El museo nacional Picasso de París ha abierto una muestra interesante, en la que relaciona dos personalidades marcadamente definidas: la del pintor andaluz que da nombre al centro de arte y la de Ingres, un clásico y académico pintor francés.
La exposición "Picasso-Ingres", abierta hasta el próximo 21 de junio en el Museo Picasso está comisariada por Laurence Madeleine, conservadora de la propia pinacoteca. Del 9 de julio al 3 de octubre se presentará en el museo de Ingres, de Montauban, bajo el comisariado de Florence Viguier-Dutheil, conservador de este museo, que ocupa el antiguo palacio episcopal de esta ciudad francesa, y que cuenta con un valioso legado del pintor neoclásico.
Dos personalidades frente a frente. De un lado Jean-Auguste-Dominique Ingres, 1780-1867, un pintor que alcanzó fama de clasicista; de otro Pablo Ruiz Picasso, 1881-1973, considerado permanentemente un renovador, un revolucionario de la pintura. Pero en el revolucionario Picasso hay huella del clásico Ingres, incluso algún estudioso habla del periodo “ingresco” de aquel.
En abril de 1904, cuando Pablo Picasso tenía 23 años, éste visitó Montauban y conoció el museo dedicado a Ingres, el excelente pintor neoclásico nacido en aquella ciudad en agosto de 1778, admirador de Rafael y David, excelente dibujante, magnífico retratista, que también abordó con éxito temas exóticos como la Odalisca o El Baño Turco, en los que denota su sensibilidad, precisión estilística y capacidad para el tratamiento del desnudo.
A partir de aquel momento, Picasso conocería otras exposiciones con obras de Ingres. En 1905 descubre, entre otras, El Baño Turco, en el que pudo sorprenderse ante las innovaciones de éste pintor neoclásico, conservador, que se atrevía a alterar las reglas de la anatomía femenina. Aún debió influir más en el pintor andaluz otra muestra organizada en la Galería Georges Petit en 1911, en la que se presentaron numerosas obras llegadas de centros y particulares de toda Francia y del exterior.
Laurence Madeleine, en el catálogo de la muestra recuerda que en otoño de 1905 Picasso pudo estar fuertemente influido por Ingres tras una muestra retrospectiva. Cuando la visitó, el pintor de Málaga estaba en su “periodo azul”, con sus gentes de circo, personajes exangües, desvanecidos, sin energía vital; entonces, Ingres le transmitiría la solemnidad, el teatralismo del gesto, lo que se traduciría en una reorientación picasiana hacia una mayor firmeza hacia un clasicismo crecientemente alejado de sus cuadros anteriores, melancólicos y sentimentales.
Cuando en 1911 aún estaba en pleno cubismo, Picasso visitó sin duda la exposición extraordinaria que organizó sobre Ingres la galería Georges Petit, y en 1913 visitaría de nuevo el museo de Ingres en Montauban. Son hechos que en opinión de la comisaria de la muestra modifican la plástica picasiana... de forma que llega a hablarse de un “vampirismo de un artista por otro”.
Este redescubrimiento de Ingres en los inicios del siglo XX no sólo afectará a Picasso. De acuerdo con un testimonio de André Salmon, en torno a esta época, en los estudios de los pintores cubistas las imágenes de la Odalisca y El Baño Turco de Ingres empezaron a compartir pared con las máscaras africanas y las obras de El Greco, Cézanne o Seurat. Considerado tradicionalmente como un artista académico y conservador, Ingres fue redescubierto por estos nuevos pintores, que repararon en sus imposibles distorsiones anatómicas y en la organización espacial de sus trabajos.
Todo el universo de Picasso –dice la comisaria- se transforma ostensiblemente a partir de 1917 en un universo condicionado por Ingres, especialmente en dos ámbitos que Picasso había dejado de lado en el periodo cubista: el desnudo y el retrato; Picasso deja a un lado guitarras y bodegones y retorna a la figura humana.
Una sección clave de la muestra se refiere a ese periodo comprendido entre 1915 y 1925, que algunos estudiosos de Picasso han llegado a llamar “ingresco”. En este apartado se pueden ver retratos de Ingres como el de Madame Rivière o el de Monsieur Bertin, junto a retratos de Picasso de trazo claro y vigoroso, como el de Olga en el sillón (1917) o el de Max Jacob (1917).
Aunque el periodo ingresco de Picasso termina en medio de los años veinte, la influencia perdura. El juego de curvas y ritmos del célebre Baño Turco de Ingres, que abre la exhibición, se reencuentra, por ejemplo, en el retrato de Marie Thérése Walter, en 1932, de Picasso. La influencia de Ingres (1780-1867) seguirá asomando en períodos posteriores, como en "Femme á l´oreiller", de 1969. El recorrido expositivo se cierra con las obras que el pintor andaluz llevó a cabo con motivo del centenario de la muerte de Ingres en 1967. En este apartado se incluye la serie que Ingres realizó sobre La Fornarina de su admirado maestro Rafael. Picasso, a su vez, emularía esta serie, desencadenando un atractivo juego de relaciones pictóricas.
Paralelamente a este acontecimiento artístico, desde el 17 de marzo al 14 de junio, el Museo del Louvre expone una cincuentena de dibujos y retratos de Ingres en papel, obras seleccionadas del fondo que la pinacoteca dispone. Es una excelente ocasión para contemplar retratos y dibujos preparatorios de otras importantes composiciones de temática histórica o de los famosos desnudos.
Tomás Alvarez
El Baño Turco, Ingres, 1865. Museo del Louvre. Una obra que influyó en Picasso.