino de Requejo y Corús cuyas circunstancias justifican con las cedulas de vecindad; en ejercicio de sus derechos civiles y en aptitud legal para contratar dijeron:

A los primeros les pertenece un patronato o capellanía laical como parientes propincuos de D. Antonio y D. José González. El primero, párroco que fue de Almagarinos y el último, prior que fue del convento de nuestra señora de la Peña en el Bierzo que estos fundaron el seis de noviembre de 1760 con la advocación de San José en la capilla del mismo nombre sita en el casco del pueblo de Requejo y Corús del Ayuntamiento de Villagatón de esta provincia de León….

En este último documento también constatamos cómo desde 1755 a 1876 los herederos de la capellanía han proliferado, tanto en número como en su dispersión geográfica por casi todos los pueblos del antiguo señorío de Valdemagaz lo que, entre otras peculiaridades, da cuenta de los numerosos enlaces matrimoniales entre los habitantes de los diversos pueblos vecinos.

Asimismo, todo parece indicar que fue Fidel quien tomó la iniciativa de poner de acuerdo a todos los herederos para que le vendiesen la mitad de las propiedades de La capellanía y que, a simple vista, da la impresión de que se aprovechó de las dificultades y vacilaciones de los desunidos descendientes para sacar un buen precio.

No obstante, parece que Fidel Alonso también pensaba en el futuro de la ermita cuando firmó la escritura de compra y quizás se arreglara con el cura y el obispado para colaborar en su mantenimiento.

Como quiera, después de la desamortización, ante la falta de capellán y de las rentas de las fincas, el interés de los seglares que la sustentaban desapareció. Y La Iglesia ni podía ni debía hacerse cargo de la ermita.

Y respecto a la memoria original escriturada por Manuel González y la añadida por Frei José González en la que constan las cláusulas de La Capellanía, tal como se menciona en el anterior documento, seguramente, fueron a parar al dicho Fidel. Pero, yo más bien creo que la mayoría o algunas copias estuvieron o están durmiendo en la buhardilla o en otro lugar reservado de uno de los últimos patronos de La Capellanía.

León, 1 de febrero 2023 José Mª García Álvarez

Le ermita de San José de Requejo, tras su reciente restauración. Imagen de Guiarte.com

Le ermita de San José de Requejo, tras su reciente restauración. Imagen de Guiarte.com

Le ermita de San José, en Requejo, León, dominando el casco urbano del lugar. Imagen de Guiarte.com

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Se ha tratado de reconstruir el antiguo retablo de piedra que poseía este monumento de la comarca de la Cepeda.

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Imagen de la ermita en el reciente pasado, dominada por arbustos y hiedras, aunque manteniendo una recia estatrura de piedra

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Plano de este bello edificio religioso de la localidad de Requejo, obra del siglo XVIII

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Requejo en otoño.Imagen de hace varios años, con las paredes de la ermita de San José totalmente recubiertas de hiedra

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