Centro de espacio y de historia
Acostumbrados a separar Europa entre un este y un oeste divididos por una línea imaginaria, con Praga al otro lado, hay que empezar a reubicar a esta urbe en el espacio central que disfruta y merece.
La ampliación de la Unión Europea vuelve a colocar el centro europeo donde ya estuvo en buena parte de su historia. Praga es parte de ese centro en muchos sentidos. En primer lugar geográfico. A menos de 1.000 km. se encuentran prácticamente todas las grandes capitales de Europa a excepción de Madrid, Londres, Moscú y Estambul.
Ser centro no es solo un resultado de distancias espaciales. Es centro también porque lo fue siempre; porque ha sufrido, como el que más, los conflictos europeos entre tolerancia e intransigencia y entre desarrollo económico y progreso social o entre la centralización de los imperios y el deseo de supervivencia de las sentimientos nacionales; porque ella misma fue capital imperial y también cabeza de sublevados contra el Sacro Imperio Romano Germánico, primero, y contra el Austro Húngaro después; porque participó durante 40 años de la Europa socialista y representó, dentro de ella, casi siempre, su parte más lúcida y rebelde contra Moscú.
Porque durante cientos de años ha formado parte de ese espacio fronterizo en el que las religiones católicas, ortodoxas, protestantes, judías y musulmanas han librado batallas, a menudo sangrientas entre ellas, y también en conjunto contra el racionalismo y el agnosticismo en los dos últimos siglos; porque es frontera entre la lengua y cultura germánica y la eslava, entre el alfabeto cirílico y el romano... porque conserva huella en su arte de la presencia de germanos, ucranios, franceses, suecos, españoles, rusos, italianos...
Reloj del Ayuntamiento
Torre de la Polvora