Guía de Puertomarín: El puente del Miño
Qué ver en Puertomarín
Puertomarín, Portomarín en gallego, es una población surgida en torno a un puente sobre el Miño, en una de las vías romanas que cruzaban Galicia.
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Información general de Puertomarín
Puertomarín, Portomarín en gallego, se alza sobre un otero en la orilla occidental del río Miño, a unos 400 metros de altitud sobre el nivel del mar.
Puertomarín, Portomarín en gallego, es una población surgida en torno a un puente sobre el Miño, en una de las vías romanas que cruzaban Galicia. En el siglo XX la población fue anegada por un embalse y sus habitantes se ubicaron en un emplazamiento cercano, salvando a algunos de los elementos patrimoniales destacados. Hoy sigue siendo uno de los pasos más importantes del Camino Francés en Galicia.
Una guía escrita por Tomás Álvarez, con fotografías de José Holguera y Guiarte.com.
Información general de Puertomarín
Puertomarín, Portomarín en gallego, se alza sobre un otero en la orilla occidental del río Miño, a unos 400 metros de altitud sobre el nivel del mar.
La ciudad
Puertomarín se alza sobre un otero en la orilla occidental del río Miño, a unos 400 metros de altitud sobre el nivel del mar, un espacio dominado por la iglesia fortaleza de San Juan.
El lugar tiene un sabor ambivalente. Por un lado, el viajero disfruta con la contemplación de algunos edificios de evidente sabor antiguo, pero el casco urbano es totalmente moderno y conserva el resabio de los pueblos de “colonización” del franquismo.
Todo esto tiene una explicación. Puertomarín es una villa víctima del poder de las empresas eléctricas. La historia es así:
Durante la dictadura del General Franco se puso en marcha el inmenso embalse de Belesar, una gran presa hidroeléctrica que anegaría un amplio territorio del valle del Miño. Entre los damnificados, la localidad de Puertomarín, declarada conjunto histórico artístico en 1946 y anegada por las aguas en 1963.
Hasta entonces, el lugar se había desarrollado a la vera del río, dividido en dos barrios: San Pedro en el margen oriental y San Nicolás, en el occidental. Entre ambos núcleos, el puente de origen romano.
Muchos vecinos recogieron el dinero de la indemnización y se fueron; otros se trasladaron al nuevo núcleo urbano, más moderno y de calles más anchas, pero también más ventoso.
Abajo quedaron las tierras de labor, los prados, las viñas, el cementerio y las viviendas tradicionales, arriba las nuevas construcciones y algunos de los edificios más emblemáticos, salvados de la inundación.
En el centro del nuevo pueblo se asentó la iglesia fortaleza de San Juan, al lado del ayuntamiento. Se salvaron además unos pazos y otra iglesita románica…
El conjunto urbano resulta ameno para el viajero que se acerca al lugar. Su plano es de un urbanismo acusadamente geométrico (nada que ver con las poblaciones gallegas que hemos conocido). Lo peor, es que esta estructura urbana impersonal de calles amplias y largas, en la cima de un monte, hace que la climatología que soportan los lugareños sea más inclemente, y que el tipismo del viejo Portomarín, de calles estrechas y empinadas, sólo perviva en las viejas fotografías...
El visitante que hace el Camino de Santiago, recibe un fuerte impacto con la visita de Puertomarín. Desde Sarriá ha venido por caminos estrechos, bordeados de muros de piedra; ha visto espacios de un sabor rural lleno de encanto y arcaísmo, y poblados desperdigados, pequeños, de construcciones tradicionales y piedras musgosas, en los que perviven humildes pero bellos templos románicos. Y de repente, en Puertomarín descubre un poblado de “colonización”. Si el viajero hace su recorrido en la otoñada, cuando bajan las aguas del embalse de Belesar, descubrirá al fondo del valle los restos de la vieja población y sumirá su alma en la melancolía.
La iglesia iglesia-fortaleza de San Juan, emergiendo entre el verdor y la niebla. Una imagen evocadora de Puertomarín. Imagen de José Holguera para Guiarte.com
Las calles rectas y anchas y la repetitiva tipología de las casas otorgan a Puertomarín ese aire de lugar de colonización. Imagen de José Holguera para Guiarte.com
La poderosa imagen de la iglesia de San Juan, o San Nicolás, de Puertomarín. Imagen de José Holguera para Guiarte.com
La historia
En la zona, donde abundaban en la antigüedad los castros, se construyó hacia el siglo II un puente romano que cruzaba el Miño, obra que fue rehecha en diversas ocasiones a lo largo del tiempo.
A oriente y occidente del Pons Minei surgieron sendos poblados. En la Edad Media se hablaba del lugar como Pons Minei y Portus Minei, y se citan en las cercanías dos monasterios de cierta importancia, el de Loyo y el de Santa Marina. Este último pasaría a depender de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén según un documento del rey Fernando II de León fechado en 1158.
La población aparece citada también en el Códice Calixtino. La ubicación en el cruce del Miño favoreció su desarrollo a lo largo de los siglos. A un lado del puente creció el burgo de San Pedro, y al otro, en el oeste, el de san Juan.
El auge de este conjunto urbano siguió hasta inicios del siglo XX, cuando alcanzó los 5.000 habitantes, para descender progresivamente hasta los 2.000 de la actualidad; merma acentuada seguramente por la destrucción del asentamiento tradicional y su traslado a la cima del cerro.
En 1946, Puertomarín fue declarado Conjunto Histórico Artístico. Los antiguos restos se pueden contemplar cuando bajan las aguas del embalse de Belesar, inaugurado en 1963 por el general Franco y el presidente de Fenosa, Pedro Barrié de la Maza.
Los muros derruidos del viejo Puertomarín son hoy un monumento a la victoria de los intereses de las eléctricas.
Cuando bajan las aguas del embalse de Belesar, reaparecen antiguos restos del viejo Puertomarín. Imagen de José Holguera para Guiarte.com
Estatua del Peregrino, ante la Casa del Concejo de Puertomarín. Imagen de José Holguera para Guiarte.com
Ocio y gastronomía
La gastronomía local de Puertomarín es buena y se apoya en los productos de la zona.
El viajero que recorre el Camino de Santiago habrá echado de menos, desde Villafranca del Bierzo, los viñedos. En torno al Miño vuelven a aparecer, en un paisaje en el que se dan también los cultivos de maíz, patatas, cereales y hortalizas, al lado de bosquecillos y praderías, en las que se nutre el ganado vacuno.
Esta producción, obviamente, es base de una gastronomía tradicional en la que reinaban las carnes de cerdo y vacuno, al lado de la las hortalizas.
Entre los productos de la zona cabe citar los derivados de la uva. Los vinos de la ribera del Miño son cada vez mejores y el aguardiente también ha tenido fama. Incluso se celebra una fiesta del aguardiente, muy popular.
La fiesta del aguardiente, en torno al domingo de Resurrección, se originó en los años setenta del siglo pasado, y en ella hay catas y degustación de producciones artesanales de este producto cuya producción tiene lugar en la zona desde hace siglos. La celebración tiene relevancia en toda Galicia. Esta fiesta del aguardiente se ha simultaneado ahora con la de otro producto de tradición local: la empanada de anguila...
...Porque Puertomarín era también un pueblo pescador y en el Miño se pescaban tradicionalmente abundantes truchas, barbos y anguilas.
Entre los postres del lugar tiene fama también la tarta de almendra, parecida a la archiconocida “tarta de Santiago”.
En general, el viajero que recorre la zona hallará una buena gastronomía en la que no faltan los productos típicos gallegos, el caldo gallego, el lacón, el pulpo… En el lugar hay diversos restaurantes y mesones. También se cuenta con una mediana oferta hotelera: hoteles de varias categorías, hostales, pensiones, albergues y casas rurales. También hay camping.
Puertomarín, desde el fondo del valle, con ruinas del viejo asentamiento, en primer plano y el nuevo puente. Imagen de www.concellodeportomarin
La presencia de peregrinos y turistas anima las calles y los establecimientos de Puertomarín. Imagen de José Holguera para Guiarte.com
Pazo do Concello o Ayuntamiento de Puertomarín. Imagen de José Holguera para Guiarte.com