Con la adquisición de la colección Naseiro, el Museo del Prado se convierte en la referencia indiscutible en la materia con la presencia de la práctica totalidad de los maestros que han abordado el género del bodegón, desde Sánchez Cotán hasta Goya.
La reivindicación histórica de la pintura de bodegones o naturalezas muertas en España es relativamente reciente. En el proceso de reconocimiento de la importancia histórica del género en la pintura española han sido decisivas las exposiciones monográficas que han tratado de reconstruir la personalidad de los más eminente artífices del genero como Juan Sánchez Cotán (Madrid, 1992-1993), Tomas Hiepes (Valencia, 1995), Juan de Arellano (Madrid, 1998), Luis Meléndez (Madrid, 2004 y Dublín, 2004) o recientemente Juan van der Hamen (Madrid, 2005 y Dallas,2006).
Dentro de esta corriente revindicativa se inscribe la formación de la colección de bodegones y floreros españoles de D. Rosendo Naseiro, que iniciada hace tres décadas constituye hoy el conjunto más importante de obras de este tipo en manos privadas. Consta de alrededor del centenar de cuadros fechados entre los siglos XVII y XIX. Predominan los realizados durante el siglo XVII, la época dorada del género en España; y hay también un énfasis en las obras de pintores valencianos. Se trata de la colección particular de pintura antigua española con un nivel de especialización más alto.
La incorporación de las piezas más importantes de esa colección constituye para el Museo del Prado una oportunidad única de completar la visión que ofrece de la pintura española. Como es sabido, las dos grandes fuentes que han nutrido el Prado han sido las Colecciones Reales y el Museo de la Trinidad. En aquéllas, la presencia del bodegón español era por lo general bastante escasa, salvo excepciones como las series de Meléndez o algunas piezas de Van der Hamen, Espinosa, Arellano, etc.. La monarquía española prefirió orientar sus intereses hacia la naturaleza muerta de otras zonas europeas, preferentemente Flandes.
En cuanto a la Trinidad, el hecho de que se nutriera mayoritariamente de bienes eclesiásticos desamortizados es causa de que su aportación en lo que se refiere al bodegón español haya sido poco numerosa. Una gran parte de las obras de este género que posee el Museo han ido llegando a través de donaciones, legados y compras puntuales, buena parte de los cuales se han producido en la última centuria, entre las que cabe destacar los bodegones de Francisco de Goya “Pavo muerto” y “Aves muertas” (Adquirido por el Ministerio de Fomento para el Museo, 1900), el “Bodegón de cacharros” de Francisco de Zurbarán (Donación de Francisco Cambó, 1940) o la única obra de Juan Sánchez Cotán del género que conserva el Museo“Bodegón de caza, hortalizas y frutas” (Adquirido con fondos del Legado Villaescusa, 1993) Todo ello ha dado como resultado una colección importante, que incluye varias obras maestras, pero que presenta numerosas lagunas y carece de obras destacables de algunos de los principales artistas que se acercaron al género.
Del conjunto de la colección Naseiro se han seleccionado 40 pinturas que se ha considerado suponen una aportación destacada a la colección. Todas ellas son piezas de calidad notable, y alguna se cuenta entre las obras maestras indiscutibles de su autor. Abundan también las que llenan una laguna importante en la visión del desarrollo histórico del género en España que ofrece el Museo, ya sea porque sus autores no están representados o porque pertenecen a una tipología ausente en el Prado.
Obras o conjuntos más destacados
A la hora de hacer la selección se han primado las piezas del siglo XVII (28 de un total de 40), la época más interesante del desarrollo del género en España, y el núcleo fuerte de esta colección.
Una obra maestra indiscutible de su autor y de la historia del bodegón español es el Bodegón con alcachofas y ciruelas (nº 5), firmado en 1627 por Juan Van der Hamen, el principal bodegonista que trabajó en la Corte en las primeras décadas del siglo XVII. En esta obra, en la que mezcla frutos, flores y recipientes, que se disponen en varios planos, aúna de forma magistral el gusto por la descripción morosa, detallada e individualizada de los objetos, propios de los inicios del género en España, con una composición artificiosa que lo convierte en una de las naturalezas muertas más elegantes de su época
La visión de este pintor queda reforzada también mediante el Plato con endrinas y guindas (nº6), que actualmente no tiene equivalente en la colección de sus obras que hay en el Prado.
Otra obra maestra es Bodegón con uvas, frutas y jarra de barro (nº 22), de Juan de Espinosa, que tiene formato octogonal y por sí sola hace que su autor merezca un lugar principal dentro de la historia del desarrollo del género en España.
Desde el punto de vista de las colecciones del Prado es también muy interesante la incorporación de los cuatro bodegones con racimos de uvas de Juan Fernández “El Labrador” (ns. 1-4). Aunque su autor adquirió pronto gran fama en este género (alguno de sus cuadros llegó incluso a la corte inglesa en esa época) sólo se han conservado unas pocas obras de su mano.
Algo parecido ocurre respecto a Pedro Camprobín, un pintor que trabajó en Sevilla en las décadas centrales del siglo XVII, y fue capaz de dar un sello personal y distintivo al género. De hecho, se trata de uno de los artistas que están interesando más a los especialistas y al mercado en las últimas dos décadas. El Museo del Prado no poseía ninguna obra suya.