Las huellas de una explosión
¡Qué bonita sería la isla de Santorini sin turistas! Claro, que si no hubiera turistas, Santorini estaría abandonada, nadie viviría allí, todo lo más un puñado de pescadores y otro de viticultores.
Hace 3.560, una isla de las Cícladas griegas explotó literalmente. En realidad era un volcán que había vuelto a la actividad y que terminó volando por los aires. Sólo quedaron algunos tramos de las faldas del cráter, formando un anillo de islotes: Thira, el principal, al este; Thirasia al oeste y Nea Kameni en el mar interior formado por ambos.
El espectacular paisaje del volcán, con lavas y arenas rojas, negras y blancas, se ve festoneado por las casas blanquísimas y azules colgadas de los acantilados en un equilibrio imposible.
Los pueblos son un dédalo de callejuelas, con el pavimento pintado en un impoluto blanco, donde se suceden los hoteles con encanto, restaurantes, tiendas de todo pelo, locales de música, refugios de artesanos y villas de ricachones.
El conjunto invita al paseo, pero no sólo al viajero individual, sino también a los miles de turistas que cada día llegan en avión o en algunos de los numerosos cruceros que fondean durante unas horas en el mar azul de La Caldera. Así que la circulación peatonal es en manada, una babilonia de lenguas y cámaras digitales retratando todo lo que se pone al alcance del ojo.
Los pueblos, aferrados a un paisaje con las huellas del vulcanismo. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com Copyright
El pequeño puerto de Oia. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com Copyright