Uno de los pintores españoles más enigmáticos y valiosos del siglo XX es Jose Gutierrez Solana(1886-1945). Ha sido tal la personalidad de este artista que su nombre se ha insertado en la literatura, donde se utiliza el calificativo de solanesco para definir una escena o un personaje inquietante, bronco, marginal, caricaturesco.
Frente al luminismo de Sorolla, Solana encarna el lado oscuro, no sólo por los tonos de sus cuadros, sino por sus ambientes y personajes: bajos fondos, extrarradios, tipos humildes. Frente a la universalidad de Picasso, Solana representa a lo hispano profundo y duro: el pueblo que baila y que sufre, las procesiones penitenciales, la máscara carnavalesca, la corrida de toros, los trasfondos de la botica o el prostíbulo, los pescadores, los vinateros...
En el centro de Arte Reina Sofía se acaba de presentar una excepcional exposición sobre José Gutiérrez Solana, a quien se le rinde homenaje como pintor y escritor, en una Muestra que intenta redescubrir a uno de los artistas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Para ello, se han seleccionado un centenar de óleos, diecisiete grabados y cincuenta y nueve dibujos, además de libros y otros objetos. Este dato es importante, si se tiene en cuenta que toda la producción de cuadros de solana anda en torno a los trescientos.
CRUCIFICADOS Y SEMANA SANTA
Dentro de la muestra –organizada en varias secciones- hay un capítulo espectífico para la religión, dedicado principalmente a sus pinturas de la crucifixión y sus procesiones de Semana Santa. Esta era una temática clásica del pintor.
Solana viajaba en tren, siempre en la clase más humilde, recorría la geografía española –hasta que la Guerra Civil lo envió momentáneamente a París- buscando esa España marginal, desgarrada, buscando a esa gente que había descubierto también un siglo antes Francisco de Goya.
Fue contemporáneo de la llamada “Generación del 98”, denominada así por la fecha(1898) en la que el país se encontró ante la realidad histórica de la pérdida de los restos del inmenso imperio colonial, tras la derrota ante EE.UU. Aún sin entroncar del todo con el espíritu de los escritores de la mentada generación, es cierto que si podemos hallar coincidencias en diversos aspectos entre Solana y Baroja o Valle Inclán, por ejemplo. Lo solanesco y lo esperpéntico van de la mano.
Lejos de la visión de viajeros románticos, tendente al exotismo, Solana mira a su país con una óptica profunda, tratatando de bucear en lo más racial, descubriendo a la sociedad reacia a la modernidad, brutal a veces, pero con una gran hondura de sentimientos y pasiones. En su visión de la misma no sólo hallamos ecos de Goya sino de Brueghel.
Es su búsqueda de lo más profundo del pueblo, Solana se centró en los lugares del interior peninsular, donde la religión es vivida con tonos dramáticos, y pintó procesiones de pueblos y pequeñas ciudades, con colores oscuros, negruzcos y ocres, donde aparecen filas de fieles de rostros severos portando sus velas encendidas, rodeando los pasos procesionales.
Hay solemnidad y luto en estas estampas, en las que aparece una fe que cae implacable, sobre una sociedad oscura, adusta; sobre esa misma sociedad que representa, burlesca y descarnada, en las estampas del cercano carnaval.
Manuela B. Mena, en el catálogo de la exposición del Centro de Arte Reina Sofía, analiza las influencias goyescas en Solana. Ambos reflejan unos tipos populares y humildes... pero hay profundas diferencias. En Goya, los protagonistas son los penitentes o los cofrades, en tanto que en Solana el pueblo no se limita a mirar sino que es masa que se integra con los pasos, formando un todo, con velas y autoridades, que recuerda más que a Goya las falanges de condenados del Triunfo de la muerte de Brueghel.
En ese mismo catálogo, Eugenio Carmona trata sobre los inquietante en las pinturas de Solana y recuerda una frase de Antonio Machado, en la que dice que el artista “...pìnta con insana voluptuosidad lo vivo como lo muerto y lo muerto como lo vivo”; algo que se comprueba perfectamente en sus cristos, donde parece haber más vida en el crucificado que en los fieles que le acompañan.
Ciertamente, en las mismas procesiones aparece habitualmente con más vida el paso procesionario que la multitud de los fieles. Es su forma de interpretar a un pueblo que vive lo religioso con unos tintes arcaicos, tradicionales, más cercanos al temor reverencial, al fanatismo, que a la vivencia intelectual.
Olvidado durante años, debido principalmente a los malos recuerdos que su temática provocaba, ha sido considerado como un epílogo de la generación del 98; hombre directo, poco amigo de convencionalismos con una obra marcada por un profundo realismo, con personajes de hondas miradas, donde muestra la vida y la muerte como realidades inseparables.
En la antología de textos del catálogo aparece uno de Corpus Varga en el que afirma “Este pintor ha pintado mucho sobre asuntos religiosos. Los cristos, los mártires, las capilla, las beatas, etc. le encantan como asuntos. Yo sé que él no tiene interés en ver sus cuadros en los museos; y en cambio su alegría sería grande si un cuadro suyo fuese adorno de alguna capilla. Pero su concepto de la religión es de una profundidad y de una importancia grandes. En sus pinturas parece que se remonta a tiempos de mayor sentimiento religioso, con un misticismo raro, irreligiosamente sobrenatural”.
Comparado –por su estilo- con Ensor o Nolde, Solana es un personaje especial en la estética de la pintura moderna Española. El intelectual Ernesto Jiménez Caballero lo definió en 1929 así: “Solana –como Unamuno por otra parte- era la tradición de la España intrahistórica, subcosciente, superrealista, salvaje, a caño libre, antiacadémica y bárbara; la verdadera, la eterna”
LA MUESTRA DEL REINA SOFÍA
María José Salazar y Andrés Trapiello son los comisarios de la muestra que se organiza en el Centro de Arte Reina Sofía. Han planteado un recorrido circular en torno a los temas recurrentes tratados en sus obras: muerte, religión, toros, arrabales, oficios y fiestas.
Junto a la obra pictórica, la exposición, del 9 de marzo al 25 de mayo de 2004) trata de poner de relieve la producción literaria de Solana con la exhibición de sus libros publicados y la inclusión de sus propios textos para explicar algunas de las pinturas.
Tomás Alvarez
Procesión de noche. Detalle. 1917. Fundación Mapfre, Madrid