El siq
Poco más adelante se inicia el Siq, que no es sino un angosto desfiladero de cuatro a seis metros de anchura, 40 a 170 metros de alto y 1,2 kilómetros de longitud.
Al comienzo del mismo, la rambla se desvía de forma artificial por un túnel en dirección al norte, y quedan únicamente a ambos lados del desfiladero, unos canalillos por los que se conducían sendos reguerilllos hacia el interior de Petra. Un arco nabateo de aspecto triunfal, al inicio de la travesía, está arruinando, pero aún se ven sus muñones. Luego el camino va descendiendo. Antaño estuvo cubierto de gruesas piedras, a la usanza de las vías romanas, cobertura que ha ido desapareciendo por los arrastres de agua.
El desfiladero fue tal vez una vía de purificación espiritual, un lugar donde encanta el ambiente de silencio, en el que se goza del frescor de la umbría y del aroma de las higueras que crecen entre la roca, y al que llegan cantos de alondras.
En las paredes se observan hornacinas en honor al dios Dushara, un desfile procesional de hombres y animales (casi borrado por el tiempo y la barbarie), inscripciones históricas y hasta un altar de sacrificios, sencillo, en medio del camino, y al lado de un pequeño habitáculo excavado en la roca, tal vez lugar del sacerdote o para almacén de elementos de culto.
Muy cerca del altar, una de las inscripciones reza: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, y alude a la amistad con Roma, enemiga del imperio de Cleopatra.
El tortuoso avance por el siq termina de forma abrupta, cuando por la estrecha abertura del desfiladero aparece El Tesoro.