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Crónica sobre caminantes, menús y hospitaleros

Antonio Rodríguez de Arce es un peregrino que tras su viaje a a Santiago de Compostela, relata vivencias y alerta sobre picarescas y deficiencias en restaurantes y centros de hospitalidad.

Por Antonio Rodríguez de Arce

Madrid, a 10 de octubre de 2000

El pasado mes de Agosto decidí dedicar mis vacaciones a un viaje turístico cultural clásico: el Camino de Santiago por el trazado francés. Lo califico como viaje turístico-cultural dado que inicialmente carecía de motivos de fe para ir a Santiago.

Tomé la bicicleta de montaña como elemento auxiliar, para no abandonar la ruta de tierra sino cuando fuera imprescindible. Los preparativos de la intendencia me ocuparon tiempo y algunas excursiones por Madrid buscando transportin, alforjas, saco de dormir, esterilla etc. Por fin, el día 12 de agosto, a las ocho de la mañana, inicié mi andadura en Roncesvalles.

Desconocía lo que me encontraría a partir de ese momento y la fina lluvia que caía me hizo dudar si comenzar a pedalear o dirigir mis pasos a la playa más cercana. La sensación era desagradable pero a la primera contrariedad no podía desanimarme después de tanto preparativo. Los caminantes
Encontré a partir de entonces caminantes. Forman la elite de los peregrinos; generalmente puristas. Algunos, repetidores varias veces del itinerario y casi sabedores de lo que encontrarán, miran displicentes a los ciclistas porque imaginan que estos abandonarán la tierra a las primeras dificultades para irse al asfalto.

El viaje de los caminantes puede ser místico y mucho más duro que el del resto de los peregrinos, pero es necesario recordar que en su origen, éstos no rechazaban de forma categórica el auxilio de medios como eran las caballerías, a usanza de la época, para llegar ante la Tumba del Apóstol y que la ruta elegida era la más fácil y corta y solamente en algunos casos se alargaba por motivos que podían ser de fe u holganza.

Tras esta reflexión, debo decir que los contactos con los caminantes eran esporádicos a lo largo de las marchas, aunque sí pude intimar con algunos durante la estancia en los albergues o mientras comíamos en algún mesón cercano a la ruta. Pero los peregrinos andantes no eran proclives a relacionarse con los ciclistas salvo cuando nos veían sufrir empujando bicicleta y enseres, por unos embarrados caminos de ascenso a los montes Erro, del Perdón, Atapuerca o de Oca,. En días así teníamos su respeto y escuchábamos frases como... también es duro lo vuestro.

Muchos de los ciclistas son deportistas que entablan su lucha contra el tiempo y las distancias. Lo pude constatar al llegar a Santiago y escuchar frases como...... Yo lo hice en ocho días......Yo en nueve, pero pare dos días.. Escuchando estas frases comprendo a los caminantes y sus recelos. No aconsejo tales prisas, la premura obliga a realizar larguísimas etapas y por supuesto a tomar carreteras cuando el tiempo apremia, que nos pueden alejar de lugares dignos de ver, aunque solo sea por un momento.

En descargo de los ciclistas que pensaron hacer la ruta por el Camino y lo abandonaron en las primeras etapas quiero señalar el alarmismo de algunas informaciones que te dan como... es intransitable....no hay quien pase. Pero una vez pasado el escollo se comprueba que no es tan difícil y se puede recorrer también en bici. Por el contrario, cuando alguien te anima a tomar sendas y veredas, disfrutas de ellas. Y esto es especialmente real en el tramo gallego.

Sobre los menús y hospitaleros
Cuando se realiza este tipo de viaje, las necesidades básicas de subsistencia forman parte de las prioridades del individuo: Una parte del pensamiento, al menos en mi caso, lo ocupaba en dónde comería o donde o qué cenaría ese día. Esa es la razón de este apartado.

La primera mañana en Roncesvalles, tras tomar un vaso de leche con Cola Cao y una tostada por el módico precio de 350 pesetas, empiezas a darte cuenta de cómo pueden ser los precios en adelante. La realidad no es buena. No se halla la mejor relación precio-calidad en el Camino.

Los siguientes desayunos en Navarra, café con leche y un bollo, siguen la misma tónica de precio y calidad. Se puede decir que es precio único.

¡Qué decir de los famosos Menús del Peregrino a partir de 1300 pesetas y con simples exquisiteces tales como sopa, lomo con patatas, fruta, pan y bebida!. Mención especial he de hacer de Villafranca Montes de Oca donde un camarero-cuartelero y a toque de corneta, ofrece un pobre menú, a partir de las nueve de la noche. ¡Ojo!, Ni un minuto antes de las nueve, aunque el viajero desfallezca (como si lo regalasen o hiciese un favor a los peregrinos), amparándose en la exclusividad, cansancio y mansedumbre de los que allí llegan agotados. En mi caso preferí no cenar sus manjares y comer fiambres, chocolate y fruta adquiridos en la tienda-bar de la localidad, siempre recurso para los viajeros.

Así mismo quiero resaltar, por si sirve de interés o aviso a alguien, las cenas del albergue de Torres del Río por 1250 pesetas ensalada (lechuga tomate y cebolla), pasta (espaguetis viudos, con tomate) y yogurt. La bebida se paga aparte.

Cito solamente algunos lugares donde se ofrece menú del peregrino y que me llaman la atención. Por supuesto, también existen otros donde por precios similares la calidad era muy superior. Ejemplo de ellos en Nájera o Villafranca del Bierzo. Será coincidencia pero hay competencia: varios restaurantes con distintas ofertas.

Solamente dispongo de los datos de aquellos lugares en los que pernocté o cené a lo largo de las 14 jornadas que duro el viaje. La comida del mediodía en mi caso consistía en bocadillos o fruta que también podía tener precios un tanto elevados. En Obanos(Navarra) el Kg. de melón a 255 pesetas, en agosto. Precio para peregrinos. Seguro que a los lugareños no se atreven a cobrarles la misma tarifa.

Recordando las comidas, hay que aludir también a una totalmente gratis, en Cizur Menor ofrecida por los cofrades de la Orden de San Juan y La Cruz de Malta, que salieron al borde del camino para brindar su hospitalidad a los peregrinos.

En resumen, creo que debería cuidarse más a este movimiento creciente de personas, sobre todo en lugares donde si no fuese el turismo del Camino, poca gente se detendría. La incultura y los abusos pueden dañar el futuro del Camino.

En los albergues suceden gran parte de de las vivencias acumuladas: No es casualidad: en ellos discurren muchas horas de descanso. De los visitados por mí, distingo tres tipos, con ejemplo de cada uno de ellos:

Privados, como el de Torres del Rió con unas literas abarquilladas con colchonetas de espuma y en salas para 12 o 14 personas, con una deficiente ventilación y al módico precio de mil pesetas.

Oficiales, hay que recordar que se subvencionan vía presupuestos, es decir los pagamos todos con nuestros impuestos, como es el caso de Villafranca Montes de Oca dependiente de la Junta de Castilla y León, otros por la Xunta de Galicia, etc. además de los que dependen de ayuntamientos, con muy dispares instalaciones y hospitaleros.

Gestionados por asociaciones, como es el caso del albergue del Monasterio de Samos, Cizur Menor o Castrojeriz.

De este ultimo albergue, Castrojeriz, tenia referencias por una amiga, tristemente desaparecida, como lo máximo de la acogida y remanso de paz. Con esas credenciales el día 18 de agosto alargué la jornada un poco más de lo normal para intentar pernoctar en él: Pero ante mi sorpresa y estupor la hospitalera a las ocho y cuarto de la tarde dice que no hay sitio, que busquemos un hostal. Después, que es posible encontrar algún sitio pero que había unas normas muy estrictas, que repitió siete u ocho veces a un cada vez mayor número de personas agotadas y desesperadas, para una hora mas tarde llevarnos a un edificio semivacío. ¿Por qué no lo ofrecieron antes y nos enviaron a un hostal?. Ante esa incongruencia algunos terminamos durmiendo bajo las estrellas, al sereno(la noche era agradable) y otros dieron con sus cuerpos en el hotel, con el albergue a medio llenar.

Sabido es que los peregrinos no teníamos derecho a nada y yo estoy agradecido por toda la hospitalidad recibida, pero también pienso que algunos/as hospitaleros/as, deberían tomar alguna dosis de humildad y perder la soberbia del que se cree tocado por el dedo divino.

He disfrutado enormemente de los diferentes entornos que me rodeaban, se puede decir que cada día había uno distinto. Cada día se pasa página y se cambia de escenario. Además me tomé algún tiempo para visitar pequeños lugares, lo que sólo se hace en ocasiones como estas.

Es más fácil que el turismo convencional nos lleve a ver una puesta de sol al borde del mar que a disfrutar del amanecer junto al río Oribio (Samos), escuchando los miles de sones que lanzan los pájaros en su despertar. Así mismo, visitar la espléndida catedral de León resulta también más fácil y normal que pasear por las empedradas y empinadas calles de Cirauqui, detenerse en Santa María de Eunate o sentarse a la sombra del templo del Santo Sepulcro en Torres del Río.

Pudiera parecer, a la vista de lo escrito anteriormente, que el resultado de la experiencia fue negativo. Nada más lejos de ello: El balance es altamente positivo y estoy encantado de haber empleado el tiempo en realizar este periplo. Cuando regresaba a Madrid, ya sin fuerzas y renegando de algunas peripecias pasadas, de manera casi inconsciente en mi cabeza ya bullía la idea de cómo podía ser el viaje por el Camino del Norte, circuito que no descarto completar en el futuro.

Si resalto algunos aspectos negativos es con la intención de advertir a quien pueda leer este escrito, para que no incurra en los mismos errores que yo cometí, o si lo hace por necesidad no sufra una sorpresa desagradable.

Las situaciones y momentos positivos pasadas en el transcurso de las 14 jornadas no hay que resaltarlas, solamente vivirlas con intensidad.

Caminantes hacia Compostela, posan para inmortalizar el viaje. Foto de A. Rodríguez de Arce

Caminantes hacia Compostela, posan para inmortalizar el viaje. Foto de A. Rodríguez de Arce

A veces es más cómodo el suelo... Foto de A. Rodriguez de Arce

A veces es más cómodo el suelo... Foto de A. Rodriguez de Arce

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