Madrid, octubre de 2008
Ese interés deriva del hecho de que Rembrandt es uno de los grandes pintores menos representados en el Museo del Prado, pues cuenta sólo con una única obra del maestro holandés, Artemisia (1634).
La exposición está comisariada por Alejandro Vergara, Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo.
El museo ha decidido organizar una exposición que permita a su público acercarse a la obra de este artista extraordinario y de tan escasa presencia en España, con alrededor de 35 pinturas y 5 estampas procedentes de los principales museos de Europa y Estados Unidos.
La exposición, patrocinada por BBVA, se centra en torno al tema de Rembrandt como pintor narrador: aunque el maestro de Leiden fue también un gran pintor de retratos y de paisajes, su faceta como pintor de historia muestra con especial claridad la forma en la que su arte emana de la tradición de la pintura renacentista europea y, al mismo tiempo, permite comprobar su originalidad. Es precisamente este aspecto del arte de Rembrandt el que mejor conecta, y al mismo tiempo el que mejor contrasta, con la tradición pictórica que representa el Prado.
Así, se tiene la oportunidad de observar sus obras junto a las de algunos artistas que fueron sus principales fuentes de inspiración, especialmente Tiziano y Rubens, y comparar su respuesta a esas fuentes en el mismo escenario donde se ve a Velázquez, también heredero de esa misma tradición, respondiendo a ellas.
En la exposición se representan todas las fases de la carrera del artista. De sus obras de juventud cabe destacar la presencia del cuadro San Pedro y San Pablo, que presta al Prado la National Gallery of Victoria de Melbourne. También están presentes varias obras maestras de la fase de madurez del pintor, entre 1631 y 1651 aproximadamente, como el monumental Sansón y Dalila del Stádel Museum de Frankfurt. Asimismo de la fase más personal de la carrera de Rembrandt, sus últimos años hasta su muerte en 1669, se cuentan con varias obras características de este periodo incluida una de las más importantes pintadas por el artista en estos años, la Betsabe del Museo del Louvre.
Algunos datos sobre el pintor
Nacido en Leyden, en 1606, en una familia prolífica y próspera, pronto se dedicó a la pintura. Hasta 1631 permaneció ligado a su localidad natal, antes de marchar a Ámsterdam. Su maestría fue entonces ya reconocida; se trata de una época en la que estuvo muy influido por la luz de Caravaggio.
En Leyden, donde era maestro ya a los 18 años, contó con diversos discípulos, entre ellos Gerit Dou. Dou fue considerado pronto más importante que Rembrandt, por lo que se falsificaron cuadros de éste último con la firma de su discípulo.
En 1932 marchó a Amsterdam pintando pronto uno de sus cuadros más célebres, la lección de Anatomía del doctor Pulp. Fue un periodo de grandes y caros pedidos, entre ellos varios cuadros religiosos para Enrique de Orange. En el 34 se casó con Saskia, sobrina de un marchante; una mujer que le aportó dote e inspiración: Rembrandt haría de ella musa alguno de sus cuadros más bellos.
A partir de los años cuarenta se incrementó la tensión dramática de su obra, puso más empastes y tonalidades sombrías. Tras la muerte de Saskia, en 1642, su vida se fue complicando; la muerte de sus hijos y de su nueva compañera, sus deudas...
El último periodo del pintor fue de soledad; los pedidos escasearon y también los discípulos. Un cuadro pedido por el propio ayuntamiento de Amsterdam no fue aceptado y él lo destruyó en su mayor parte.
Falleció en 1669. En su caballete estaba una obra no terminada de Simeón ante el niño Jesús, como un presagio de su propia ancianidad ante la justicia del Señor. Era un Rembrant que había desconcertado a sus contemporáneos, que no comprendían cómo buscaba la cara oculta del hombre en sus retratos; como había espaciado sus pinceladas y cómo se entretenía pintando obras como el Buey desollado, en las que rebosa la atrocidad de un sacrificio doméstico, en una visión que retomarían surrealistas como Bacon. Goya y Delacroix serían sus herederos directos.
Betsabé. Óleo sobre lienzo, 142 x 142 cm. 1654. París, Musée du Louvre