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Festines y condumios del Camino medieval

El Camino de Santiago fue la autopista de la caridad de Europa en el medievo. En este artículo repasamos datos relativos al yantar de quienes peregrinaban a Compostela.

Por Tomás Alvarez (artículo publicado en la revista León en Madrid)

El hambre, que asolaba periódicamente todos los territorios de Europa durante la edad media, fue uno de los grandes motores de la peregrinación.

Los tiempos de sequía o temporales eran preludios de hambrunas que en el medioevo echaban a la gente a los caminos. Las crónicas relatan cómo los lugareños se peleaban por animales inmundos y carroñas, e incluso se refieran a abundantes casos de canibalismo.

Viajeros y niños atraídos hacia un cebo, un huevo o una manzana, eran despedazados y servidos, como contó el borgoñón Raul Gabler. Hasta cruzados que acudieron a rescatar los Santos Lugares, impelidos por el santo afán de comer sarracenos, se daban monstruosos festines humanos como los ocurridos en Maarat , donde, según el Raúl de Caen, los nuestros cocían a paganos adultos en las cazuelas, ensartaban a los niños en espetones y se los comían asados.

Pues bien, en esta época dura, la existencia de una ruta caritativa, era un aliciente para aquellos que huían de las estrecheces y calamidades naturales.

En la senda peregrina multitud de viajeros transitaron impelidos más por la búsqueda de una limosna que por la salvación y el contacto con las reliquias. Y las instituciones caritativas proliferaron, aún sabiendo que entre los peregrinos por la Fe, abundaban los movidos por el estómago.

Alfonso IX, cuando hizo una importante donación al hospital de Arbás (León) pidió que se diese limosna de pan y vino a quien la demandase tam bono hominini quam malo.

En las estipulaciones caritativas de Roncesvalles se señalaba que en cada comida o cena se diese una libra y cuarto o quarterón de pan, media pinta de vino y una ración de carne salada o de abadejo los días de vigilia.

El magnífico Hospital del Rey, en Burgos, era notable por su abundante provisión anual de carnes.

Pan, frutos secos, huevos, queso y algo de carne o pescado eran los alimentos más usuales, aunque en muchos lugares se daba antes una sopa de legumbres o una simple escudilla de caldo.

El harina servía para numerosos condumios: sopas, tortas o simplemente servida con manteca. Los repollos, cebollas y lechugas eran habituales navegantes de los caldos, y los frutos secos o frescos enriquecían ocasionalmente el menú, como postre.

No es extraño que con tal caridad, numerosos vagos y galloferos, se entretuviesen en las ciudades, vagando de hospital en hospital, hasta que se instauró el oficio de echador, como ocurrió en Astorga en 1.521, cuando los mayordomos de seis cofradías decidieron poner coto a los gorrones.

Pero no cabe olvidar que en este trasiego hacia Compostela, los peregrinos de toda Europa consumían en abundancia una bebida que en muchos lugares del continente escaseaba: el vino. Son muchas las referencias al alcohol en toda la historia de la peregrinación, pero cerraré este breve capítulo con una del famoso viajero centroeuropeo Hermann Kunig, que en 1.495 viajó a Santiago, y advirtió en su relato posterior que en el Bierzo debe beberse el vino con discreto miramiento, porque saca fácilmente a alguno del sentido.

Roncesvalles siempre fue uno de los hospitales donde los peregrinos gozaban de las atenciones caritativas. Foto guiarte

Roncesvalles siempre fue uno de los hospitales donde los peregrinos gozaban de las atenciones caritativas. Foto guiarte

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